Desde Barcelona

UNO Rodríguez vive en estado de alerta ante posibilidad de morir en estado de alerta. La diferencia entre alertaalarma es que la alarma suele ser pasajera mientras que la alerta llegó para quedarse en el cuarto de indeseables invitados.

DOS Rodríguez ha creado nueva alerta de Google: fin del mundo tal como lo conocemos y nada de sentirse bien.

TRES "No va a pasar nada", le dice más de un amigo que, cada vez más, le suena no a amigo sino a (des)conocido y habitante de esta España recientemente consagrada como mayor consumidora de benzodiacepinas del planeta. Y, sí, estar alertado suena demasiado parecido a estar alterado. A lo que Rodríguez siempre piensa y a veces responde: "Estoy seguro que cinco minutos antes de ya sabes qué, en Hiroshima, también pensaban que no iba a pasar nada de lo que pasó. Supongo que tres días después, en Nagasaki, ya estaban alertados en cuanto a que algo podía llegar a pasar; pero no tuvieron mucho tiempo de alterarse pensando en ello porque enseguida pasó".

CUATRO "¿A qué no sabes que pasó?" siempre fue un modo efectivo para detonar conversación apelando a curiosidad del otro. Ahora, en cambio, de seguir así, todos van a conocer la respuesta a esa pregunta. Y tal vez todo esto pase sin que acabe pasando ese algo que determina que ya nada pasará o que ya nada peor que eso podrá pasar. Pero, aun así, distintiva e inquietante sensación de Rodríguez de adentrarse sin salida en el cerebro de las tinieblas de constante y continuista y (continuará...) Era de la Catástrofe Permanente donde preguntarse una y otra vez "¿A que no sabes que volvió a pasar?" o "¿A que no sabes que podría pasar la semana que viene?". Y, en formación y deformación, que pase la/lo que sigue: hay más lugar al fondo en ese lugar sin fondo ni forma.

CINCO Y así, todos, a aprender cómo se escribe --se escribe así-- Zaporiyia. Parece (viernes por la mañana) que ha podido controlarse el incendio. Pero el problema no es el incendio sino el fogoso y ardiente pirómano. Y ya todos saben como se escribe su nombre: como Rasputin sin el Ras. Es fácil de escribir pero difícil de explicar.

SEIS Y, seguro, ya hay muchos escribiendo ensayo/error sobre Vladimir Putin con modales del formidable Explicar a Hitler: La búsqueda de los orígenes de su maldad de Ron Rosenbaum. Aunque a Rodríguez le bastó ese bio-documental acerca de su... uh... trayectoria para comprenderlo absolutamente todo acerca de quien más tiempo lleva siendo presidente de la Federación Rusa. Orígenes KGB, obsesión con espías de ficción, rostro-máscara, conducta que lo acerca cada vez más a los más excesivos emperadores de Roma o a los american psychos de Gotham City. Y (también consciente de las coloridas áreas grises del otro "bando", ya no cree en nadie) de una cosa está seguro Rodríguez: Putin no tiene "buen perder". Es decir: difícil que vaya a pronunciar emotivo discurso de despedida en el Kremlin para después retirarse a dacha Xanadú. A Putin se lo cancela o cancela, tiemblan muchos.

SIETE Y, sí, las comparaciones son odiosas pero, también, en ocasiones, terroríficas. Y Rodríguez imagina que cualquiera puede imaginar cuál hubiese sido la reacción del Führer si, ante la inminencia de la derrota, hubiese contado con la bomba atómica como Solución Final II. Ya se sabe: Torre Eiffel reemplazando postal de la Estatua de la Libertad como espléndida ruina radiactiva en todo ese cine catástrofe que empieza/termina muy pero muy mal.

OCHO Y Rodríguez se acuerda de haberlas visto, en su infancia, estrenadas casi juntas como hermanas gemelas de personalidad opuesta: laFail Safe de Sidney Lumet y la Dr. Strangelove de Stanley Kubrick. Las dos, muy distintas, pero terminando igual. Tragedia y farsa al mismo tiempo y The End en común con venenosos hongos nucleares en el horizonte. Al final de la de Lumet, un frenético collage de imágenes a ser borradas del mapa. En el de Kubrick, la voz de Vera Lynn cantando "We'll Meet Again". Canción a la que alude Roger Waters en The Wall. Y quien, en el siguiente disco de Pink Floyd, The Final Cut, cerraba todo por liquidación total con la hermosa y reposada "Two Suns in the Sunset". Allí (Rodríguez vuelve a oírla ahora, mientras todos están muy ocupados aprendiendo ese TikTok-bailecito-kawaiide Rosalía), el narrador conduciendo su automóvil hacia ninguna parte "sufre premoniciones, confirma sospechas" y, apenas sorprendido por la súbita aparición de un sol al Este aunque el día haya terminado, es barrido por viento nuclear: ese en el que sopla la última respuesta incorrecta pero inevitable que menos gustaque den a la última pregunta del principio del fin: ¿Qué pasó? Pasó que a la tercera (Guerra Mundial) va la vencida. Y sin vencedores.

NUEVE Y lo que se preguntaba un artículo que Rodríguez leyó días antes de lo de (¿cómo era que se escribía?, ah, sí, así) Zaporizhzhia en The New Yorker era si cabía tomarse en serio las amenazas radiactivas de Putin "reviviendo miedos de una era pasada". Allí, Daryl Kimball --director ejecutivo de la Arms Control Association en Washington-- respondía que "jamás dejamos atrás esa era, pero ahora nos adentramos en un nuevo momento de ella". El asunto, claro, es si ese momento va a ser largo o será apenas como un chasquido de dedos enguantados de Thanos. Ned Price --vocero del Departamento de Estado-- consideraba lo de Putin como "retórica provocativa", pero añadía que "aumentaba el riesgo de un error de cálculo". De nuevo: Fail Safe y Dr. Strangelove y para qué era que era este botón. Y lo del New Yorker incluía vozarrón del inestable y volátil y televisivo propagandista del régimen Dmitry Kisellyev preguntándose "¿Para qué necesitamos un mundo si Rusia no está en él?"Lo que nos lleva, de vuelta, a una central nuclear en Запоріжжя.

DIEZ Así, ahora, todas esa novelas in progress con apocalipsis pandémico como telón de fondo preguntándose si no deberían sacar del arcón de los recuerdos inolvidables attrezzo más vintage de holocausto nuclear. Sí: The Stand de Stephen King mutando a Swan Song de Robert McCammon (aunque The Stand comenzaba con virus pero, también, terminaba con explosión atómica en Las Vegas). King siempre fue y es y será muy generoso: siempre da mucho miedo.

ONCE Y Rodríguez se entera de que, tantos años después, salió nuevo disco de Tears for Fears: esos Simon and Garfunkel del angst existencial janoviano-gritón que marcaron a fuego su juventud. Los de "Mad World" y los de "Everybody Wants to Rule the World". Ahora se pregunta si tendrá tiempo de escucharlo: se titula The Tipping Point y se traduce como "El Punto de Inflexión".

DOCE Mientras tanto y hasta entonces (mientras todos vuelven a ser "especialistas" en Zaporižžja, mientras todos transmiten frente de batalla con esos mismos teléfonos que usaban para grabar explosiones y humo enconciertos de rock), no todo es malas noticias. Carpe diem y baby steps: Rodríguez recuperó cable-cargador de su móvil. Y tal vez los alien-arqueólogos del futuro (cuando lo desentierren a él, radiactivo esqueleto aferrándolo amorosamente) se pregunten qué pasó y para qué era. Una respuesta posible será que servía para oracular y alarmante recepción de alertas alertando demasiado tarde de que se sigue en alerta. Pero, tal vez, mejor esperar a que alguien (no seré yo) escriba Explicando a Rodríguez: La búsqueda de los orígenes de su final.