En un canal de noticias, el director le exige a la vestuarista que les ponga minifaldas y vestidos cortitos a las periodistas que aparecen en pantalla. La orden es: “Que se les vean las piernas”.
En otro canal, un conductor famoso le toca la cola a una sonidista que le está quitando el micrófono. Cuando la escena se hace evidente porque queda filmada, él dice que no hizo lo que todos vieron que hizo.
En el consultorio médico de un encumbrado ginecólogo de una capital provincial, el profesional hace toqueteos indebidos a sus pacientes jóvenes: les masajea el clítoris bajo la excusa de que se trata de una revisación de rutina para control. Ellas se sienten incómodas. No saben cómo reaccionar.
En un barrio del conurbano, un vecino le corta el paso a una nena en la vereda y le tira manotazos para tocarle el culo. Ella trata de esquivarlo. Como en el juego de la mancha se mueve para un lado y para otro, pero él la sigue. Y la alcanza.
En una academia de baile, un profesor le ofrece clases particulares a una joven en su casa para poder integrarla al grupo que él encabeza y que hace shows en fiestas particulares. Ella acepta entusiasmada por la posibilidad laboral. Es estudiante universitaria. Al segundo sábado que va, él le pone, sin que ella se dé cuenta, alguna sustancia en un jugo. Ella se marea, se descompone y queda en un estado de semiconciencia. A lo largo de varias horas, el profesor se aprovecha de esa situación para violarla. Ella nunca lo denuncia. Pocos, en su entorno, saben lo que le pasó aquel día. El profesor sigue dando clases.
En una fiesta del Día del Estudiante, en una casa familiar de clase media acomodada, cuatro compañeros de quinto año de un colegio privado bilingüe encierran a la fuerza en un dormitorio a una de las invitadas, le cubren el rostro con un buzo, le levantan la remera, le bajan el shorcito y la manosean en sus partes más íntimas. Otro, del lado de afuera, hace de campana. Ella trata de zafar. No puede.
En un country de los más exclusivos, un padre amoroso, de esos “muy copados” y respetado por su entorno, a escondidas “le roba” besos a la amiga de uno de sus hijos, la seduce, la invita al cine, salen varias veces, y un día la lleva a un departamento donde, sin violencia explícita, la abusa. Él tiene 44 años y ella, 14.
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8M, Día de la Mujer: por qué se conmemora el 8 de marzo
Las situaciones son todas reales. No hace falta ponerles nombres y apellidos. Las vemos. Las escuchamos. Las leemos. Solo es necesario para darnos cuenta prestar atención, ofrecer una escucha empática, mirar más allá de lo que creemos ver. Están a nuestro alrededor. Son más frecuentes de lo que imaginamos.
Lo venimos diciendo hace años.
Por eso, este 8 de marzo, en un nuevo Paro Internacional Feminista, les quiero hablar a los varones, sobre todo a aquellos que nos preguntan qué pueden hacer para acompañar nuestras luchas. Les propongo que lleven el tema de la “violencia sexual” a su grupo de amigos. No es solo el problema de la violación en patota de Palermo. Las mujeres y las disidencias vivimos a lo largo de nuestras vidas distintas formas de violencias machistas, con distinto tenor, claro. No todo es lo mismo.
No es lo mismo una violación grupal que un acoso callejero, cargado de groserías. No es lo mismo que nos apoyen en un bondi o que nos eyaculen en el subte sobre la pollera o que un padre abuse de su hija durante años. Pero sí, todas esas conductas, de violencia machista más o menos explícita, más o menos extrema, son parte de una misma matriz. Y su naturalización favorece que se repitan con impunidad.
Por eso, a vos varón, que estás más sensibilizado con nuestras luchas, te propongo, te pido, que no festejes más el chiste machista o el videito sexual de una mina que compartió tu amigo, aunque te sientas en minoría.
En este #8M comprometete contra la violencia sexual --en sus distintas expresiones-- y si alguno de tus compañeros de “los viernes”, del papi fútbol, de la facultad, de la agrupación política, de la oficina, de la empresa, del supermercado, de la obra en construcción, del chat, repite alguna conducta machista, por más “liviana” que suene salile al cruce, frenalo. A vos varón que me preguntás qué podés hacer, hacelo reflexionar, porque estamos hartas de decirles nosotras qué tienen que hacer.