“Mezcla rara de Musetta y de Mimí/ con caricias de Rodolfo y de Schaunard”, sabía cantar, al compás de sus guitarras gangosas, Carlos Gardel en 1924. Es el comienzo del tango “Griseta”, con letra de José González Castillo y música de Enrique Delfino, una de las tantas pruebas de cómo los personajes de La boheme podían atravesar el sentimentalismo popular. Las sensibilidades y las formas de popularidad cambiaron, pero la vigencia de esta ópera, quintaesencia del romanticismo burgués, se sostuvo hasta hacer de ella una de las más amadas --y, todavía hoy, más representadas—del repertorio. Una ópera siempre verde. Tanto, que sin la idea de proponer un estreno o al menos una nueva producción para inaugurar su temporada lírica, (el martes) a las 20, el Teatro Colón va a recalentar una producción de 2018 del celebrado drama lírico de Giacomo Puccini.
Con la puesta en escena de Stefano Trespidi, la dirección del francés Alain Guingal, el diseño de luces y escenografía de Enrique Bordolini y los vestuarios de Imme Möller, La boheme contará con dos elencos de cantantes para sostener las nueve funciones programadas. La soprano Verónica Cangemi como la sufrida Mimí, el tenor Saimir Pirgu en el rol del irresoluto Rodolfo, el barítono Alfonso Mujica como el fresco de Marcello y la soprano Giuliana Gianfaldoni como la espabilada Musetta, encabezan el primer elenco que actuará el martes y repetirá el jueves 17, miércoles 23, sábado 26 (a las 20), y domingo 20 (a las 17). Lo completan Fernando Radó como Colline, Juan Font como Shaunard, Sergio Spina haciendo de Parpignol, Luis Gaeta de Benoit y Emiliano Bulacios en el papel de Alcindoro.
El segundo elenco, que actuará el miércoles 16, sábado 19 y martes 22 (a las 20) y domingo 27 (a las 17) contará con Alexandra Grigoras (Mimí), Galeano Salas (Rodolfo), Armando Noguera (Marcello), María Belén Rivarola (Musetta), Emiliano Bulacios (Colline), Felipe Carelli (Shaunard), Iván Maier (Parpignol), Alberto Jáuregui (Benoit) y Mario De Salvo (Alcindoro).
“Fundamentalmente se trata de la misma puesta escénica que hice para este teatro en 2018. Obviamente, en este caso la precaución por la situación sanitaria nos llevó a reducir un poco el número de los coreutas y figurantes, en particular en el segundo acto”, confiesa Trespidi al comenzar la charla con Página/12. “Seguramente el segundo acto es el punto más difícil de esta ópera. Hay dieciocho minutos en los que en un ambiente movido y multitudinario pasa de todo: intervienen la mayoría de los solistas, los dos coros, hay figurantes, de pronto pasa una banda. Salvo animales, ahí está todo lo que una ópera puede contener”, agrega el director de escena.
Estrenada en 1896 en el Teatro Regio de Turín, bajo la dirección de un joven Arturo Toscanini, La Boheme de Puccini le ganó la pulseada histórica a la versión que Ruggero Leoncavallo, con libreto propio extraído de la misma novela de Henry Murger, estrenó un año después. Por entonces, un Puccini que recién comenzaba a dar muestras plenas de su talento y un Leoncavallo que ya había probado las melazas del éxito con I pagliacci, animaron una rivalidad que desde los respectivos editores, Ricordi y Sonzogno, se extendió al público, que dividió sus trincheras entre los diarios milaneses Il corriere della sera, a favor de Puccini, e Il secolo, partidario de Leoncavallo.
No hay leyenda en La boheme, drama que se despliega a través de un relato sencillo y directo, casi sin más argumento que la sobreexposición sentimental de los protagonistas. Es la vida pura y dura, común y corriente, sublimada por una música maravillosa, candorosa y sensual.
La acción se desarrolla en París, en torno a 1830. En un cuchitril Marcello y Rodolfo llevan una poco ocupada vida de artistas. La Nochebuena los encuentra sin leña para la estufa, con alquileres atrasados y escaseces varias. Pero son jóvenes, tienen amigos y pocas preguntas para hacerse. Un flechazo de Cupido pondrá a Mimí en la vida de Rodolfo y el Café Momus será el lugar para que Marcello encuentre a Musetta. En la felicidad precaria la tos será más fuerte que el amor y en el final, tras los enredos festivos del Barrio Latino, los protagonistas se reencuentran en la fría penumbra del cotorro para el desenlace fatal.
-- Los cantantes no son los mismos que los de la puesta de 2018. ¿Cómo fue el trabajo escénico con ellos?
-- Trabajar con los cantantes es siempre algo muy delicado. Esta puesta presenta mucho movimiento y eso complica las cosas. Pero noto que se divierten haciendo lo que les pido que hagan y esa es una buena señal. Normalmente los cantantes piensan más en cantar y no ponen mucho empeño en la actuación. Pero no es este el caso.
-- De todas maneras, esta época de imperio de la imagen exige a los cantantes mejor presencia escénica…
-- Si, claro. Por un lado eso tiene que ver con una necesidad profesional, pero por el otro viene de las ganas de aparecer vistosos en las redes sociales, donde cada día construyen su imagen. De todas maneras, hoy en día para trabajar en la ópera un cantante necesita profundizar aspectos de la actuación y la forma física, que para interpretar un rol determinado son tan importantes como la voz.
-- ¿Qué cree que tiene todavía para decir la ópera como forma de espectáculo?
-- Sería fácil suponer que un mundo sin ópera existiría igual. Sin embargo, en la pandemia pasó algo de alguna manera sorprendente: hubo mucha circulación de ópera y también producción, a través del streaming. Eso quiere decir que la ópera hizo falta. Había necesidad de hacerla y también de disfrutarla por parte del público. Fue una confirmación que surgió a causa de fuerza mayor, de algo tan terrible como una pandemia, pero que dejó en claro que la ópera tiene un rol importante en el mundo de la cultura, del arte y es una alternativa del entretenimiento.
-- ¿Cuál cree que es la clave de la vigencia de una ópera como “La boheme”?
-- Esta ópera es una lección de vida. En La boheme se representan los sentimientos básicos de la humanidad: la amistad, el amor, la muerte, el sufrimiento. También la pobreza. Y las ganas de vivir. Las experiencias más significativas de una vida están representadas en esta obra maestra de Puccini.