Producción: Tomás Lukin

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Empresas y crisis política

Por Bruno Pérez Almansi y Amílcar Salas Oroño *

Por detrás de una crisis política sin precedentes, son varios los aspectos que se están reacomodando en la estructura económica de Brasil, fundamentalmente la realización de las principales empresas de origen brasileño, en un posición estructural clave en la formación de precios internacionales en sus diferentes sectores: petróleo, construcción civil y proteína animal.

El actual escándalo político, que deja a Michel Temer en una situación de inestabilidad permanente, debe verse en relación de continuidad con el golpe institucional del año pasado: son precisamente los intereses que presionaron para la salida de Dilma Rousseff los que hoy en día están descartando la necesidad de contar con Temer en el cargo, aunque en los últimos meses haya estado concentrado en aprobar dos legislaciones –laboral y jubilatoria–de muy buen agrado para la mayoría de los empresarios en cuestión.

Esta fase del escándalo político surge por un interés concreto de JBS para intentar realizar un cierre en términos jurídicos con el Estado brasileño, y así, poder establecer la empresa en otros destinos, teniendo en cuenta que, muy probablemente, buena parte de sus ejecutivos y propietarios serían convocados en bloque en la expansiva investigación Lava Jato. Anticipándose a un escenario tormentoso que les impidiera realizar una deslocación empresarial hacia otras latitudes y ante un ingreso inminente al tortuoso y expuesto ámbito del Lava Jato, deciden entrar en un “arrepentimiento colaborativo” con el Ministerio Público, con el compromiso de traer para las investigaciones nada menos que al actual Presidente, pagando una multa ridícula –cuyo monto se cubrió con creces con la estrepitosa subida del dólar frente a la aparición de los audios– y quedando libres de cualquier reclusión.

A su vez, surge la intriga de por qué y cuál es el interés del multimedio O Globo en acompañar este movimiento de una empresa que, al apuntar al Presidente, obviamente dejaría convulsionado a todo el escenario político y económico del país y de la región. Globo ha sido vehemente, y lo sigue siendo, con las informaciones acerca de Temer –a diferencia de Folha de Sao Paulo, cuyos editorialistas y directores han tomado un actitud más cauta– y, sobre todo, en la defensa de la versión de JBS; también allí se juegan sus sustentos como empresa ya que JBS representa más de un 1/3 total de lo que recibe en términos de publicidad. También es cierto que el panorama financiero de O Globo viene siendo motivo de auscultamiento en las informaciones del mercado, cuestión que podría sortearse con una capitalización extranjera parcial, algo que la legislación de medios de comunicación actual no lo permite. De esta forma, se lo acaba de recordar, no sólo a Temer, sino al que venga en su reemplazo. 

La caída estrepitosa del Bovespa el día que la denuncia llegó a la opinión pública y la volatilidad del real en estos días, se suman a un panorama económico general muy desfavorable; la recesión de los últimos años no logra revertirse y las señales de afuera no son las más alentadoras: Standard & Poor’s colocó el panorama crediticio de Brasil en Revisión Especial Negativa, lo cual también puede llegar a impactar sobre el sector financiero, dimensión que habrá que acompañar con cierto detalle porque podría ser el objeto de próximos reacomodamientos. En este sentido, una cuestión tiene que quedar en claro: lo que está ocurriendo en Brasil desde el golpe institucional a Dilma Rousseff el año pasado es un reacomodamiento estructural en los más importantes sectores económicos brasileños. Petrobras, siendo en su momento la principal empresa de América Latina, ya no es la misma: no sólo se reformuló su potestad exploratoria y de producción sobre territorio brasileño, sino que tiende a su reconversión. Además, las grandes constructoras civiles –Oderbrecht, OAS, Camargo Correa, etc.–han sido impedidas (por restricción judicial) de asumir nuevos compromisos, lo que ha provocado grandes modificaciones en las estructuras internas de estas empresas, y del sector en general, que fue una palanca clave del crecimiento económico del país y de la región. Y, por último, el rubro cárnico, en el que JBS tiene un peso fundamental, en términos de formación de precios internacionales. Es que la actual crisis política es, también, una expresión de estas transformaciones complejas y profundas que se vienen dando en el capitalismo brasileño y sus principales sectores económicos.

* Investigadores del Centro Cultural de la Cooperación.


El futuro de Brasil y del dólar

Por Emmanuel Alvarez Agis *

Brasil es un espejo donde mirarse: un gobierno que llega para implementar un programa de ajuste basado en el discurso de la corrupción que afecta a la obra pública, se termina demostrando como parte del problema antes que de la solución. Sin embargo, allí terminan las similitudes. La razón de la destitución de Dilma no debe buscarse solamente en factores políticos, sino también económicos. En su segundo gobierno, la presidenta decidió avanzar con un ajuste fiscal que hundió a la economía de una recesión. No por casualidad el inicio del ajuste fiscal es, a la vez, el comienzo del ocaso del PT en el poder. En febrero de 2014 Dilma comenzó con el ajuste, anunciando un recorte de 18.500 millones de dólares, equivalente a casi 1 por ciento del PIB (paradójicamente, este guarismo coincide con el ajuste fiscal que Cambiemos logró implementar durante 2016, año en el cual la participación del gasto público en el PIB se redujo en 1 punto porcentual). El resultado de un menor gasto público fue contundente: el PIB pasó de crecer a una tasa promedio de 4,1 por ciento en el período 2010-2013, a 0,5 por ciento en 2014.

Sin embargo, el giro fiscalista del PT no quedó allí. El ajuste del gasto público hundió a la economía en la recesión y, con esto, deterioró más que proporcionalmente la recaudación, empeorando el resultado fiscal. El gobierno del PT ingresó en la espiral descendente de ajuste, recesión, baja de la recaudación, alto déficit fiscal y vuelta a empezar. En mayo de 2015 se implementó un nuevo recorte de 23.300 millones de dólares, pasando de 0,8 por ciento del PIB de 2014 a un ajuste de 1,3 por ciento en 2015 ¿El resultado? Brasil entraría definitivamente en la recesión, con una caída de 3,8 por ciento. El camino del ajuste-recesivo llegaría a su máxima expresión con la asunción de Temer y su éxito al aprobar una enmienda constitucional que le permitió congelar el gasto público por 20 años y que ya comenzó a mostrar su resultado: el PIB cayó por segundo año consecutivo en 2016, contrayéndose 3,6 por ciento y transformándose en la peor recesión en la historia de Brasil.

Así, el éxito del PT en el poder, el crecimiento igualitario con inflación bajo control, se habría transformado en otro experimento “populista” fracasado. Para que quede claro: lo que falló no fue el mal llamado “populismo”; lo que hundió a la economía de Brasil en la peor recesión de su historia fue el tradicional programa económico avalado por el FMI y los organismos multilaterales de crédito. La profundización del plan Temer, interrumpida por el resiente estallido, solo agravaría esta situación. El nuevo “gobierno” impulsaba hasta hace unas semanas una precarización laboral que apuntaba a una rebaja del costo laboral, otorgaba fuerza de ley de los convenios celebrados entre trabajadores y empresas y eliminaba la contribución obligatoria para los sindicatos. Al mismo tiempo, el parlamento debatía una reforma jubilatoria que endurecía las condiciones para obtener ese beneficio.

Mientas que las presidenciales de Brasil parecen cada vez más cerca, en Argentina vuelven los “efectos” que fueron tristemente célebres durante la convertibilidad: efecto-tequila (1995), efecto-Asia (1997) y efecto-Caipirinha (1999-2000 y, al parecer, 2017). El riesgo para Argentina de la crisis de Brasil proviene básicamente del canal real y del canal de financiamiento. Un menor crecimiento por parte de Brasil pospondría el segundo-segundo-semestre de Cambiemos. Por otro lado, las posibilidades de financiamiento externo podrían endurecerse no solo para Brasil, sino para la región en su conjunto, lo cual complicaría el actual programa financiero.

Pero, por suerte, no todo son malas noticias para Argentina. Ante las presiones devaluatorias, la autoridad monetaria ha reaccionado fuertemente mediante una activa intervención, evitando que el aumento del dólar acelere la inflación y profundice la recesión. En concreto, el banco central vendió contratos de dólar-futuro por un total de 6.400 millones en nada más que tres días de intervención. Claro que estamos hablando del Banco Central… de Brasil. Si nuestra autoridad monetaria quiere evitar que la crisis de Brasil se contagie a la Argentina por medio de una devaluación, que no haría más que repetir la recesiva e inflacionaria experiencia de 2016, no tiene más que intervenir en el mercado tal y como lo hace cualquier autoridad monetaria del mundo: vendiendo dólar-futuro. Tal vez la crisis de Brasil y la utilización del dólar-futuro por parte de un banco central dirigido por un ex asesor del FMI sirva para que finalmente algunos actores locales reflexionen sobre el tema del dólar-futuro, que tanta discusión ha suscitado en nuestro país.

* Ex viceministro de Economía de la Nación.