“Somos personas que todavía servimos” dice Rosa Cecilia Duran (62) en su puesto de arepas, bombas de papa y tamales frente al Congreso. Ella es migrante colombiana, llegó a Buenos Aires hace 11 años y es parte de la Asociación de Mujeres Unidas, Migrantes y Refugiadas en Argentina (Amumra). Durante los años de pandemia se dedicó a hacer comida para vender, reconoce que fue muy difícil el sostenimiento de la vida y que volver a las calles de alguna forma fue empezar a vivir de nuevo: “Fueron dos años sin trabajo, sin recursos que nos quepan a nosotras como mayores de edad. De algún modo somos discriminadas por tener edad avanzada. Estar acá este 8 de Marzo es como un desquite”. Para el 8M, Rosa se hizo dos trenzas largas que se mezclaban con un cordón de color rojo, el peinado le caía sobre una camisa tradicional colombiana. Sus compañeras más jóvenes la ayudaban en las tareas de la cocina, la reconocen como una referente indiscutible. ¿Cómo se construyen esas referencias en donde la edad y la experiencia son definitorias pero que a su vez esa misma edad y esa experiencia basada en el paso del tiempo funcionan como criterio para considerar esas vidas menos productivas? ¿Qué es lo que se considera productivo en mujeres mayores de 60 años?
Un grupo de trabajadoras de salud, la mayoría enfermeras, fueron parte del after de una plaza que nadie quería desocupar. Las horas pasaban y quedarse fue una forma de darle mas aliento a una jornada de fiesta y lucha. Las enfermeras vistieron ambos intervenidos con la frase “enfermeras en lucha” escrita con fibrones. Son prendas que las vienen acompañando en muchas de las manifestaciones en las que reclamaron por las condiciones laborales que padecieron durante la crisis sanitaria de la Covid19. Consideran también que luego de la pandemia tuvieron la posibilidad de visibilizar exponencialmente su profesión: “Esto antes no sucedía” -dice Liliana Cabrera (63), enfermera del Sanatorio Julio Mendez recibida en el año 79-. En aquel tiempo no se podía decir nada, yo era muy sumisa, cuando empecé a salir a la calle con mis compañeras en el 2018, me di cuenta de que era posible pedir algo y explicar porque lo quiero. Porque es mi derecho. Antes no lo decía”.
Liliana está a
punto de jubilarse, lejos de sentir que ese es un paso a la
improductividad, espera la jubilación con ansias y según sus palabras
“con ganas de estar tranquila”. ¿De que se trata la tranquilidad vista
como horizonte después de 30 años como trabajadora? “Colgar el ambo y tener ese
esperado derecho al descanso” dice efusivamente.
Bety Chivel (62) trabaja en el Hospital Penna: “Hoy es un día muy
importante para todas las trabajadoras de salud, estamos acá también
porque muchas murieron durante la pandemia y para nosotras es muy
importante poder manifestarnos por las que ya no están. Las trabajadoras
de salud somos muy violentadas y perseguidas por la institución”. Bety
dice que está este 8M en la Plaza de los Dos Congresos por una
compañera que murió durante la pandemia esperando un respirador. “Se
llama Gilda Zurita, yo vengo por ella y por todas las compañeras que
perdieron la vida inútilmente, porque se podría haber evitado”, dice
con los ojos llenos de lágrimas pero rápidamente se repone cuando habla
de sus nietas: “Espero que aprendan lo
que significa estar en la calle, por ellas también estoy acá.”
Las discusiones sobre cómo nombrarse también son un punto clave para reflexionar sobre el edadismo, la gerontofobia, el sistema previsional, el derecho al goce y la vida por fuera de los estándares de productividad ligados al trabajo. Viejas, tercera edad, personas mayores, mujeres grandes, jubiladas, abuelas, allí también se discuten cuestiones relacionadas a la identidad. En esta marcha del 8M, mientras tanto, muchas de las consultadas en esta crónica recibían el mote de “vieja” con humor y hasta cierta alegría porque, al fin y al cabo, tenían mucho para decir.
Fanny Seldes (70), es parte de la Asamblea Popular Feminista y de la Comisión Vesubio y Puente 12 de familiares y sobrevivientes de víctimas de esos campos de concentración durante la dictadura. Este mapa de militancia la mantuvo activa durante la pandemia a través de asambleas virtuales y del seguimiento de los juicios de lesa humanidad que sucedieron desde el 2020 hasta ahora. Pero Fanny con sus 70 años no dejó la calle durante el tiempo de pandemia, salía a caminar todos los días, estuvo en la legalización del aborto, en la marcha del orgullo 2021 y ahora acordó en juntarse con sus compañeras de la Asamblea en Yrigoyen y Solis frente al escenario de Ni Una Menos: “Pensando en el cuerpo hay como una cosa y es que se generan endorfinas estando acá, si yo tuviera que estar parada esperándo a que me atiendan en una oficina, sería un embole. Pero acá es como que toda esta energía es vital y además estamos hoy aquí por algo muy valioso” ¿Qué es lo valioso? Le pregunta esta cronista: “Saber que venís a la calle y estas con la gente querida, aunque no la conozcas”.