“De raíz mestiza, voy creciendo a la canción/soy del humedal, nordeste adentro/ mítica comarca del quebracho que les dio/ sangre de tanino a los hacheros”. Con letra de Gustavo Machado, la canción “De raíz”, suerte de chamamé estilizado, abre el séptimo disco de la cantante santafesina Patricia Gómez, un fresco litoraleño de trece temas con arreglos modernos de Mariano Peresón que se mueven en las contornos de la música folklórica contemporánea, tan arraigada en grandes nombres que el álbum retoma como Ramón Ayala, Jorge Fandermole y Teresa Parodi, así como otros no tan conocidos y más recientes, de Juan Iñaki y Nadia Larcher a Damián Lemes y Georgina Hassan.

El mestizaje como concepto y rumbo de la trova popular del presente, ese el camino por el que prefiere caminar Patricia Gómez en De raíz. Beber de las aguas de la tradición con la dinámica de los nuevos tiempos: presentarse tanto en los grandes festivales como en escenarios pequeños sin alterar la poética de la canción que atrapa por su letra, ritmo y melodía. “El disco es música litoraleña traspasando las fronteras geográficas. Porque la raíz no es quietud ni detenimiento, sino permanente crecimiento y afirmación que se sostienen en ritmos y textos tradicionales”, lo define, en sus propias palabras. “Pero, a su vez, se alza en ramas poderosas que vinculan lo antiguo con la necesidad esencial de crecer, de transformarse, de liberarse”.

Grabado mayormente en la cuarentena, la larga lista de invitados mandó sus materiales desde sus casas, modalidad que se convirtió en la regla de la pandemia. “Apenas si pude presentarlo por Santa Fe, ahora queremos hacer una gira por Buenos Aires, pero no es fácil para los que somos del interior y armamos nuestra música de forma autogestiva”, enfatiza. La cantante armó una suerte de dream team: Marcelo Dellamea, Franco Luciani, Juan Carlos Baglietto, la cubano-mexicana Leiden, Milagros Caliva, Ernesto Snajer y Juancho Perone, entre otros. Todos orbitando en un notable grupo comandado por Peresón y compuesto por piano, acordeón, guitarra, bajo, contrabajo y percusión, capaz de pasar con singular orquestación de un candombe a un chamamé, de un festejo peruano a una chamarrita o a un hit de Fito Paéz como “Parte del Aire”.

La de Gómez es una voz con trayectoria y personalidad, un registro de mezzosoprano dúctil y de finos matices, que dentro del ensamble grupal nunca se escucha impostado ni alrededor de esas florituras litoraleñas que suelen aturdir con grito de sapucai. Cada tema es una puerta de entrada a las historias recónditas, de orilleros, amaneceres, infancias, leyendas y oficios del mundo litoraleño, una música más para ser contemplada que bailada en la pista, como en la canción de León Gieco, “Río y mar”: “A veces soy el altar de la luna/a veces arena pobre con sombras/soy un fantasma salvaje que no vuelve/y a veces soy un pájaro que por vos/ quiere regresar”.

En De raíz, además, conviven giros de sonoridades americanas, africanas, árabes y europeas bajo la esencia rítmica del chamamé. “Fue un proceso casi en soledad, monté un estudio en mi casa para ensamblar los temas pero a la vez sentí un compromiso colectivo de mis invitados”, sintetiza la cantante, que cumplió 35 años de carrera. “La pandemia nos puso a todos en la misma escala, hubo igualdad de condiciones para el más conocido como para el más desconocido. El chamamé es Patrimonio de la Humanidad, y mi trabajo es no encasillarlo, que pueda llegar a todo el mundo, porque se merece tener un lugar importante en el corazón de la música popular”.

Comenzó cantando desde chica: tenía diez años cuando se subió al escenario de un festival en Reconquista, ciudad santafesina en la que todavía reside. Ganó el certamen de nuevos valores, fue su bautismo de fuego. Luego cantó en las capillas de su zona, en fogones, en guitarreadas. Su padre era músico y solía acompañarla. “Siempre entendí a la música como una forma de vida. Estudié canto, piano, guitarra. En mi adolescencia grabé mi primer disco. A los 18 gané el Pre Cosquín y grabé otro disco. Después vino un torrente de actuaciones por el país, siempre tocando música del Litoral”.

Recorrió China en una gira, cantó rock, fue nominada a los premios Gardel con su disco Jaaukanigás (2018), compartió escenarios con Pedro Aznar, Carlos Aguirre y Teresa Parodi y grabó temas de Fernando Cabrera, Coqui Ortiz, Chacho Muller, Serrat y Spinetta. Se formó escuchando, a la par, folklore, tango, música clásica y jazz. “Hay una síntesis, que luego se traduce en mis instrumentaciones. Esos elementos en mí conviven en una comunión y no en una confusión”.

Docente y directora de coro, su referente fundamental sigue siendo Mercedes Sosa: “Porque en su voz están todas las cantoras de America Latina. Es un faro permanente y un ejemplo de lucha, resistencia, empoderamiento y, sobre todo, una de las voces más bellas que jamás he escuchado”. Y uno de sus discos preferidos, el que no para de escuchar, es El amor después del amor, de Fito Páez: “Me enamoré de esa poesía tan distinta a lo que venía escuchando, los arreglos, las fusiones con el folklore, las tímbricas...”.


“Vuelvo/ Como un grito en medio del silencio/ Con todas las hojas, con el viento/ Y un pueblo sonándome en la piel/ Y un pueblo cantándome en la piel/ Y un pueblo gritándome en la piel”, canta Patricia Gómez en “Vuelvo”, el único tema del disco en el que escribió la letra, una suerte de candombe que semeja al tono de una Liliana Vitale. Y en la emblemática “El país del interior”, de Teresa Parodi, entona unas frases que se oyen como si fueran un manifiesto desde su rincón de provincia: “El país que parimos juntos/ El país del interior/ El que los cabecitas negras/ Construimos sol a sol/ El país por el que ahora vamos/ Otra vez buscándonos/ El país que mira hacia adentro/ El que somos vos y yo”.

De raíz, en definitiva, como poética de una región, la del río: los relatos de su gente, sus rebeldías, sus sufrimientos, sus idiosincrasias. “Y aún con la bajante histórica del Paraná, ese río es agua y vida y en su mecer se parece al ritmo del chamamé. Ese río puede ser el río de cualquiera. Y es análogo a la canción. Como dice Marta Gómez en ‘si no cantara’. Si el nido de mi garganta no se volviera canción, ¿a dónde me llevarían mis pies y mi corazón?”.