A veces leo que escriben “ya, superen la colonización, están hablando siempre del pasado…”; “ya, eso que le pasó a tu abuela, es tiempo de superarlo, piensa positivo…”

Estuve leyendo la noticia sobre lo que pasó con Florencia Torres, de Pichanal. Antes de eso, con Pamela Flores.

Y antes de eso,

antes de eso….

¿Hasta cuándo? 

Leemos cuando la gente se horroriza con lo cruento de los femicidios, y escuchamos decir “es el patriarcado”.

Por otra parte, en los mismos territorios de emergencia fallecieron 108 niñas y niños en 2020 y, en el transcurso de los primeros 6 meses de 2021, se registraron 64 casos. 

Y escuchamos a la caridad decir: “qué terrible”. 

Con el sentipensar de nuestras ancestras, entendemos que Toda la tierra es una sola alma y somos parte de ella.

Nosotras decimos, no es solo el patriarcado. También es la colonialidad.

De lejos se puede ver cuando un territorio está enfermo. Sus ríos secos, sus frutos contaminados con glifosato, sus enormes tierras alambradas por un pequeño grupo de propietarios influyentes. 

Sus relaciones y sus vínculos, atravesados por la corrupción, la violencia en todas sus formas; institucional, interpersonal, de género.

Muchos pueblos conviven en esa zona que fuera tan fructífera: tapiete, wichi, qom, guaraní, chorote… . Una tierra rica en idiomas, en costumbres, en seres animales, espirituales, en festejos, en alimentos…

Y un día llegaron quienes vieron en su suelo un lugar para explotar a cambio de divisas.

Lo convirtieron en Zona de Sacrificio.

El Estado Argentino fue condenado por la CIDH en el fallo Lhaka Honhat. Los funcionarios con buena intención no saben muy bien cómo actuar, ni qué hacer. ¿Condenar al femicida? ¿Cuál de ellos? Suelen ser crímenes perpetrados en grupos. ¿Llevar agua en bidones para la comunidad? ¿Repartir colchones, mercadería, alimentos basados en harinas..?

Muchos de los servicios de salud no llegan a los territorios, y pocos de ellos reconocen la realidad plurilingüe de sus habitantes. “Ellos tienen una barrera lingüística” saben decir, para no reconocer que la barrera la tienen los funcionarios del Estado. La barrera de la Realidad. 

Parece que nada alcanzara para resolver estos flagelos, y evitar que se repitan. Y así es. Lo primero que tenemos que reconocer, es que los seres humanos tenemos un límite en nuestra capacidad de atender estas situaciones.

Pero eso no es todo. Si continúa el modelo de explotación extractivista que impera en nuestro país, esta realidad se multiplicará en diferentes territorios.

Y no hay política pública que pueda sanar la muerte de un monte, de un río. No hay política de género que sane los vínculos rotos por la herida colonial en una sociedad.

Esta violencia mayor engendra un sinfín de otras violencias. 

En un día como hoy recuerdo y rememoro a las mujeres muertas por quienes decían amarlas. A quienes murieron por enfermedades relacionadas con la contaminación. A quienes lucharon por los derechos que hoy tenemos.

Y comparto con mis compañeras dos enseñanzas de los mayores y las mayoras, con los que lograron reexistir a pesar de tantas opresiones: 

El buen vivir de las personas depende de la salud de nuestra tierra. 

No se puede combatir el hambre en los pueblos, la violencia en los vínculos, sin combatir la colonialidad en los sentidos.