David Amram empezó a colaborar con Jack Kerouac antes de siquiera conocer su nombre. El celebrado compositor conoció al novelista en 1956, en una fiesta de artistas en Manhattan. "El tipo vino hacia mí con una camisa a cuadros rojos y negros, luciendo como un leñador francocanadiense", recuerda Amram, a los 91 años, desde su hogar en New York: un lugar atestado de souvenirs de una ilustre carrera haciendo música con todos, de Thelonious Monk y Dizzy Gillespie a Patti Smith y Bob Dylan. "Me dijo 'Voy a leer, vos tocá'". Amram sacó su corno francés y su flauta irlandesa y se puso a acompañar la performance del extraño.
"Simplemente cerré los ojos y lo escuché", recuerda. "No tenía ni idea de lo que iba a hacer, y fue mágico. Soy reticente a usar la expresión 'percepción extrasensorial'... ¡pero no tanto como para no usarla! Es la mejor manera de describir lo que fue tener la sensación de que conocés a alguien de toda la vida, y que te estaba hablando directamente a vos y tenía sentido."
Después de eso, Amram siguió sin ser presentado. "Se fue a bailar con una dama muy elegante", dice con una risita. "Estábamos todos flirteando, bebiendo y pasándola bien." Solo cuando volvió a cruzárselo en otra fiesta, un par de semanas después, que Amram supo el nombre de Kerouac, y que era el autor de una novela de 1950, The Town and the City, que había sido publicada ante la indiferencia general. Todo eso cambió en 1957, con la publicación de su segundo libro, En el camino.
Poético y profundo recuento de sus años viajando por Estados Unidos, a menudo en compañía de su incontrolable amigo e inspiración Neal Cassady, En el camino convirtió a Kerouac en una celebridad de la noche a la mañana. Su éxito como fugitivo lo ayudó a publicar otra docena de novelas antes de emborracharse hasta morir en 1969, a los 47 años; pero nunca disfrutó su súbita fama. "La mayoría del tiempo estaba muy tranquilo, era muy tímido", dice Amram. "Esa es una de las razones por las que tomaba, para anestesiarse lo suficiente como para sentirse cómodo con la gente."
En el centenario de Kerouac, Amram recuerda a su mejor amigo por "su dulzura y su pureza". Eso permaneció intacto aún después de haber sido declarado la voz de su generación. "Después de haber conocido a Jack, alguien podía venir en una fiesta y decirme 'Si ese tipo es tan grande, por qué me habla a mí tanto tiempo?'", se ríe. Jack nunca diferenciaba entre un "alguien" y un "nadie". Nunca consideraba que un ser humano fuera un nadie".
La timidez natural de Kerouac, su amor por la humanidad, quedan capturados en el más famoso pasaje de En el camino, uno que sigue conectando con nuevas generaciones de fans online. Allí decribe cómo se sintió tambaleándose por una vereda de New York, detrás de sus más gregarios amigos Cassady y el poeta Allen Ginsberg. "Ellos bailaban por las calles como dingledodies (un neologismo creado por Kerouac) y yo arrastraba los pies detrás de ellos, como hice siempre tras la gente que me interesaba", escribió. "Porque la única gente para mí eran los locos, los suficientemente locos para vivir, locos para hablar, locos para ser salvados, los que quieren todo al mismo tiempo, los que nunca bostezan o dicen un lugar común pero arden, arden como cohetes, explotando como arañas a través de las estrellas."
Kerouac nació el 12 de marzo de 1922 en Lowell, Massachusetts. Hijo de inmigrantes francocanadienses, no habló inglés hasta que empezó la escuela, a los seis años. De adolescente ganó una beca deportiva que lo llevó a la Universidad de Columbia en New York, y tras dejarla se enroló en la Marina Mercante en 1942, para servir en la Segunda Guerra Mundial. "Era muy patriota", dice Amram. "Se embarcó en el SS Dorchester y estaba alistado para salir de nuevo, pero se fundió en una fiesta y perdió el barco". La fiesta le salvó la vida. "El SS Dorchester fue hundido y murieron 600 personas", explica. "Siempre sintió que podría haber sido uno de ellos." Muchos conocidos de Kerouac, incluyendo a su mejor amigo de la infancia Sebastian Sampas, murieron en la guerra. "Nunca se recuperó del todo, y siempre pensó en ello", dice Amram.
En 1943 se enroló en la reserva de la Marina, pero fue dado de baja por motivos psicológicos solo ocho días después porque, según señala Amram, "no podía manejar todo ese asunto de la disciplina". Después de eso, Kerouac salió a conocer el país. Lo atravesó varias veces en el curso de siete años, a menudo haciendo dedo. Entonces, de acuerdo a la leyenda, escribió sus experiencias en una ráfaga de tres semanas alimentada por la benzedrina, en abril de 1951, en un único rollo de papel de 37 metros. Le llevó otros seis años conseguir la publicacion de En el camino, que fue un éxito instantáneo. The New York Times comentó la edición como "un hecho histórico", aunque esa reseña fue pura casualidad. Gilbert Millstein, fanático de Kerouac, solo fue asignado a escribirla porque el crítico principal del diario, Orville Prescott, se había ido a Europa a tratar de detener la boda de su hija. "Cuando volvió destruyó el libro de Kerouac, pero era demasiado tarde porque ya había tenido esa fenomenal reseña", explica Amram.
Cuando la leyó, Kerouac se preguntó por qué no lo hacía más feliz, y se fue a la cama. "Jack quedó a oscuras por última vez en su vida", escribió su novia de entonces, Joyce Johnson, en Minor Characters, sus memorias de 1983. "Al día siguiente lo despertó el teléfono, y ya era famoso." Con la fama llegaron críticas despectivas y parodias insultantes. Kerouac había acuñado la frase "Generación Beat" en 1948 para describir a la juventud anti conformista, pero cuando quiso usar ese título para un cortometraje en 1959 había sido registrada por alguien más. "El productor Albert Zugsmith hizo una de las peores películas de la historia, The Beat Generation, y compró el título", explica Amram, y agrega entre risas que Kerouac no estaba tan molesto, ya cansado de ser identificado por su propio idioma. "Jack dijo 'Bueno, se merecen uno a otro'".
Kerouac rebautizó a la película Pull My Daisy, por un sutil poema que había escrito con Cassady y Ginsberg en los '40. La película muda, a la que Kerouac después le agregó una narración y una banda de sonido de Amram, estaba basada en el incidente de la vida real en el que la esposa de Cassady, Carolyn, intentó encarrilarlo a una vida más normal invitando a cenar a un obispo y su esposa e hija. Sus sueños de respetabilidad se hicieron humo cuando sus bohemios amigos aparecieron en la cena y desataron el caos. En la película, Ginsberg y su amigo poeta Gregory Corso interpretan a los bohemios, junto a Amram como "Mezz McGillucuddy, un trastornado cornista francés".
La película fue co-dirigida por el revolucionario fotógrafo Robert Frank y el artista Alfred Leslie, y las condiciones de filmación en el estudio de Leslie estuvieron a la altura. "Era una fiesta intoxicada y continua que se extendió por dos o tres semanas", recuerda Amram. "Estábamos todos dando vueltas, bebiendo y fumando porro y gritando y pasándola bien. Alfred era como un negociador de rehenes tratando de que la gente hiciera lo que la escena supuestamente debía ser. Podía decir 'Allen, por favor no te saques los pantalones en esta escena, se supone que debe ser fellinesca', y todos se volvían locos."
El espontáneo, improvisado film es ahora considerado un significativo artefacto cultural, preservado en la Biblioteca del Congreso, y ha probado ser altamente influyente. "En una entrevista en los '90, le preguntaron a Larry David, productor de Seinfeld, cómo podía hacer de un grupo de gente haciendo nada la más exitosa serie de televisión", relata Amram. Y David dijo que su modelo había sido Pull My Daisy: 'Hicimos un show televisivo sobre nada, y Pull My Daisy era una película sobre nada'. Por supuesto, era sobre todo, porque era un documento de gente pasando el rato."
Inicialmente, Kerouac estaba decepcionado de que su guión no se hubiera respetado más, pero Amram vio con asombro cómo el escritor improvisó sobre la marcha una nueva narrativa. "Le compramos una botella de Châteauneuf-du-Pape, en lugar del habitual vino Thunderbird, que era el peor matarratas que a menudo bebíamos, dado nuestro nivel económico", dice. "Y él se tomó la botella entera, glu, glu, glu, y dijo 'Estoy listo'".
Mientras los críticos de Kerouac, entonces y ahora, a menudo se enfocaban en su licenciosidad, especialmente sus descripciones del uso de drogas y las desinhibidas relaciones sexuales, en el corazón de su trabajo había una espiritual búsqueda de significado. En Pull My Daisy, los bohemios arengan al obispo con una serie de preguntas sobre qué es "sagrado". "¿Es sagrado el béisbol?", preguntan. "¿Es todo sagrado? ¿Son los lagartos sagrados, obispo? ¿Es el mundo sagrado? ¿Es el basquet sagrado? ¿Es el órgano masculino sagrado?" De manera similar, en En el camino Kerouac está siempre buscando a Dios en el paisaje americano. "A medida que cruzamos la frontera entre Colorado y Utah, vi a Dios en el cielo en la forma de enormes nubes doradas sobre el desierto que parecían apuntarme con un dedo y decir 'Pasá por acá y seguí, estás en camino al cielo'", escribió.
Así como Kerouac creía que ningún ser humano era nadie, era capaz de encontrar lo divino en todo, llevando lo cotidiano a lo profundo. "Siendo un devoto católico, realmente creía en las enseñanzas de San Francisco", dice Amram. "Cuando se hizo más conocido y habló sobre la generosidad, sobre el amor y compartir, la gente pensó que le estaba tomando el pelo. Lo asombroso es que estaba espiritualmente conectado con la iglesia. No lo hacía por culpa o por mero ritual, o para que sus vecinos pensaran que era mejor persona por ir a la iglesia. Realmente significaba algo para él, y nadie podía pensar eso de ese llamado 'hombre salvaje'".
Amram cree que incluso la fascinación con el budismo que Kerouac exploró en varios libros, incluyendo Los vagabundos del Dharma (1958), estaba motivada por su fe cristiana. "Era muy compasivo", señala. "Creo que sintió que el budismo era la manera más parecida al cristianismo de comportarse en el mundo moderno". Durante una aparición de Kerouac en el show de variedades de Steve Allen, en 1959, el conductor le preguntó cómo definiría la palabra "beat". "Simpatético", respondió el escritor.
A pesar del enorme éxito de En el camino, cuando Kerouac murió, el 21 de octubre de 1969, tenía apenas 91 dólares a su nombre. Ahora, un siglo después de su nacimiento, ha sido reivindicado por la posteridad. Su trabajo sigue siendo leído, que es lo único que a él realmente le importaba. Amram recuerda las caminatas vespertinas por New York durante las cuales Kerouac podía "calmarse" repitiendo un versículo de la Biblia: "Por sus frutos le conocerás". Le preocupaba mucho más eso que la celebridad que sabía que un día se evaporaría. "Él no estaba preparado para ser una figura mundial de la noche a la mañana, para luego ser lanzado desde esa montaña en la que él nunca había querido estar", explica el músico. "Siempre podía decir, con ese acento de Lowell: 'Davey, yo soy un autor. Quiero que la gente lea mis libros'. Hoy, la gente está leyendo sus libros en todo el mundo. Y ver eso es muy gratificante."
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.