Fui a ver Historias extraordinarias al Malba. La fui a ver sin saber bien de qué se trataba, simplemente vivía cerca y solía ir a ver películas ahí. ¿Qué otras películas vi en esa época? No me acuerdo. Desde ese día, la única película que vi en el Malba fue Historias extraordinarias. Esa noche estaba Mariano Llinás, el director, que nos advirtió que la película era larga, que tenía intervalos y prometió quedarse hasta el final para contestar preguntas o charlar.
La película está dividida en tres historias: la de X, la de Z y la de H. De modo, que desde el principio, cuando se presenta a los personajes y sus tres historias, se parte de un tono marcado por una estructura. Este es X y a X le pasan estas cosas. Como si el narrador nos dijera X está en esta trama de acontecimientos, pero podría estar en otra. O les cuento lo que le pasa a X, pero podría contarles lo que le pasa a W, a M o a Q. Así, desde el mismo planteo se les quita a las historias su peso, haciendo que la levedad esté siempre presente. Aunque los personajes estén rodeados de rutinas opacas, de acontecimientos trágicos y de hechos incomprensibles, X, Z y H se mueven ligeros en sus tramas. Eso vuelve, a los tres protagonistas, héroes de ficciones de una potencialidad inabarcable. La obra se toma su tiempo para contar las tres historias; la cotidianeidad inicial de cada entorno es densa pero la maquinaria que mueve las narraciones fluye como un río de llanura y nos muestra cómo, con pocos elementos se puede construir una ficción.
Esa noche, en la fila de adelante, al centro, estaba sentado T, un conocido mío, que en los intervalos, se daba vuelta y con su voz estruendosa me decía: “Esto es EX TRA OR DI NA RIO, EX TRA OR DI NA RIO”. También decía “¿Viste Balnearios? Es EX TRA OR DI NA RIA”. El intervalo terminaba y nos sumergíamos de nuevo en las vidas de X, Z y H.
Salí del Malba maravillada, con la sensación que da la familiaridad de una hazaña bien contada y el éxtasis de la haberla vivenciado. Nunca me gustaron las obras crípticas, creo que las obras han de tener una puerta amplia y generosa por donde entrar a recorrerla, poder subir y bajar los pisos si hace falta y moverse con comodidad por sus habitaciones. La película es un maravilloso ejemplo de eso, una casona de arquitectura italianizante de provincia, de techos altos y ambientes amplios. Es natural entrar y quedarse ahí. Lejos está de la fastuosa arquitectura de Salamone, excéntrica e incomprensible, que Llinás retrata a lo largo del film. Los textos que narra la voz en off son precisos, dan las notas esenciales, reflexiones mínimas, que permiten hacer avanzar las tres historias con naturalidad. La narración explica la imagen, le otorga sentido, completa la evidencia de lo que vemos, como si no fuéramos capaces de entender qué sucede sin ella; cuando la voz no está una desea que vuelva, y cuando retorna, es un alivio. Contrario a lo que una podría pensar inicialmente, la película es, ese sentido, breve; se cuenta lo que se necesita contar, ni una palabra más ni una palabra menos.
En esa época yo ensayaba algunos textos en mis cuadernos de notas pero me parecía un oficio ajeno e Historias extraordinarias se me mostraba como algo sencillo. No volví a ver la película por varios años pero en algún momento me encontré con el guión y lo leí con la misma felicidad con la que vi la película. La aparente simpleza de la obra reposa en una estructura sólida, nos muestra que se puede contar bien un relato si se plantea un buen interrogante que ponga en movimiento la trama, algo que nos resulte insólito, un misterio quizás minúsculo pero trascendente. Me pareció entender que la narración se desliza porque los personajes, al igual que el espectador, persiguen el deseo de saber qué pasó. En el cómo está el arte de contarlo de Llinás y sus compañeros de travesía. Historias extraordinarias me dio la ilusión de que narrar podía ser fácil y me mostró que si la arquitectura es noble la claridad nos guía hasta el final. EX TRA OR DI NA RIO, diría T.
Inés Marcó nació en Concordia, Entre Ríos, en 1984. Es artista visual y nadadora amateur. Publicó Niño del río (Ed. Ivan Rosado, 2018) y recientemente Som-hi! Diario del mar (Ed. Blatt & Rios, 2021). Vive y trabaja en Buenos Aires.