Jorge Marrale ahora es gobernador. Claro que en la ficción Axiomas, la verdad escrita en el agua, de Marcela Luchetta, que se estrena el próximo jueves. Si bien es una historia ficcional tiene verosimilitud porque aborda una problemática que es bien conocida en la Argentina. En la ficción, Axiomas es una ONG ambientalista para la que trabaja Isabela (Luz Cipriota). La ONG decide transferirla desde su misión en un campo de refugiados del Sahara a la Argentina. Isabela vuelve a la provincia en la que nació, respaldada por Axiomas a batallar ferozmente contra una empresa minera y contra quien más protege y defiende a la mina: el Gobernador Ribero (Marrale). Los rencores del pasado y los conflictos no resueltos toman fuerza: Ribero, su principal oponente, es además su padre. ¿Pelea entonces contra el padre que la abandonó o contra el gobernador corrupto que permite la permanencia de empresas contaminantes?
“La película tiene una cantidad de elementos que eran lo suficientemente atractivos”, dice Marrale en la entrevista con Página/12. “Este juego simbólico de mezclar aire, tierra y agua mirándolo en términos naturales ya me parecía más que interesante. Son tres elementos naturales que juegan en la definición de la película”. Eso fue lo primero que el experimentado actor vio y le atrajo para componer el personaje del gobernador. “Me parecía que los tres elementos de la naturaleza mezclados con la naturaleza humana, lo que hacemos nosotros con la naturaleza, con los animales, hacían una historia que me parece muy original”, afirma.
-¿Cómo fue calzarte el traje de gobernador?
-(risas). Mi personaje es alguien que tiene que defender algo que me parece que es, en general, lo que uno ve que se defiende en la política: la explotación minera y las fuentes de trabajo. Y ese encontronazo que tiene con la hija enriquecía mucho la historia: esa hija que viene y que, de alguna manera, se desencuentra con el padre. Meterme en la piel de este tipo era interesante y lo viví como algo interesante. Parece alguien que tiene algunas actitudes manipuladoras y, de golpe, me hizo pensar cómo es el juego de la política a ese nivel, cómo a veces hay que aparentar algunas cosas, como hay que ser un buen actor también; cómo los políticos tienen que saber convencer con algunas cosas porque si no, a veces, es bravo. Fue una experiencia muy fuerte con la naturaleza también y hablar de ella, y cómo confronta la naturaleza humana con la naturaleza, creyéndose que la va a dominar, cuando en realidad somos un juguete de la naturaleza.
-Se podría decir que es una historia que muestra un tema tan actual como controvertido.
-Sí, porque, además, no se da solo en la Argentina el tema de la explotación, a veces tan agresiva, de los recursos naturales. También es importante en la película el tema del agua, cómo no nos tenemos que engañar por el agua: que el hecho de creer que tenemos tanta nos haga pensar que vaya a ser siempre nuestra y utilizada hasta el infinito. No es así.
-¿Crees, como se dice, que las próximas guerras serán por el agua?
-Absolutamente, porque si hay un elemento que se ve que escasea es ese, más allá de que la desalinización del mar pueda ser un recurso, pero hasta el momento parece ser un recurso muy caro, más allá de otros desastres que están apareciendo como el derretimiento de los glaciares, no solamente acá en el sur sino también en el Polo Norte. Hay una cantidad de cosas que son muy alarmantes.
-Y con el tema de la minería, el conflicto es que muchas veces son empresas transnacionales que con la promesa de trabajo dividen a un pueblo. Lo que no dicen es que después se van y las divisas no quedan en el país y la gente se enferma.
-Y no solamente con la minería. Fijate lo que es el problema del glifosato y cómo envenenan a la gente, el territorio, el agua. Parece ser que ya hay rastros de glifosato en algunas cuencas. Hay algo que avanza sobre la humanidad y siempre es producto del hombre, no de la naturaleza.
-¿Revisaste para la película historias de resistencia que hubo en distintos pueblos de la Argentina a la minería a cielo abierto?
-Más o menos. En general, trato de guiarme mucho por la historia que tengo que contar. Y si la historia es suficiente como para que yo me embale y me embarque y realmente pueda construir, sigo a la historia que tengo que contar o de la que soy parte. Por supuesto que lo que decís está en la cotidianidad. Nosotros vemos todo el tiempo noticias sobre el uso indebido de los recursos naturales. Lo vemos y nos preocupa a todos. Veo cada vez más evidente la llegada del plástico al mar y cómo lo inunda todo. Hay algo de la responsabilidad personal que cuesta tomar. A veces pensamos en lo macro. No nos damos cuenta de lo particular que tenemos que hacer cada uno de nosotros por el planeta. Creemos que les corresponde siempre a los demás. Esto es difícil, a veces, de comprender, difícil de que se haga carne. Del reciclaje ni hablar. Me hago cargo también de mí y, a veces, de las cosas que no hago porque no estoy exento de eso. Pero me parece que todos tendríamos que tener ese ejercicio. Los jóvenes y las nuevas generaciones -lo digo por mis nietos y me doy cuenta- tienen una conciencia bastante más ajustada a la realidad. Nosotros todavía tenemos un concepto de "bueno, lo tiro acá, alguien va a pasar a retirarlo" y no es así. Hay que separar, hay que tener mucho cuidado. Hay que empezar individualmente a mirar eso, como un examen de conciencia personal de qué hago yo desde mi parte por el planeta, en qué lo ataco y en qué lo puedo defender. Si empezás a revisar te vas a dar cuenta de que tenemos una idea del uso de los medios, del agua, el uso de todo de una manera muy inconsciente.
-¿Qué te sugiere la revalorización de las culturas originarias que hace la película en un país donde la derecha demoniza y criminaliza a los mapuches?
-Espero del arte -y del cine, que es también una manifestación del arte-, que sea una reflexión, como para exponer más claramente desde allí un pensamiento, algo que se encarne en la sociedad de una manera distinta a una información. La manifestación que hace la película de la sabiduría de los que están pegados a la tierra y saben de la tierra, y saben su palpitar, es una sabiduría que realmente contrasta con ciertas formas destructivas del medio, porque todavía mantienen un vínculo sagrado con la tierra. Lo sagrado no solamente con la tierra sino con otras cosas también. Lo sagrado no desde lo religioso sino lo que es sagrado para nosotros, como la vida misma. Entonces, ellos se construyeron con eso. Cuando uno habla de lo originario es porque están en el origen, pero el origen no tiene que ver solamente con que fueron los primeros que estuvieron en ese lugar sino con cómo están vinculados con lo que serían las venas del origen, por donde circula también la sabiduría. Eso me parece muy interesante. Por eso cuando hablaba de los tres elementos, el de la tierra y el de los hombres y mujeres que están vinculados a la tierra de esta manera, para nosotros debería ser una enseñanza. No hay que criminalizarlos. Nosotros tenemos que acercarnos de una manera social al vínculo que tiene la gente originaria con la tierra y no andar mirando y diciendo "Ah, se aprovechan o no se aprovechan". Si es por aprovecharse, ¿qué vamos a hablar del aprovechamiento? Mirá lo que está pasando con el Lago Escondido. No podemos hablar, me parece que es absolutamente parcial esa mirada.
-Justamente, traes el caso resonante de Joe Lewis que impide que la gente pueda acceder al Lago Escondido. ¿Cómo observás la situación de la privatización de las regiones naturales?
-No puede ser. En mi pensamiento es imposible de aceptar. ¿Cómo se va a privatizar eso? Esa es mi postura. No se puede permitir.
-¿Qué te parece la actitud de la clase política en este tipo de conflictos y cuán cercana o lejana es a lo que plantea la película en torno a eso?
-Estamos viviendo un momento de confrontaciones tan alto que es difícil, a veces, saber cuál es el verdadero pensamiento. Primero, porque la información también tergiversa. Entonces, no todo se puede tomar como cierto. Yo, por ejemplo, soy alguien que ya está tomando mucha distancia con la información por el tiempo que me lleva detectar primero si no es una fake news, segundo si no está parcializada, tercero si es una fuente real. Me lleva tanto tiempo que la descarto. Entonces, no sé cuándo me transmiten el verdadero pensamiento de los políticos.
-¿Cómo notas la situación del teatro argentino tras dos años muy duros por la pandemia?
-Si hay algo que demuestra el teatro argentino permanentemente es su capacidad de salir de los momentos graves. Y la verdad es que lo está demostrando, no solamente en el teatro comercial sino fundamentalmente en el teatro independiente. A pesar de las dificultades económicas y demás, ahí uno ve que el germen de lo creativo, el germen de que el teatro siga sostenido y teniendo el estandarte de que no va a morir nunca, está permanentemente. Además, yo también estoy embarcado porque ya empiezo a ensayar con Norma Aleandro para Mi abuela la loca y esperamos estrenar la obra en mayo. Veo que todo está apuntando a que realmente podamos salir de este momento. Y siempre el teatro ha tenido una llegada a nuestro público muy fuerte. Creo mucho en lo que hacemos nosotros y en lo que recibe el público. No hay que defraudarlo, hay que tratar de hacer lo mejor posible con lo que tenemos, pero tenemos un público teatrero, que quiere a sus artistas, así que solamente hay que resistir, a veces, estos malos momentos de la pandemia. Es una pausa tan grande la pandemia que nos cambió hasta cierta concepción del tiempo. A mí, por lo menos, me lo cambió. No puedo vivir a la pandemia como algo que sucedió y pasaron dos años. Esos dos años tienen para mí (y creo que para muchos y muchas) una resignificación del tiempo, sobre todo para los que ya tenemos algunos años encima.
-¿Cuántas veces soñaste con el reencuentro del público en estos dos años?
-Muchas. Uno tiene al público adentro. Con tantos años, uno tiene cierto conocimiento del público que lo va a ver. Yo nunca lo abandoné. Sabía que sí era difícil para nosotros porque lo presencial estaba vedado, no lo podíamos hacer. Pero el público está y el público quiere a sus artistas, quiere volver. La gente adhiere mucho al arte en la Argentina. Cuando tiene la oportunidad de acercarse a los artistas, a las manifestaciones artísticas y culturales, en general lo hace. Es un público muy abierto, con muchas ganas. Por eso nunca pierdo la oportunidad de pensar en que nos va a rescatar y se va a rescatar a sí mismo.
-Si en dos años de pandemia, los argentinos no se acercaron, como se especulaba, sino que se profundizó la grieta, ¿cómo imaginás la Argentina pospandemia?
-No sé. Los acontecimientos son día a día. Después de la pandemia, esta guerra que está ahí. No puedo hacer futurología. Me cuesta mucho vivir el presente en términos de cómo detectar la verdad, la mentira, lo que sirve, lo que es chatarra. Me cuesta mucho sinceramente mirar esta realidad y no poder detectar los caminos más o menos certeros, algo que te lleve, de alguna forma, a ciertas cosas veraces. No te digo "la verdad" porque, ¿qué es la verdad? Este es un presente que nos impone mucha responsabilidad. No podemos estar diciendo cualquier cosa todo el tiempo. Es muy doloroso para mucha gente el tiempo presente. Entonces, hay que ser un poco piadoso con lo que nos pasa.
El trabajo en SAGAI
Jorge Marrale tiene una activa participación desde hace muchos años en SAGAI, la única asociación en el país autorizada para gestionar y administrar colectivamente los derechos intelectuales de actores y bailarines. Ahora como presidente. Y en pandemia tuvo una ardua tarea. “El trabajo en SAGAI es colectivo”, afirma. “Es una sociedad en la que todos trabajamos. Hay una comisión directiva que tiene funciones operativas claras. Y la verdad es que en pandemia tratamos de encontrar los mejores caminos para apoyar, para salir también de ese proceso que nos costó tanto y nos sigue costando”. Marrale asegura que hay poca ficción en la Argentina, por lo menos en los canales de televisión. “Todo se está volcando cada vez más a las plataformas y está bien, no tengo nada en contra de eso. Pero la pandemia fue un momento muy duro, lo digo para todo el mundo. Y en el caso particular de actores y actrices y bailarines, que es a quienes representa SAGAI, fue muy bravo”, asegura sobre la falta de continuidad que tuvieron.
“Esos dos años fueron complejos y con muchas necesidades. Y ahí estuvo SAGAI apoyando desde donde se podía, cada uno de los compañeros, no solamente la comisión directiva. Compañeros de SAGAI, los que formamos los casi ocho mil socios, todos de alguna manera, se sumaron a levantar un teléfono y preguntar: ‘Soy tal, ¿necesitás algo? ¿Cómo estás?’”. Para Marrale eso es un ejemplo vital de lo que tendría que ser una sociedad: “Estar atento a lo que le pasa al otro. Y sobre todo cuando el otro no está bien. Y eso SAGAI lo hizo. Y ese es el afán de SAGAI, de continuar en esa línea fuera de la pandemia. Y lo hacemos. Si mirás las tareas que hace la Fundación a pesar de la no presencialidad durante todo este tiempo, no se paró con los cursos, no se paró con los encuentros. Por Zoom, pero fue bárbaro. Y lo que hicieron actores y actrices con los audiovisuales que presentaron. Nadie dejó de crear. Así que estoy esperanzado. Tenemos una calidad de gente que va a poder salir de este intríngulis. Estamos en una situación económica grave. Y es el lugar también para probarse, ver cómo entre todos tenemos que salir, porque la idea acá es que se tiene que salir entre todos y todas. No hay forma de hacerlo parcialmente. Esto es lo que se tiene que entender. Y yo creo que el pueblo lo entiende. Solamente las cuestiones más extremas son las que no aceptan esta posibilidad. La salida es entre todos y todas. No hay otra posibilidad”, concluye.