Por obra y gracia del azar
Restaurantes aleatorios de lugares aleatorios del mundo, dados a conocer a través de imágenes aleatorias, tomadas por comensales aleatorios, que las subieron a la web: tal es la simple propuesta detrás de Random Restaurant, una cuenta de Twitter que está haciendo olas. Mientras algunas voces le echan porras porque muestra “lo bueno, lo malo y lo jodidamente bizarro del vasto universo gastronómico”, sin remilgues y por deliberada obra del azar, otros se reconocen cautivados porque no haya curaduría alguna ni ojo cool detrás, solo la más pura y cruda arbitrariedad. Porque la gracia de este proyecto es que quien elije qué sitios mostrar es un bot, diseñado para que justamente seleccione por total y completa casualidad. Y sí que lo hace: el robotito sube ¡cantidad! de restaurantes por día, desde locales de comida china en México hasta pizzerías en Lituania, desde parrillas de Uzbekistán hasta hamburgueserías en Luxemburgo, etcétera. Guiados por la sorpresa, devenida norma en Random Restaurant, más de 50 mil personas siguen este proyecto creado por el programador estadounidense Joe Schoech, que ama los bots porque “son divertidos, raros, ingeniosos”. Su total falta de emoción e ideología, el hecho de que sean tan básicos, dice Schoech, los vuelve relajantes en ese campo minado que es Twitter. “Obviamente a la gente le gusta la comida, pero estos restaurantes no solo revelan platillos sino que permiten pispiar la cultura general de un sitio: su arquitectura, el paisaje, las personas…”, ofrece el muchacho. “La mayoría de las cosas que vemos en Internet pasan por un ojo entrenado que hace su selección. No es el caso de esta cuenta, que parte de una perspectiva completamente distinta”, suma sobre las elecciones de su bot, bastante antiestéticas, aunque los platos que muestra igualmente despierten el apetito o, en su defecto, la curiosidad. También aportan al escapismo en una época llena de pálidas, recordando a tiempos más sencillos cuando no existían reviews en plataformas y la gente viajera se sentaba a picar algo por instinto, no puntajes de anónimos.
El fin de una era
Para muchos artistas urbanos, el edificio ubicado en el número 57 de la calle Great Jones, en New York, es una suerte de santuario, lugar sagrado que no solo amerita peregrinación: llevan décadas haciendo grafitis en su fachada en pos de homenajear a quien fuera su residente más destacado, Jean-Michel Basquiat. Fue allí donde vivió y trabajó durante cinco años, en un loft rentado que entonces era propiedad de Andy Warhol. Fue allí donde creó algunas de sus piezas más conocidas, y donde, a los 27 años, en 1988, sufrió una sobredosis de heroína que lo mató antes de llegar al hospital. Desde entonces, conforme informa el sitio especializado ArtNet, la fachada devino espontáneo monumento conmemorativo, gracias a tantísimas pintadas que recuerdan y elogian su obra, recreando su silueta a semejanza de la Estatua de la Libertad. Al menos, hasta muy recientemente: porque misteriosamente, sin pompa, sin ceremonia, el frente del edificio amaneció completamente blanqueado, tapados definitivamente los grafitis que se acumularon durante décadas. El enigma reside en que nadie, absolutamente nadie, se ha hecho cargo de esta “limpieza”; aunque presumiblemente sea una movida de los actuales dueños del espacio, que actualmente opera como restaurante. Un restaurante exclusivísimo, dicho sea de paso, que irónicamente se llama “Bohemian”. Consultados por la prensa, voceros de la firma Play Earth –dueña del restó– no respondieron ninguna pregunta sobre el episodio, que tiene penando a unos cuantos artistas con base en New York. Adrian Wilson, otrora Plannedalism, entre ellos, que llora a lágrima viva que hayan eliminado su loa visual a Basquiat; la frase “Let Us Spray”, para más info. Sobre lo acaecido, dice Wilson que lo shockeó y lo decepcionó “porque allí había un trabajo insustituible de muchos de los primeros grafiteros icónicos de la ciudad, como la histórica Rocky184 o el pionero Nic707, que murió a causa del coronavirus dos años atrás”.
Más tesoros del Señor de los Anillos y familia
Es un gran momento para ser fanático de Tolkien. Por un lado, una razón obvia es el inminente estreno el próximo 2 de septiembre –por Amazon Prime– de la serie Anillos de poder: drama épico ambientado en la Segunda Edad, es decir en el tiempo anterior a la Tercera Edad, cuando suceden los hechos de El Hobbit y de El Señor de los Anillos. Por otro lado, motivo de jolgorio está siendo el relanzamiento de la web oficial del escritor, poeta, filólogo y lingüista, regenteada por sus albaceas, que acaeció en fecha significativa: el pasado 26 de febrero. En la fantasiosa mitología tolkiana, fue ese el día –del año 3019 de la Tercera Edad– en el que Frodo y Sam emprenden su solitaria y terrorífica travesía a Mordor. De este 2022 d.C., mientras tanto, es cuando se dio por inaugurado el refresh del sitio con cantidad de material inédito o muy poco visto del autor, que evidentemente hará las delicias de cualquier fan. A disposición, habemus borradores de manuscritos y cartas de puño y letra del profesor John Ronald Reuel. También, una serie de detallados mapas e ilustraciones que trazó para su saga, además de dibujos que hizo para sus hijos, paisajes capturados en tinta, abstracciones imaginarias; piezas visuales, por cierto, que están acompañadas de descripciones para saber bien de qué tratan. Entre el material incluido, se suceden además ejemplos de su caligrafía, y fotografías inéditas del inglés y de su familia. Incluido su hijo Christopher, a la sazón editor de la obra de su padre, que se ocupó de ordenar las notas de su viejo y asimismo de recrear cartografías más claras del universo de El Señor de los Anillos, también están presentes en la web. En fin, apenas algunos tesoritos para quienes siguen prendados a la saga, sostenido éxito de ventas, que ganó nueva popularidad tras la trilogía fílmica de Peter Jackson, como bien es sabido.
Ups, guarda la mano
La estrafalaria historia empezó a fines de octubre del pasado año, cuando en una oficina de correo de Manaos, en Brasil, se hizo el escaneo estándar de un paquete y el resultado reveló que, en su interior, había rastros de material orgánico. Alertados del asunto, expertos de la Policía Federal se hicieron presentes y, guantes mediante, se pusieron manos a la obra, descubriendo que el contenido –que iba a ser enviado a Singapur, Asia– era nada más y nada menos que… una mano y tres placentas. Así fue cómo se abrió por esas latitudes la “Operación Plastina”, conforme fue bautizado el caso por los Sherlock Holmes de ocasión; muy atinados, muy informados, dicho sea de paso, en tanto la plastinación a la que refiere es un procedimiento técnico utilizado para eliminar líquidos de los órganos e inyectarse resinas, en pos de conservar material biológico en perfecta condición. Cuestión que, con lupa de gran aumento, los agentes siguieron pistas y más pistas, hasta dar recientemente con inquietante información: las partes corpóreas habrían salido de la Universidade do Estado do Amazonas (UEA), en Manaos, y su destinatario sería… un diseñador de moda. Ajá, tal como suena, porque ¿nada dice glamur como una mano y algunas placentas en tal o cual modelito? Según el informe de las autoridades, el modisto en cuestión sería el indonesio Arnold Putra, de 37 años, que ya ha tenido algún que otro encontronazo con la opinión pública por prendas y accesorios –como mínimo– cuestionables. Hace un tiempo, sin más, hizo ruido un bolso, cuya el asa era ¡la columna vertebral de un niño! que había padecido osteoporosis. Criticado por semejante elección de material, el hombre se limitó a aclarar que había adquirido los huesos legalmente, que eran un “excedente médico” de Canadá. El prolijo paquetito interceptado en Brasil, empero, no tendría los papeles en regla. Como se apuntó antes, habrían salido ilegalmente la mentada universidad, mandado por Helder Bindá Pimenta, hoy principal sospechoso, separado de su puesto mientras las autoridades investigan. Helder es un reputado profesor de anatomía humana en la UEA y coordina el Laboratorio de Anatomía Humana y Plastinación. Está, hablando mal y pronto, al horno con papitas noisette, a juzgar por lo que informa la prensa brasilera: de corroborarse su rol en el asunto, podría ser acusado de tráfico internacional de órganos y cumplir una pena de ocho años de prisión. El caso sigue su curso, e incólumes permanecer las dudas; la primera, obviamente: ¿qué diantres pensaba hacer el desquiciado diseñador de pilchas con semejantes partes humanas?