Desde París
Europa no cortó las cadenas energéticas con Rusia luego de que la administración de Joe Biden decidiera suspender las importaciones de petróleo y gas ruso. La misma medida fue seguida por Gran Bretaña en lo que atañe el petróleo con una agenda de aquí a finales de 2022.
Los países de la Unión Europea no se plegaron al ejemplo anglo estadounidense. Ambos bloques no dependen por igual del crudo y del gas de Moscú. Para Estados Unidos el petróleo ruso equivale a un 10 por ciento de sus importaciones, lo que representó, en 2021, a 700.000 barriles por día, Gran Bretaña importa el 8 por ciento mientras que Europa importa cinco veces más, 4,5 millones de barriles. En cuanto al gas, 40 por ciento de las necesidades globales de Europa están cubiertas con el gas de Moscú (Alemania llega al 50 por ciento, Austria al 65, República Checa y Letonia al 100 y Hungría y Eslovaquia al 90) contra 8 por ciento en Estados Unidos.
Desacuerdo entre los aliados
La cohesión entre los aliados se fisuró desde un principio en torno a estas sanciones específicas. Europeos y estadounidenses nunca se pusieron de acuerdo sobre esta medida y el consenso ni siquiera se plasmó en el seno de los países de la Unión Europea. Los países del Este de Europa son altamente dependientes de los hidrocarburos rusos y en el Oeste Alemania no puede prescindir ni de gas ni de petróleo. El canciller alemán Olaf Scholz recordó que el petróleo y el gas ruso eran “esenciales” para Europa y que esos “suministros, por el momento, no pueden garantizarse de otra forma”.
Moscú, por medio de su vice Primer Ministro, Alexander Novak, advirtió que era “imposible reemplazar rápidamente los suministros de petróleo ruso en el mercado europeo. Haría falta más de un año y el petróleo se volverá mucho más caro para los consumidores europeos”. En caso de embargo, Novak predijo un barril de petróleo a “300 dólares” y hasta amenazó con cortar el suministro que llega a Alemania a través del gasoducto Nord Stream 1 (55 millones de metros cúbicos). Con todo, para Rusia se trata de un revés tanto más severo cuanto que el petróleo representa el 40 por ciento del presupuesto del Estado y el gas el 60 por ciento de las liquideces. En la última semana, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, pidió insistentemente que se instaurara una zona de exclusión aérea –se le negó—así como el cierre de las válvulas del gas y el petróleo rusos.
Se disparó el crudo
Dos semanas de guerra, más de dos millones de refugiados, ciudades destruidas y cientos de muertos civiles han desembocado en una sanción tan costosa para Rusia como para las economías del mundo. Con una guerra en sus fronteras, el tiempo encima y sin que las grandes empresas del Viejo Continente hayan anticipado la crisis aumentando sus reservas, tocar el sector energético desembocaría en un trastorno total de las economías. El precio del Brent del Mar del Norte rozó en los últimos días los 140 dólares, muy cerca de su record absoluto del año 2008 cuando casi llegó a 150 dólares. Las sanciones empezaron a aplicarse en 2014 luego de que Rusia anexara Crimea y tras la destrucción del vuelo comercial MH17 de Malasia Airlines en el Este de Ucrania. En ese momento las sanciones se limitaron a personalidades y entidades rusas.
El pasado 23 de febrero, cuando el presidente ruso Vladimir Putin reconoció la independencia de las repúblicas separatistas pro rusas de Donetsk y de Luhansk (Este de Ucrania) las sanciones se ampliaron a los 351 diputados rusos que votaron a favor del reconocimiento de los territorios separatistas, a 27 personas y entidades, a cuatro bancos y también se le cerró a Moscú el acceso al mercado de capitales de la Unión Europea. Simultáneamente, Alemania adelantó que suprimía la autorización para que el gasoducto Nord Stream 2 entrara en funcionamiento (el Nord Stream 1 sigue activo, pero Rusia amenazó con cerrarlo).
Más sanciones
Después de la invasión de las tropas rusas el pasado 24 de febrero las acciones se retorsión se hicieron más duras. Se apuntó personalmente a Putin y a su Ministro de Relaciones exteriores, Sergueï Lavrov, así como el sector financiero. El miércoles dos de marzo la Unión Europea optó por excluir a siete bancos rusos de la red bancaria SWIFT de pagos internacionales. Sin embargo, pese a la fuerza real y simbólica de esta decisión, la UE trabajó de forma selectiva. No incluyó, por ejemplo, a Sberbank y Gazprombank, dos instituciones bancarias financieras a través de las cuales pasan los pagos que Europa efectúa a cambio del gas y el petróleo de Rusia.
El sector energético se tornó ahora uno de los nervios de la guerra, y por partida doble porque tanto Moscú como Occidente lo usan según una variable política y económica. Rusia juega con los suministros para hacer presión sobre Europa y los occidentales se sirven de la energía para hundir la economía de Rusia y atenuar la invasión de Ucrania. Los gigantes rusos de los hidrocarburos rusos ingresan en caja unos 760 millones de dólares diarios. El tributo pagado es altísimo parta ambos. En 2021, Rusia suministró 140 mil millones de metros cúbicos a través de media docena de gasoductos que conectan con Europa y otros 15 mil millones a través de barcos (Gas natural Liquido, GPL).
Fuentes alternativas
La Comisión Europea trabaja en este momento en un plan energético destinado a atenuar la dependencia de los hidrocarburos que mantiene con Rusia. Según el borrador de la Comisión que circula en estos días, se trata “eliminar” la dependencia en un plazo gradual que se extendería hasta 2030. En lo inmediato, las opciones que se presentan no cierran las cuentas de las necesidades. 10 mil millones de metros cúbicos podrían traerse a través de gasoductos a través de Noruega y Azerbaiyán y otros 20 mil millones por barco (GNL) desde Estados Unidos y Qatar. El 61por ciento del consumo energético de Europa se cubre con importaciones y Rusia es allí la pieza que hace mover todo el sistema.
Rusia cubre 45 por ciento de las importaciones de gas, 46 por ciento de carbón y 27 por ciento de las de petróleo. No se lo puede sacar del medio. Todas las soluciones pasan por una reconfiguración del origen del suministro y también de un cambio global de las costumbres: energía nuclear, carbón y casas menos calefaccionadas. La seguridad energética no depende de un solo actor como lo demuestra la crisis actual y la reanudación de las conversaciones entre Venezuela y Estados Unidos con el objetivo de levantar las sanciones que pesan desde 2019 sobre el la importaciones de petróleo venezolano. Evitar la explosión del precio del crudo conducirá a revisar las relaciones con países antes condenados. El problema mayor, hoy, lo tiene Europa y el origen exterior del 45 por ciento del gas que consume. Putin sigue teniendo aún las dos armas a su alcance: una mano en las válvulas del gas y la otra en el gatillo.
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