El acuerdo con el FMI para acceder un crédito de facilidades extendidas que permita pagar el stand-by tomado por Mauricio Macri establece metas de reducción del déficit primario y del financiamiento del BCRA al Tesoro.
El déficit primario proyectado alcanza el 2,5 por ciento del PBI en 2022; 1,9 por ciento en 2023 y 0,9 por ciento en 2024. Para 2025, el Fondo insistió en que existe un compromiso de déficit cero, pero pierde relevancia en la medida que no hay desembolsos previstos para ese año y el rol de las metas es condicionar las transferencias del FMI.
La meta de emisión es más exigente, equivalente al 1 por ciento del PBI en 2022; 0,6 por ciento en 2023 y 0 por ciento en 2024, por lo que el Gobierno deberá cubrir la brecha de financiamiento con una combinación de créditos de organismos internacionales y colocación de bonos del tesoro en el mercado interno.
A mediano plazo, el camino a la reducción del déficit fiscal y hacia el nulo financiamiento del Central hacia el Tesoro abre dudas sobre como logrará monetizarse la economía. En promedio, la economía argentina requiere de una inyección monetaria acorde al aumento de los precios más la tasa de expansión de la actividad económica. Si se cierra el habitual mecanismo de inyección de moneda vía financiamiento del déficit público y dado que el canal financiero, vía expansión del crédito bancario al sector privado, es poco relevante, la inyección de moneda debería provenir de un saldo externo favorable que no se vislumbra en el actual contexto de escasez de divisas.
Incluso, ya para 2024, el saldo externo debería triplicar la meta de acumulación neta de reservas impuesta en el acuerdo, para monetizar la economía en un contexto de nulo financiamiento del Central al Tesoro, hecho que muestra la inconsistencia entre los distintos objetivos del programa.
Bajo la visión del FMI, compartida por el equipo económico de Gobierno, la reducción del déficit y la emisión generará una menor inflación. De esa manera, la necesidad de incrementar la cantidad de moneda en circulación para el normal funcionamiento económico se reduce. Pero, bajo la visión estructuralista, la inflación tiene autonomía relativa respecto a la emisión y el déficit y su dinámica responde hoy centralmente a cuestiones inerciales. Ello explica que el último programa ortodoxo de cero emisión ensayado por Mauricio Macri en el marco del acuerdo stand-by con el FMI haya convivido con un record de inflación.
Sin las gafas monetaristas, la perspectiva de una reducción de la inflación luce utópica si se considera el compromiso de no retrasar el dólar oficial en un contexto de muy elevados precios internacionales de las materias primas.
De esa manera, el programa fiscal y monetario comprometido con el Fondo puede derivar en una iliquidez permanente que entorpezca el normal funcionamiento de la economía, forzando una recesión interna que obligue al sector privado a desatesorar para monetizar la economía junto a una contracción recesiva de las importaciones que mejore el saldo externo para inyectar liquidez por ese canal.
@AndresAsiain