El perfil biográfico de Eulogia Román está en construcción. Eulogia, como tantas mujeres que la historiografía enmudece a sus anchas -artimaña machista que saborea ese destierro-, no tiene un lugar detallado en el mundo enciclopédico, ¿cuánto se dice? ¿cuánto se calla? Ninguna fecha de cuna, ningún boceto de réquiem, ningún epitafio.
Pero como la muerte no alcanza para darle alivio a la omisión ladina y a la espera del día justiciero, su nombre vivo se escurre titánico y tiene un lugar propio en las cartas y en los documentos que recuerdan a las primeras sindicalistas y feministas chilenas. ¿Quién fue Eulogia? ¿Por qué fue la mujer designada en 1937 por el Comité Nacional del MEMCH (Movimiento Pro Emancipación de las Mujeres de Chile) para organizar por el norte trasandino la gira de difusión de su Primer Congreso Nacional?
La historiadora suiza Corinne Antezana-Pernet dice que Eulogia pertenecía a una modesta familia campesina del norte de Chile, que llegó a Santiago siendo muy joven y que, trabajando en la industria tabacalera, se incorporó en 1926 a los comités de propaganda femeninos de la FOCH (Federación Obrera Chilena) y al Partido Comunista. Según la historiadora, el PC nunca le dio un cargo de importancia a pesar de su “talento para hablar en público” y la atacó por ser lesbiana.
La biografía fragmentada cuenta que además de recorrer el país dando charlas en los barrios obreros fue ayudante de laboratorio en el Instituto de Fisiología de la Universidad de Chile y vendedora itinerante de corbatas. Una viajante como Willy Loman pero con otros intereses. En la restauración del camino andado y antes de que el lamento implícito borre las pistas, el nombre de Eulogia aparece en algunas de las cartas que se enviaban las mujeres del movimiento feminista: “Eulogia Román (…) una memchista que hacía incómodos viajes para llegar hasta los lugares más apartados de Chile con el fin de capacitar y apoyar en la organización de los comités locales, relata que se reunió con mujeres campesinas de la localidad de Sotaquí y que se encuentra en un lavadero de oro con más de ciento veinte mujeres (…) comenta con alegría la buena aceptación que ha tenido su trabajo”. (Epistolario Emancipador. Catálogo histórico comentado (1935 - 1949) del MEMCH, Claudia Fedora Rojas Mira y Ximena Jiles Moreno).
En el siglo XXI (la publicación del catálogo es de 2017) el hogar de las estampillas y la lectura le hacen frente al silencio sostenido por la herencia y despabilan al futuro. En cobardía perpetua el mundo sindical también la dejó afuera de la historia que protagonizaba; si se presentaban a elecciones veintidós delegados, solo tres eran mujeres y nunca eran las elegidas. Pero si nadie detenía a las mujeres emancipadas, ¿por qué iba a detenerlas esa disparidad?
El 8 de noviembre de 1935 apareció en La mujer nueva, el boletín del MEMCH, un artículo de Eulogia titulado: “La mujer obrera es doblemente explotada” , en pocas líneas revela una “cadena interminable de abusos”, habla de las doce horas de trabajo y de la diferencia salarial: “un mecánico de una máquina empaquetadora de cigarrillos cobra $15 o $17 diarios y una mujer $7 u $8”, pide cunas en las fábricas para que las madres puedan “amamantar a sus guaguas a las horas necesarias”, explica las trampas con las que suspendían varios días a las mujeres durante el año para dejarlas sin vacaciones y denuncia que cuando un patrón se enteraba de que una de ellas estaba embarazada, la echaba. La vida entera de las Eulogias está llegando, las iremos conociendo a todas, no hay opción que sostenga este silencio ni marea que se deje dominar por el deseo ajeno.