Lo que sucedió la semana pasada en Palermo deja en claro que hay sectores de la sociedad que todavía miran con un lente patriarcal. Hubo que escuchar declaraciones de una brutalidad tremenda; esto es claro y el peligro de que sean medios quienes lo reproduzcan es que queda puesto ahí y por ahí miran un montón de personas. Pensamos que lo habíamos roto de un golpazo pero necesita muchos más. Lo que más cuesta visibilizar son los diferentes tipos de violencias machistas. Muchas veces se dice “bueno, pero eso le podría pasar a un hombre” y demás argumentos que siguen perpetrando el patriarcado.

 

Teníamos la sensación de que se iba a avanzar más rápido: la pandemia nos hizo sentir que todo se realentizó pero no hay que claudicar, es un momento para estar más atentas y más afiladas que nunca. Tenemos que ser rigurosas con todo: con el lenguaje, con las elecciones. Y que el mercado no se aproveche de nuestras consignas, de eso hay que estar muy atentas también porque el sistema se apropia del feminismo como moda y hasta nos quieren vender a nosotras lo que creen que consumimos.

En todo esto tiempo pensé mucho en la importancia de domesticar la política, de adentro hacia afuera, en la casa, en el trabajo, en las calles. Es un trabajo incómodo y de perseverancia total, muchas veces en soledad. Y lo que tiene que empezar a amplificarse es ese efecto del feminismo que está ayudando a los varones, porque los primeros en sufrir el patriarcado, son ellos. No son las víctimas principales, pero el disciplinamiento ocurre en sus infancias, en sus crianzas. Donde primero se produce el ejercicio del patriarcado es en ese endurecimiento de practicar el sometimiento o soportarlo en silencio. Y yo siento que está habiendo muchos cambios, y que los cambios más movilizantes son en los lugares de privilegio. Va a llevar más tiempo pero siento que hay algo que comenzó a cambiar y nos tenemos que replantear fuerte cómo seguir.

Escuché a varones hablar de la violación en Palermo, y me parece fundamental que no tengas que entenderlo como algo propio para entenderlo igual: que arda la piel, y que no seamos más indiferentes.

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