Nos mueve la potencia de un movimiento que es internacional, plurinacional, interseccional, heterogéneo. Una potencia transversal, abrasadora. Una potencia que sostiene puños en alto, cuestiona toda norma y se propone cambiarlo todo. Y cuando decimos cambiarlo todo, hablamos de romper las estructuras que hoy sostienen el patriarcado, el capitalismo, el racismo, el extractivismo, la heteronorma.

Hablamos de una justicia que criminaliza a una lesbiana chonga, visible, pobre, por defenderse de una violación correctiva. ¿Y porque lxs indignadxs de la violación en grupo de Palermo no salen a pedir la absolución de Higui? ¿Tiene que suceder a la vista de todxs para que a una le crean? ¿O será que a las lesbianas se les cree menos? ¿O será que si nos defendemos nos merecemos un linchamiento público? ¿O será que nos quieren víctimas eternas, indefensas, que no salgamos solas de noche con la pollera corta, que no nos emborrachemos, ni nos droguemos, que no viajemos solas? ¿Por qué la culpa siempre es nuestra? ¿Por qué parece que cualquier cosa que hagamos habilita a varones cis a tocarnos, matarnos, violarnos?

Hablamos de una sociedad en la que hay un varón trans desaparecido, que fue a pedir trabajo y nunca volvió y eso no conmueve, por ser trans, por ser pobre. Hablamos de Andrés de la Torre, un padre que hace un año le pide al Estado que busque a su hijo Tehuel en una causa donde hay dos hombres implicados que no hablan.

Hablamos de la represión policial que violenta a vendedoras ambulantes, a travestis y trans que ejercen trabajo sexual, la misma policía que vive de coimear a las putas. Hablamos de las fuerzas de seguridad que desalojan brutalmente los barrios, las tomas, las comunidades indígenas.

Feminismo para vivir, una pintada que sintetiza todo lo que condensa el movimiento.

Contra todo eso recuperamos las calles con fortaleza y rabia porque estamos hartas, hartxs, de contar femicidios y travesticidios, de que nuestro trabajo valga menos, de la precarización de nuestras vidas, de parar la olla en los comedores sin que ese trabajo sea reconocido. Esas vidas que son las primeras afectadas cuando se paga al FMI pero lo que no entienden, es que la deuda es con nosotras y nosotres. Las calles volvieron a ser nuestro espacio de rebelión, ese encuentro que también fue una fiesta de abrazos y bailes por sabernos unides y caminando.

Tomamos las calles en señal de protesta, gritamos con el puño en alto mientras el corazón bombea fuerte. Alegría porque es una jornada de lucha, dolor y recuerdo por las que ya no están. La lucha es pasado, presente y futuro. Despertamos de la opresión, algunas hace muchos años, otras hace pocos días, lo importante es que lo hicimos y que cada vez lo haremos más y mejor. Una potencia transfeminista comunitaria y popular que no conoce ni fronteras ni muros, porque nadie se suicida en una comisaría y queremos que nos digan qué pasó con Florencia Magalí Morales, mientras duelamos a otra mujer que la semana pasada murió en la unidad 46 de San Martín.

De eso se trata todo esto, de defender la vida en las calles, esas vidas que quieren dominar, controlar, violentar, silenciar. Una vez más nos une el deseo de ser libres, la calle fue nuestra locación para la celebración, evacando las vigilias por la legalización del aborto y las plazas de los Encuentros Plurinacionales, la ranchada generalizada de pibis cada vez más jóvenes, las batucadas y el fútbol continuaron hasta largas horas entrada la noche con una sensación de apropiación plena, porque la calle volvió a ser nuestra, un territorio liberado, en cada esquina, manadas tomando birra, cuidandose mutuamente.Somos manada porque nos movemos juntes y nos protegemos, creando e imaginando otros mundos posibles, menos hostiles y que nos permitan explorar nuestro deseo lejos de toda moral.

Feministas en los bondis, en los baños, en los restaurantes, en el subte, en el tren, desbordándolo todo. Son las 22 y todavía hay feministas apropiándose de las calles. Una trabajadora del ferrocarril entra al baño de un bar, intercambia palabras con otras mujeres, cuenta que está cansada y que a las 2 am tiene que estar en su puesto de trabajo, sonríe y dice: “No me importa, este es un día es para mí, lo espero todo el año”.