La escritura parece ensayar las formas de una improvisación. Un relato múltiple que se construye a partir de hipótesis, donde los personajes y narradorxs imaginan opciones y piensan qué podría suceder si esa variante ocurriera.

De alguna manera Una circunstancia denominada mundo es un texto de pruebas, de formas aventuradas que se abren y se yuxtaponen. Existen personajes que viven las historias y también hay una narradora, a cargo de Natalia Casielles, que, desde la altura del escenario del Espacio Callejón, cuenta la historia sin pretensiones de totalidad pero con esa impaciencia que le da saber lo que los personajes sienten y piensan en el momento en que la acción se desarrolla ante nuestros ojos.

La dramaturgia de Jimena Aguilar no le da a este personaje la entidad de una autora. Ese rol podría ocuparlo cualquiera de las criaturas que desarrollan la trama. No hay aquí un lugar de autoridad sobre los hechos, por el contrario, las distintas variaciones hacen de la hechura final algo inestable, permeable a nuestra opinión y sensibilidad de espectadorxs. Aguilar presenta este ejercicio simultáneo donde son muchas las voces que componen la misma escena y, de esa manera, la desarman, la aumentan o la llevan a un detalle descomunal. Asistimos al teatro como si fuera una película. Casielles podría ocupar el lugar de la voz en off si no fuera que su presencia asume una actuación que va de la delicada ironía a una suerte de identificación esquiva con cada personaje que señala.

En este juego lxs protagonistas no son obedientes. Por el contrario, intentan llevar adelante esas alternativas que al comienzo de la representación parecían ser propiedad exclusiva del orden de la enunciación.

Cómo ponerle el cuerpo a un discurso podría ser el objetivo que estructura esta obra escrita y dirigida por Jimena Aguilar donde los procedimientos técnicos vienen a invocar esa parte de lo real que se nos escapa. Operan como amplificadores de la experiencia y la imaginación. Los documentales que en Bruno impulsan un deseo de aventura, un atrevimiento hacia realidades que no se encuadran con sus costumbres, no funcionan simplemente como una fantasía. Aguilar entiende que ese universo que vemos en las pantallas tiene tanta impronta de realidad, como la cercanía más palpable y en esta cofradía de personajes jóvenes hay una voluntad de anexar esos territorios que se les escapan.

La disposición del espacio supone también un uso no realista de los recursos, más vinculado a la percepción de Bruno, Dalmaro, El Neto y La Neta, a sus maneras de habitarlo como una comunidad de amigxs que se desentiende, por momentos, de las formalidades de una relación.

En Una circunstancia denominada mundo el amor es una matriz colectiva que se desplaza y es aquí donde la sensibilidad de los actores y actrices, su manera de ir más allá de los hechos para dejarse encantar por sus estados de ánimos cambiantes, hacen del lenguaje una acción. Aguilar expone el discurso como una materia física y encuentra en Guido Botto Fiora esa naturaleza un tanto soñadora, esa mirada del joven que siempre parece estar viendo algo más cuando las situaciones ocurren. La actuación de Camila Peralta interviene como el contrapunto justo al ser más terrenal, maciza y contundente.

Dónde está el verdadero tiempo de una vida, de las cosas que nos acompañan es algo que en la escritura de Aguilar pertenece al orden de lo introspectivo, del monólogo interior. Porque todos los personajes son una suerte de narradorxs en esta historia y si su formato fuera una novela, seguramente estaría estructurada desde el punto de vista de cada personaje. Esas miradas del mundo que aquí entran en una contienda piadosa, en una palabra que se encima y se pisa para saber dónde se esconde eso que se desea.

Una circunstancia denominada mundo se presenta los lunes a las 21 en Espacio Callejón.