A miles de kilómetros de Buenos Aires una niña ucraniana canta el tema “let it go” en un refugio, y el video se viraliza. La niña tendrá unos seis años y canta con una belleza que conmueve. Ella seguramente tenga una idea lejana de la muerte, no así las personas a su alrededor que la escuchan en silencio. Son más de 1,7 millones los refugiados que escaparon del terror de la guerra que empezó Rusia el 24 de febrero contra Ucrania, según estimaciones de Acnur, la agencia de la ONU para los refugiados. Va camino de ser el mayor desplazamiento de personas desde la Segunda Guerra Mundial. Europa está atravesada por un conflicto que logró derribar muros de indiferencia, ya que la Unión Europea activó por primera vez una medida que había creado hace 20 años para recibir el masivo éxodo de migrantes.
Si la guerra en Ucrania continúa, la ONU estima que entre 2,5 y 6,5 millones de personas saldrán en poco tiempo, de un país de 44,3 millones de habitantes. Para tener referencia de la magnitud del drama, en el conflicto de los Balcanes, en los años noventa, al año se llegó al millón de desplazados. En este contexto, los 27 países de la UE aprobaron este 3 de marzo la puesta en marcha de la directiva número 55 del año 2001 que facilita el ingreso de refugiados, en este caso desde Ucrania, y les da un marco de protección temporal, de acceso a derechos y de libre circulación dentro del bloque. Más de la mitad de los ucranianos desplazados cruzaron a Polonia, el resto lo hizo a Hungría, Moldavia, Eslovaquia y Rumania.
Durante dos décadas, en Europa vienen creciendo las extremas derechas con sus retóricas antiinmigrante. La hostilidad hacia personas desesperadas que se suben a precarias barcazas para cruzar el Mediterráneo ha sido una constante en países como Italia, España y Grecia. Y la cifra de muertos es demoledora: más de 20 mil fallecidos en naufragios desde 2014. según datos de Organización Internacional para las Migraciones.
Este giro de la UE pone en evidencia las contradicciones de ese bloque, señala a Página12 Pablo Ceriani Cernadas, miembro del Comité de la ONU sobre Derechos de Migrantes y sus Familias. “Uno de los principales países receptores es Polonia. El 25 de enero de este año Polonia inició la construcción de un muro de 5.5 metros de alto y casi 200 kilómetros de longitud en la frontera con Bielorrusia para impedir el ingreso de población desplazada de Afganistán, Irak y Siria. A fines del año pasado, varias personas murieron de frío y deshidratadas en esa frontera”.
En noviembre de 2021, cientos de migrantes, en su mayoría refugiados sirios e iraquíes, incluyendo familias con niños, acamparon en la frontera bielorruso-polaca, en momentos en que había temperaturas bajo cero. La prensa polaca informó de al menos 10 muertos. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos llamó a los estados a dar un trato humano a los inmigrantes independientemente de su situación legal. En ese momento, la ONU calificó de intolerable la situación de los migrantes, mientras el gobierno de ultraderecha polaco, liderado por Andrzej Duda, aumentó el número de tropas en la zona. A todo esto, la UE acusó al presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko, de orquestar la llegada de refugiados y luego enviarlos a la frontera. Y Bielorrusia dijo que no tenía los medios para contener el flujo de inmigrantes.
La llegada masiva de refugiados de Siria en 2015, escapando a la guerra civil, enrostró el drama a las potencias europeas. Más de un millón de pedidos de asilo sacudió la vida política de Alemania, entonces gobernada por Angela Merkel, y resultó un reto humanitario y logístico. Además, tuvo como correlato el auge del discurso xenófobo y la entrada de la ultraderecha al parlamento alemán, en 2017.
Para Ceriani Cernadas la respuesta de la Unión Europea para aceptar y redistribuir refugiados sirios fue "tibia". "Casi ningún país cumplió y a los pocos meses, mientras continuaba el conflicto, los pocos lugares de acogida se convirtieron en centros de detención, y con el acuerdo entre la UE y Turquía se materializó una política de devolución inmediata y de no recepción. Todavía hoy en Lesbos, Grecia, hay campos de acogida de sirios en condiciones infrahumanas que esperan este derecho de ser reconocido como refugiado y circular y ejercer una vida en condiciones dignas en territorio europeo”.
Nada debería justificar alambrados, ni retóricas xenófobas, ni maltrato a los desplazados, no importa de donde provengan. Cuando se trata de quienes huyen de la violencia, no hay lugar para dobles raseros.