Benjamín Walker nació en Santiago de Chile, pero desde el año pasado está viviendo en Ciudad de México. Dice que hay una especie de “costumbre” entre los artistas chilenos de ir un tiempo a probar suerte al país azteca y abrir un nuevo circuito musical. Pasó en las décadas del sesenta y setenta con Lucho Gatica y Los Ángeles Negros y con Los Bunkers, Los Tres y Mon Laferte, más cercanos en el tiempo. “No sé si hay otra generación de chilenos y chilenas que hayan migrado tan simultáneamente a México cómo ahora. Y por una suma de circunstancias. Por una contingencia política que nos toca desde el 2019, que tiene a toda la industria artística muy postergada y con muchas dificultades de trabajar; y luego por los efectos de la pandemia”, analiza el cantautor, que sin embargo se muestra muy esperanzado por el presente político de Chile.
El cantante y compositor viene por primera vez a tocar a Buenos Aires –en febrero participó en el Cosquín Rock- para presentar su tercer disco solista, Libro abierto (2021), que deja un poco atrás la melancolía y la introspección de discos anteriores y se sumerge en una canción pop, con un pulso más hacia afuera y colectivo. Acompañado por el guitarrista Nicolás Sotomayor, el chileno se presentará este miércoles 9 de marzo a las 21 en The Roxy Bar & Grill (Federico Lacroze 3499) y luego visitará Córdoba y Rosario (12 y 13 de marzo). “Ha sido una pretensión de siempre tocar allá, más que nada porque yo consumo mucha música argentina, desde muy chico y algunos de mis máximos referentes son argentinos”, apunta Walker, que creció escuchando a Spinetta, Charly García y Serú Girán. “Hoy en día soy muy fan de Lisandro Aristimuño y creo que es un puente musical entre mi generación y esa otra”, dice el chileno, que también encuentra una síntesis entre el rock-pop y la música de raíz.
“Sentía que estaba acumulando un repertorio muy melancólico y estar invocando eso me pesaba porque uno no se siente así todos los días”, explica. “Es un disco de música diversa, con una energía más arriba y la idea fue atender a las circunstancias que a uno le toca vivir en el presente”, precisa. En este línea, se enmarcan canciones como “Quiero verte hoy”, con la colaboración de la mexicana Vanessa Zamora; y “Octubre”, que es una crónica del estallido social en 2019 en Chile, con feat de Perotá Chingó.
“Las circunstancias en las que aparecieron en la canción fue literalmente habiéndonos conocido en la calle, en lo que se conocía entonces como la ‘zona cero’ de Santiago, donde se daban las protestas”, recuerda Walker, en relación a la dupla argentina. El chileno les prestó una guitarra que necesitaban para un show y pegaron onda. “Ahí nos conocimos, les mostré un poco el centro de Santiago y Julia (Ortíz) me preguntó si había escrito algo a propósito de lo que estaba pasando. Entonces, les mostré ‘Octubre’, que había compuesto la noche anterior, y se pusieron a cantarla conmigo”.
-¿Y por qué sentiste la necesidad de grabar una canción como “Octubre”, que tiene ése componente social y político, algo no tan presente en tus discos anteriores?
-Porque me empezó a interpelar. Yo consumo mucha música política y le tengo mucho respeto a la canción política. Y quizás por lo mismo me daba pudor hablar de la contingencia. Siento que tiene que haber cierto sentido de urgencia de parte del creador para hablar respecto a ciertos temas. Yo siempre me he sentido muy privilegiado, nunca me ha faltado nada como para ponerme en una posición de estar protestando frente a algo. Y el estallido social de Chile de 2019 por primera vez me hizo sentir una necesidad de hablar de eso. Fue un desafío personal, ¿con qué lenguaje político me puedo sentir cómodo en mis canciones? ¿Cómo puedo hacer un relato sin sentir que estoy haciendo un panfleto?
-Es una canción luminosa y esperanzada.
-Si hubo una pulsión fuerte para escribir fue porque había mucha rabia en el ambiente y la música que estaba saliendo en relación al estallido apuntaba mucho a un enemigo, a hablar de cierto descontento, ¿Pero qué estaba pasando? Tenías a toda la prensa, que en Chile está súper concentrada en muy pocos grupos y controlada por el establishment, levantando consignas de que todas las revueltas populares y las manifestaciones ciudadanas eran pura violencia y solo querían destruir. Cuando en realidad tenías a familias enteras caminando con sus hijos pidiendo por favor dar vuelta este modelo que nadie pidió tener, que es el modelo neoliberal en Chile y está tan arraigado. Y lo que más me inquietaba a nivel creativo era cómo hablar de esto sabiendo que era difícil, que la Policía nos estaba pegando, pero con la motivación de ver las manifestaciones como algo necesario y positivo.
-En este sentido, ¿Cómo ves la actualidad social y política de tu país con la llegada de Gabriel Boric, y el proceso hacia la nueva constitución?
-Me toca muy de cerca, porque estudié cinco años Derecho en la Universidad de Chile y empecé en 2011, que fue el año de la revolución estudiantil y ése acontecimiento fue el que posicionó a los actuales dirigentes del gobierno. Gabriel era el presidente del Centro de Estudiantes de mi facultad y yo mismo terminé votando por él cuando salió presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile. Entonces, me ha tocado ver de cerca a una generación muy decidida y muy empoderada darle una conducción muy distinta a Chile en relación a lo que veníamos acostumbrados desde la vuelta de la democracia. Que algo tan utópico como una serie de dirigentes estudiantiles terminen en poco tiempo ganando la presidencia de la república y que detrás de ellos haya todo un proyecto generacional es muy emocionante. Pero también estamos muy alertas, porque en los últimos años en Chile todo pende de un hilo. Tenemos un proyecto constituyente elaborándose en paralelo a este nuevo gobierno, un establishment que es muy reacio a cambiar el statu quo y estamos reaprendiendo a vernos las caras en democracia.
-¿Y la canción chilena actual es receptiva y sensible a este proceso político?
-Si hay una característica que es transversal a la música chilena hoy en día es que es una canción muy contingente. Difícilmente vas a encontrar a un artista de nuestra generación que le tocó vivir en los últimos tres años sin involucrarse políticamente con lo que pasaba. Y hay una suerte casi de moralismo en la música chilena que dice "ojo, si vamos a estar haciendo música hay que referirnos a lo que está pasando". Se interpelaba mucho el espacio del espectáculo en vivo en esos días, en 2019, como algo que no podía ser banal, que tenía que hacerse cargo del momento histórico y denunciar las cosas que estaban pasando. La escena venía creciendo mucho. Pero el estallido social, si bien energizó mucha a la escena artística, dejó muchos golpes. Por una decisión política desapareció cualquier ayuda y espacio para la cultura en Chile. Y hoy en día estamos viviendo circunstancias muy adversas. Son varios los colegas que están buscando cruzar la frontera para hacer su trabajo. Eso me angustia mucho porque era muy potente lo que se venía gestando. Pero este gobierno viene a oxigenar la percepción de la realidad y estamos poniendo nuestra confianza en que van a salir al rescate de la cultura.