El presidente Alberto Fernández transita un mandato “condenado” a optar por el mal menor ante disyuntivas tremendas. Al comienzo de la pandemia él mismo demarcó: "entre la economía y la vida, elijo la vida"... opción correcta en principio pero no inocua. Y grave, si la alternativa se dosifica mal.

El Acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) es, según la narrativa oficial, injusto e indeseable aunque resulta el mal menor contra el escenario catastrófico del default.

La factible aprobación del Acuerdo en el Congreso se valoró como mal menor ante un eventual rechazo del proyecto. El Gobierno debió (retro)ceder ante la oposición, resignarse a un texto escueto y empobrecedor para conseguir una tan inédita como incómoda mayoría transversal. Hablamos del desenlace más factible porque esta nota cierra y se entrega pasada la medianoche, antes de que se vote.

La redacción del proyecto (un solo artículo) dándole al Ejecutivo una autorización general, suprimiendo todos los detalles acordados con el Fondo, incumple el objetivo institucional de la ley 27.612 impulsada por AF. La ejemplaridad buscada por esa norma (su “espíritu” en jerga jurídica) consistía en que el Congreso se implicaba en las decisiones, las discutía, las aprobaba o desechaba. La opo quiso, y pudo, zafar de ese compromiso.

El trámite parlamentario, virulento y lleno de peripecias, desembocó en un resultado de baja intensidad. Como mal menor funciona porque, si el Acuerdo termina de aprobarse, el Gobierno puede pasar de pantalla. Hacer política económica. Intentar cumplir sus promesas de crecimiento, aumento de empleo y redistribución del ingreso.

El Frente de Todos (FdT) dejó jirones en el camino: llega con antagonismos internos crecientes. El ministro de Economía, Martín Guzmán, queda descolocado tras haber defendido a capa y espada “el otro proyecto”: aquel que incluía en detalle las metas acordadas con el Fondo.

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El FdT votó dividido, sigue atravesando las consecuencias de la renuncia del diputado Máximo Kirchner a la presidencia del bloque. Sus integrantes mezclaron declaraciones a favor con marchas en contra. Afronta la mayor crisis de identidad desde que asumió Alberto Fernández.

La totalidad de los dirigentes insiste: banca la unidad, sigue revistando en el espacio... pero la fragmentación es notoria y la crisis interna perdura.

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Las cúpulas de Juntos por el Cambio (JpC) riñeron, se dijeron de todo, siguen compitiendo por las candidaturas 2023. Pero conservaron la unidad, firmaron un comunicado conjunto. Están de buen humor desde el miércoles.

Si se hila fino, el texto final del proyecto de ley satisface a más a los radicales y a los lilitos de la Coalición Cívica que a la gente de PRO. El gobernador jujeño, Gerardo Morales, se alzó con alguna ventaja en los dimes y diretes.

La redacción que llegó al recinto tiene parentesco con un proyecto medio exótico que propuso la exdiputada Elisa Carrió. Rara la iniciativa pero con un tufillo similar a lo que se terminó tratando.

El expresidente Mauricio Macri procuró zafar de sus responsabilidades penales en medio de la contienda parlamentaria. Sus aliados, sin hacer alharaca, lo dejaron solo en ese aspecto. 

Claro que el porvenir electoral cambiemita dependerá de otras variables. La mayoría de la gente común no pasa bola a las tratativas parlamentarias o las olvida pronto. Atiende más a su laburo, la inflación, el movimiento general de la economía, la posibilidad de recuperar lo perdido en pandemia. Esas variables influirán más en el cuarto oscuro que las conversaciones de estos días furibundos. 

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La controversia de los últimos días y las letras (grandes o chicas) del Acuerdo quedaron desactualizadas a partir de la guerra en Ucrania. “Atrasan”. Contados protagonistas dan señales de percatarse aunque el desbarajuste es grande. El mundo cambió, la economía mundial se empiojó, las variaciones de precios de comodities agrícolas, gas y petróleo son, primero que nada, impredecibles. Da la impresión de ser mala nueva para la Argentina.

Tal vez, imaginan ciertos optimistas, la guerra híbrida de Estados Unidos y la Unión Europea contra Rusia catalice mayor transigencia hacia Argentina. Evitar la ingobernabilidad en otro rincón del planeta podría motivar al FMI para atenuar sus exigencias o su impiedad.

Podrá ser, quién sabe. O podrá repetirse el cuadro de la peste: los grandes jugadores no cambiaron, el capitalismo global no devino solidario. Las desigualdades crecieron entre continentes, entre países, entre clases dentro de un mismo Estado.

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Los detalles del debate se abordan en otras notas de Página/12. El cronista reserva opiniones para columnas ulteriores, empezando por el próximo domingo.

La ley en tratamiento se imaginó para otro escenario, más propicio. Mediaron errores de cálculo, faltas de timing. Todo culminó corriendo contrarreloj, otorgándole una ventaja adicional al adversario. Los disensos internos agravaron el cuadro.

De cualquier manera, en el corto plazo el Estado puede conseguir divisas provenientes del mismo Fondo, de organismos internacionales de crédito, de retenciones. Es imaginable que se transite un año con menos turbulencias económicas. Con ese marco, optimista mas no imposible, el Gobierno tiene la oportunidad “finita” de honrar la deuda social.  

Queda por verse si el FdT es capaz de convivir y superar las heridas. Ciertos gestos en la sesión (no hubo oradores de La Cámpora) no desactivan los conflictos ni diluyen las diferencias aunque sí frenaron una potencial escalada.

Si el Senado convierte en ley al proyecto, el eje de las discusiones se trasladará a las políticas públicas. El oficialismo todavía tiene las herramientas para cumplir con sus promesas mediante realizaciones que impacten en la vida cotidiana de los argentinos. Necesita mejorar mucho su gestión, relanzarse, innovar en políticas socioeconómicas. Por lo pronto, reducir la inflación, la pobreza y la desigualdad. Si hay logros, si se concretan cambios cualitativos, habrá perspectivas para recuperar apoyos populares. Y alicientes para (pongalé) la reunificación del FdT. 

Sin avances tangibles para los sectores populares (algo bien distinto a apenas "poner plata en el bolsillo de la gente") servirán de poco las declaraciones, los encuentros inmortalizados en imágenes fugaces, las alabanzas a la unidad sin correlato en la acción concreta de todos los días.

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