Sorpresa es lo mínimo que habrá sentido más de un almita viajera al entrar a la grandiosa estación Saint Pancras, en Londres, para tomar el tren que le depositaría en Bélgica, Francia o, más cerca en la geografía, Derby, Brighton, Sheffield, Kent, etcétera. Se habrá parado en seco, detenido el rolar de sus valijas con rueditas, al escuchar notas y más notas repartidas por la terminal ferroviaria, desde el vestíbulo principal hasta alguno de sus andenes, devenidos… escenario de ópera. O de mini-óperas, en honor a la exactitud: piezas inéditas, de corta duración, creadas especialmente para el Día Internacional de la Mujer.
Para evitar confusiones, no es que estas obras breves se hayan ocupado de cantar loas a viajeras pioneras como Jeanne Baret (1740-1807), autora de la descomunal gesta de circunnavegar el globo. O Nellie Bly (1864-1922), que dio la vuelta al mundo en 72 días en 1890, tal su asombrosa marca personal. O la temeraria germana Clärenore Stinnes (1901-1990), a quien se le atribuye el logro de ser la primera muchacha en recorrer cantidad de países en coche, tras el volante de su Adler Standard 6. No, no: lo que ha hecho Lost & Found, como se llamó a esta iniciativa de la prestigiosa Royal Opera House londinense, es presentar piezas de compositoras y libretistas mujeres, interpretadas por ensambles de músicas de cámara, en pos de visibilizar el talento femenino contemporáneo, a menudo desatendido por las compañías, a nivel mundial.
Repertorio masculino
Al respecto, no sobra recordar que -hace apenas unos meses- la organización sin fines de lucro Donne analizó con pelos y señales la programación de la temporada 2020-2021 de las 100 principales orquestas del mundo, de 27 países; entre ellas, la Orquesta Sinfónica de Londres, la de Birmingham, la Filarmónica de Berlín, la Orquesta Gewandhaus de Leipzig… Y así fue cómo la fundación, con base operativa en UK, llegó a reveladora conclusión: solo un 5 por ciento del repertorio interpretado había sido compuesto por mujeres. “La próxima vez que alguien le diga que la desigualdad en la industria está zanjada, chequee las estadísticas”, sugerían socarronamente desde las filas de Donne.
De allí la destacable importancia de Lost & Found, cuyo leitmotiv fue el encuentro y la despedida, el tiempo y el movimiento; en fin, todo cuanto rodea al concepto de viajar. A partir de anécdotas de personas anónimas y andarinas, que previamente habían arrimado sus historias en primera persona y que sirvieron de inspiración a compositoras y libretistas para este encantador proyecto.
Proyecto que tuvo cita, dicho está, en la mentada terminal ferroviaria -de imponente fachada neogótica, del siglo XIX, que a poca gente le resultará indiferente, presente tanto en la saga de Harry Potter como en el clip Wannabe de las Spice Girls-. Fue allí donde, nomás ingresar, la gente pudo ver Detritus, con música de Laura Reid y libreto de Oge Nwosu, monólogo interior a cargo del ascendente intérprete congoleño Blaise Malaba. Esta poética incursión (que tuvo tres representaciones, al igual que las demás mini-óperas) imagina a un reencarnado San Antonio de Padua, patrón de los objetos perdidos, como empleado de limpieza de la estación St. Pancras; migrante que se va topando con pertenencias extraviadas o desechadas, cuyo abandono lamenta a lágrima viva y lo lleva a recordar un pasado distinto, mejor.
También hay lamento -aunque en clave cómica- en Mini-Break, donde una pareja enamorada lidia con la ilusión quebrada al frustrarse su escapada romántica… por olvidarse sus pasaportes. La flecha de Cupido no se rompe, pero ciertamente se astilla en esta obra de Victoria Bernath y Teresa Howard, protagonizada por la soprano April Koyejo-Audiger y el barítono Chuma Sijeqa. Donde sí acaba hecha añicos la flechita es en The Parting Place, de Sarah Lianne Lewis (música) y Sophia Chapadjiev (letra), otra aproximación a las dinámicas de pareja, en pocos minutos. Y siguen las firmas en Lost & Found, con historias sobre batallar con maletas pesadas, sobre escapes de la capital hacia campos literalmente más verdes pos pandemia, sobre la ansiedad… Tal es la sensación que embarga al personaje principal de The Hardest Journey, que llega patológicamente temprano a la terminal en esta pieza de la compositora Anna Braithwaite, con guión de Kerry Priest, muy celebrada por The Guardian.
Es precisamente este rotativo el que explica que la idea del proyecto proviene de la Orquesta de Cámara Casco Phil, de Bélgica, “que organizó eventos similares el año pasado en Amberes y Bruselas, y que aquí proporcionó las instrumentistas para piezas nuevas, inéditas, que atrajeron y deleitaron a audiencias desprevenidas. Al menos, hasta cierto punto; después de todo, no siempre la gente llega a una estación con suficiente margen de tiempo para detenerse y ver una ópera, por más breve que sea”.