La costa de Turquía fue testigo de una de las reuniones de alto nivel más importante para las negociaciones entre Rusia y Ucrania. La ciudad turística de Antalya fue el lugar elegido por el gobierno turco para el encuentro. El ministro de Exteriores Mevlut Çavusoglu tenía sus esperanzas puestas en que esta reunión sirviera para “avanzar hacia la paz”. El país anfitrión esperaba que sobre la mesa pudieran debatirse un cese al fuego por 24 horas, pero los resultados no fueron los esperados. El presidente turco Recep Tayyip Erdogan se mostró públicamente dispuesto a mediar desde el inicio de este conflicto hace dos semanas, en el que también están involucrados Estados Unidos y la OTAN, de la que Turquía forma parte.
Si bien se mostraron dispuestos a seguir dialogando, los ministros de exteriores de Ucrania y de Rusia dispararon acusaciones cruzadas que hacen tambalear la vía diplomática que promueve Ankara. El ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, priorizó las negociaciones que se desarrollan en Bielorusia, mientras su homólogo Dimitro Kuleba lo acusó de haber acudido a la reunión sin capacidad de poder resolver la cuestión humanitaria y de querer la rendición ucraniana.
El trabajo de la cancillería turca para lograr la reunión de Antalya incluyó más de cuarenta llamadas telefónicas a diferentes representantes de la diplomacia mundial. El esfuerzo diplomático fue reconocido tibiamente por la UE. El gobierno de Erdogan se manejó como un equilibrista, pero teme que frente a una agudización del conflicto la posición equidistante que viene sosteniendo hace años entre Rusia y la OTAN se vuelva insostenible. A finales de 2015, después de que Turquía derribara un caza Su-24 en la frontera turcosiria, Moscú respondió con una batería de sanciones que impactaron en la economía turca. En un contexto de tensión con Occidente, y con el riesgo de quedar totalmente aislado, el gobierno turco utilizó esa oportunidad para abrir otra etapa en sus relaciones con Rusia.
Desde entonces y a pesar de las diferencias que existen entre ambos países en conflictos como Siria, Libia o el enfrentamiento Armenia-Azerbaiyán, se afianzaron los lazos comerciales. Esto le otorgó a Ankara cierta autonomía en relación a la OTAN al punto de adquirir los sistemas de defensa antimisiles rusos S400, lo cual le valió la objeción de los Estados Unidos, que amenazó con aplicarle sanciones. Por otra parte, Turquía le vendió a Ucrania drones Bayraktar TB2, que están cumpliendo un rol fundamental en la defensa ucraniana. Además, haciendo uso de la Convención de Montreux de 1936, la cual otorga control sobre el paso de buques de guerra por los estrechos de los Dardanelos y del Bósforo, que conectan el Mar Egeo, el Mar de Mármara y el Mar Negro, Ankara decidió prohibir el paso de buques rusos. El Convenio establece que, en tiempos de paz, los buques de guerra pueden pasar por los estrechos con una autorización diplomática. Pero en tiempos de guerra, Turquía puede prohibir el paso a los buques de guerra de las partes que se enfrentan.
La preocupación del gobierno turco se centra en el impacto que esto puede tener en su política doméstica. Una encuesta reciente encontró que casi el ochenta por ciento de los turcos cree que su país debería permanecer neutral en la guerra. Y Turquía se encuentra sumergido en una crisis económica que se hace sentir de manera cotidiana en el bolsillo de los turcos. Según cifras oficiales, la inflación interanual llegó al 48,7 porciento el mes pasado, su nivel más alto en veinte años. Sin embargo, economistas independientes aseguran que la inflación interanual subió más de 110 por ciento. Preocupa la pérdida de divisas que pueda generarse en el sector turístico, ya que los rusos y los ucranianos representan el 27 por ciento de los visitantes que eligen Turquía para veranear. También el suministro de algunos alimentos, ya que desde Rusia y Ucrania llega el doce por ciento de las importaciones en este sector.
La cantidad de ucranianos que están llegando a Turquía también comienza a inquietar a los turcos. Desde el comienzo de los ataques más de veinte mil ucranianos llegaron al país. Se les permite ingresar con sus documentos de identidad y pueden permanecer hasta noventa días gracias a un programa de exención de visa. Según los informes, se están ampliando las instalaciones en las provincias fronterizas occidentales para apoyar a los recién llegados, mientras que el espacio aéreo turco permanece abierto para ayudar a las evacuaciones.
La pregunta es hasta qué punto Rusia tolerará el equilibrio que mantiene Turquía y si comenzará a percibir sus actitudes como hostiles. Si eso ocurriese, corren serio peligro los acuerdos alcanzados entre Moscú y Ankara en el noroeste de Siria, y la cooperación conseguida hasta ahora.