Amina desarma, no sin esfuerzo, una enorme rueda de camión para obtener los finos pero resistentes alambres enterrados en su interior, materia prima de su oficio: la construcción de braseros que luego venderá en las calles de Yamena por unos 2000 francos. Con suerte 3000. Madre “soltera” y, por lo tanto, marginalizada en la sociedad chadiana, esa particular forma de artesanado es esencial para parar la olla y pagar la educación de su hija adolescente, Maria. 

La vida en la capital de Chad, país ubicado en el centro de África y con un pasado colonial francés, es dura –en particular para una mujer sola, sin un hombre a su lado– pero se la enfrenta con paciencia y tesón. La noticia llega de manera inesperada, como suele ocurrir en esos casos: Maria está embarazada, el peor de los escenarios posibles para una joven de quince años. El aborto no sólo es ilegal sino que figura muy arriba en la lista de prohibiciones del Islam. El nuevo largometraje del realizador chadiano afincado en Francia Mahamat-Saleh Haroun, el director de Abouna (2002), Daratt (2006) y Un homme qui crie (2010) –todas exhibidas en distintas ediciones del Bafici o el Festival de Mar del Plata– aborda con sensibilidad feminista un tema complejo para la sociedad de su país natal.

A partir de un relato íntimo, en el cual la relación madre-hija conforma apenas el primer anillo del círculo de vínculos humanos que describe el título, Lingui: los lazos sagrados, que ya puede verse exclusivamente en la plataforma MUBI, tiene alcances universales, más allá de las particularidades culturales y religiosas que la atraviesan. “El lingui es una suerte de precepto relacionado con la vida comunitaria, una filosofía de vida”, afirma Mahamat-Saleh Haroun en comunicación exclusiva con Página/12 desde París. “Si se comparte un mismo espacio, se forma parte de una familia, de una comunidad, es necesario ayudarse mutuamente. Cuidarnos entre todos, sin olvidar a nadie. En cuanto se olvida el lingui, comienzan los conflictos”. 

A pesar de vivir en Francia, casi todas las películas de Haroun, con apenas un par de excepciones, fueron filmadas en Chad, un regreso al terruño que, en su caso, tiene una razón de ser de mucho peso: se trata del único cineasta activo en un país sin industria de cine. “Si dejara de filmar allí, mi país se quedaría sin imágenes cinematográficas. Chad se convertiría en un agujero negro. Para mí es una obligación llevar a la pantalla el pequeño punto de vista de mi país”.

La odisea de Amina y Maria, una vez tomada la decisión de abortar, las lleva a enfrentarse con los mil y un obstáculos lógicos en un país donde la interrupción del embarazo es ilegal. ¿Qué hacer? ¿Juntar una suma de dinero que parece imposible de alcanzar y realizar la práctica en una clínica privada? ¿Recurrir a una mujer que realiza en su casa abortos y mutilaciones genitales, terrible tradición muy común en ciertos países africanos? “He leído muchas historias en revistas y periódicos acerca de niños recién nacidos, asesinados y abandonados en botes de basura, pero también fui testigo, cuando era muy pequeño, de un hecho similar en mi barrio. Fue realmente algo muy traumático para mí, y al leer estas historias muchas décadas después comencé a pensar en la posibilidad de hacer una película que tocara el tema. Es algo muy común y debemos lidiar con esa problemática. En Chad la única responsable sigue siendo la mujer. Incluso si se conoce la identidad del padre, la vergüenza le pertenece a la mujer. Es una gran injusticia. Mi hermano es médico y vive en Chad y me contó muchas de esas tristes e injustas historias. Después de filmar la película pasé un tiempo con mi madre y hablamos mucho; eso me permitió descubrir cosas de su vida. Ella sufrió considerablemente bajo la sociedad patriarcal de mi país. Como hombre, crecí sin pensar demasiado en los problemas de las mujeres, así que Lingui es una suerte de tributo a todas las mujeres”.

-Desde su estreno mundial en la competencia oficial del Festival de Cannes Lingui se ha exhibido en cines de todo el mundo. Sin embargo, ¿pudo mostrarla en Chad?

-Así es, pudimos exhibirla en Chad el pasado mes de noviembre y fue realmente algo muy grande. Tuvimos presentaciones y sesiones de preguntas y respuestas con el público durante toda una semana. La audiencia en general fue muy entusiasta, especialmente entre los jóvenes, tanto mujeres como varones. Ocurrió también algo interesante: un grupo de mujeres involucradas en cuestiones sociales se acercó a la actriz Achouackh Abakar Souleymane, que interpreta el personaje de Amina, y le pidió que fuera vocera de sus actividades. Todo indica que la película inició algo en mi país, ojalá eso siga creciendo.

-Ya que ha mencionado a una de las actrices, ¿cómo fue el proceso de elección de Souleymane y de Rihane Khalil Alio, que encarna a la joven Maria? En ambos casos se trata de mujeres con escasa o nula experiencia actoral previa.

-Conocía desde antes a Souleymane, porque había interpretado un rol muy pequeño en un film anterior. Lo interesante fue que, cuando se acercó para participar en Lingui, se había divorciado hacía algunos meses y era madre de una niña de dos años y un bebé de un par de meses. En el primer día de ensayos, cada tanto debía parar e ir a alimentar al bebé. Fue algo notable, porque realmente quería formar parte de la película, y al no tener actores profesionales en Chad lo más importante fue contar con gente que realmente quisiera actuar. El personaje fue creado en cierta medida a partir de muchas historias personales. En el caso de Rihane, ella llegó al proyecto porque su hermana mayor había actuado en mi primer largometraje, Abouna. Lo extraño es que ella había visto esa película, pero no sabía que yo era el director. Llegó al casting y dijo que quería participar porque su hermana había actuado en un film hacía casi veinte años, que resultó ser Abouna. Fueron dos meses de preparaciones y ensayos en los cuales ambas ayudaron a crear los personajes tal y como pueden verse en el film.

-¿Fue complicado el rodaje en la ciudad de Yamena, la capital de Chad?

-La filmación tuvo lugar en gran medida en un barrio periférico de Yamena, un barrio popular. Usualmente en Chad hay problemas con el suministro de electricidad y hay zonas de la capital que no tienen luz durante varios días. Siento mucho afecto por esa gente, que suele ser marginalizada en la sociedad chadiana. Es gente que lucha día a día y que quiere darles un sentido a sus vidas. Por eso hice la película en esa zona, que no tiene ni siquiera iluminación pública. Todo eso es real.

-Hablando de la luz, la fotografía en Lingui es muy especial, con predominio de naranjas, amarillos y ocres. ¿Cómo fue el trabajo de diseño visual junto al director de fotografía, Mathieu Giombini?

-Deseaba obtener una luz particular para el film, que funcionara a un nivel metafórico. Como si uno estuviera en un túnel y de pronto avanzáramos hacia la luz. A pesar de que la historia es triste, quería que el público recordara esa luz, esos colores, que ofrecen una especie de esperanza. Los personajes atraviesan muchas dificultades y dolores, pero hay una esperanza al final del camino. Finalmente, esos son los colores de Chad, los que pueden verse cotidianamente en las calles. El amarillo está muy presente, en parte por la arena. Con Mathieu hablamos mucho sobre las pinturas de Caravaggio, con esos contrastes entre luz y oscuridad. Hay otra referencia, la película Thérèse, de Alain Cavalier, que todo el tiempo ofrece una impresión pictórica, con esos fondos oscuros y los rostros y cuerpos muy iluminados.

-¿Cuán importante es la influencia de la religión en la sociedad de su país, mayoritariamente musulmana pero con una fuerte presencia cristiana?

 

-El aborto divide a la gente de Chad, como ocurre en todos lados, pero los musulmanes y cristianos suelen estar muy en contra. Ni siquiera quieren oír hablar del tema. Es algo prohibido, no sólo por la ley sino por ambas religiones. Al mismo tiempo, más allá de la religión, las mujeres tienen otro problema, ligado a la cuestión de su independencia. En Chad la mayoría de las mujeres les pertenecen a sus maridos y, en muchos casos, desearían ser más independientes. Fuera del matrimonio, es como si estuvieran en una lista negra. Las mujeres solas sufren una suerte de muerte social. Pero hay gente que lucha y quiere cambiar las cosas. Es una minoría, pero así comienzan los cambios, paso a paso. He leído que en su país, Argentina, el aborto es legal desde hace poco tiempo. Siempre es una batalla larga y difícil, pero es importante que las mujeres sean dueñas de su propio destino.