El tramo final de la negociación para aprobar en el Congreso el programa con el Fondo Monetario Internacional (FMI) es la postal más clara de que la política gobierna a la economía. Y que los técnicos llegan hasta un umbral natural de decisiones, en el que sólo les cabe esperar un final posible. Hace unos días, el ministro de Economía, Martín Guzmán, aseguró que el pacto por la deuda que tomó Mauricio Macri debía votarse en general -dando curso al Facilidades Extendidas que renegocia el Stand By de Juntos- y en particular, apoyando el Memorando de Entendimiento, que incluye el plan de metas del Gobierno para crecer y pagar. En el medio, la oposición en el Parlamento planteó la necesidad de no avalar el "plan Guzmán" por no estar de acuerdo en las metas. Un rato después, el ala política del oficialismo, con el titular de Diputados, Sergio Massa, a la cabeza, secundado por el jefe del bloque, Germán Martínez, trabajó con los opositores para cambios menores que facilitaran la votación de un proyecto complejo para un Gobierno resentido en su fuerza por el rechazo que algunos diputados propios hicieron al proyecto.
En síntesis, según lo que dijeron diferentes fuentes oficiales a Página I12, se logró el objetivo de aprobarlo "sin cambios sustanciales, cerrar la página y que se inicie el proceso de desembolsos de dinero", para pagar la primera cuota y fortalecer las reservas.
Guzmán siguió los avatares desde Houston, Texas, donde participó de un evento energético global. El ministro tenía, según funcionarios de la Casa Rosada, una "hipótesis de máxima", que era votarlo con todo el apoyo completo (al Facilidades y al Memo) y que saliera sin cambios de fondo. Pero una vez que el texto salió del Ejecutivo al Legislativo, la negociación ya no estaba en sus manos.
Cómo quedó Guzmán
Así, si bien hubiese querido el ministro un apoyo pleno, se llevó la firma, que era lo que además habían acordado con el FMI. Algunos ministros que charlaron con él en las últimas horas se ríen de las versiones que lo ponen como un ministro de Economía debilitado: "en todo caso, estará un poquito astillado porque a nadie le gusta que le cambien su idea original, pero no mucho más", contó uno de esos funcionarios a este diario.
Otros, en tanto, van más atrás y recuerdan que Guzmán asumió el cargo casi como un ministro de Finanzas, con dos misiones centrales: acordar la deuda con los tenedores privados y cerrar el capítulo con el FMI y el Club de París. Dos de esos partidos, ya los ganó, y el que se juega en Europa no tardará en cerrarse en positivo.
Luego, naturalmente, hay en el Frente dirigentes que no confían en el ministro y dudan del cumplimiento de las metas. Pero esas diferencias son preexistentes al acuerdo, y están vinculadas a cómo manejar la política económica. Ergo, según confían los desconfiados, esas tensiones seguirán, como la obligación de negociar fino ante la debilidad en la conformación del Parlamento.
Qué pidió el FMI
Según fuentes en Washington del organismo que comanda Kristalina Georgieva, nunca el FMI pidió por escrito ni en lo verbal un consenso amplio en el tramo final de las negociaciones. El Fondo también está en necesidad de cerrar el caso argentino, dado que Estados Unidos, el socio mayoritario, le puso el broche de autorización política más allá de los números. Eso hizo, según aclaran en el Gobierno, que la modificación introducida no vaya en contra de otras concesiones que siguen en el texto.
La referencia concreta es a la redacción de un proyecto -avalada por el FMI-, que en su primera parte hace mención cruda y directa de la crisis económica en la que Macri asumió el crédito, de la fuga de los 45 mil millones de dólares y, un dato no menor, sostiene la posibilidad del Gobierno de sostener las querellas para que se investigue la responsabilidad en el préstamo. El propio Claudio Loser, ex director del Fondo para el Hemisferio Occidental, considera eso como una concesión que al organismo no le hace ruido, pero que no es común ver en los acuerdos de deuda.
Mientras se debatía en el Congreso, Guzmán estuvo constantemente al teléfono con tres personas: el presidente Alberto Fernández, Massa, y las divisiones de legales de Economía y la secretaría de Legal y Técnica. Sobre todo con Rita Tanus, la mano derecha de Vilma Ibarra que trabajó en la redacción final de lo que luego fue una ley.
Antes de irse, Guzmán instruyó a Sergio Chodos, negociador argentino ante el FMI, a quedarse en los debates de comisiones para seguir las alternativas. El hombre en cuestión pasó buena parte de esas tres jornadas articulando con legisladores oficialistas, opositores, y en charlas largas con Carlos Heller, el titular de la Comisión de Presupuesto y Hacienda.
En Houston, en tanto, Guzmán habló ante empresarios petroleros y funcionarios de países sobre el tema: "llegamos a un acuerdo con el staff del FMI para un nuevo programa que nos permitirá refinanciar la deuda con la institución que se tomó en 2018 y 2019", detalló. Y agregó que "lo que está pasando a nivel geopolítico está provocando un shock de términos de intercambio positivo, en el sentido de que los commodities que exporta nuestra región, que exporta Argentina, aumentaron sus precios relativos. Eso es bueno para la estabilidad de la balanza de pagos, pero también ejerce presión sobre la inflación. Es un shock que tiene consecuencias distributivas que son bastante delicadas y necesitan ser abordadas". Este punto da algunas pistas del acuerdo que se viene con el FMI: Argentina usará las revisiones trimestrales para plantear consideraciones respecto al impacto de los conflictos globales.