Desde Santiago
El arrastre popular de Boric resulta impresionante, considerando que hasta hace apenas un par de años mientras ejercía de diputado, era percibido como un furioso heredero de la izquierda universitaria, que escuchaba punk rock, se negaba a usar trajes formales y tomaba decisiones como firmar, sin consultarle a la oposición, un acuerdo por la paz junto al oficialismo de Piñera para plebiscitar una nueva constitución en noviembre de 2019. “Vendido” y “’¡Amarillo!” (tibio, contradictorio) fue lo más amable que le dijeron en redes sociales y en las calles, efervescentes por el estallido social de octubre de 2019. Incluso unos días después un grupo le tiró cerveza en la cara mientras lo increpaban por su tendencia a lograr acuerdos con adversarios políticos, un aspecto de su personalidad que lo hizo trascender desde que estudiaba derecho en la Universidad de Chile. Pero el recién asumido presidente de Chile diría después que son costos de tomar decisiones difíciles que han permitido al país salir adelante.
Minuto a minuto, la vuelta de la izquierda al Palacio de La Moneda
El mismo que ahora está recibiendo regalos, abrazos y hasta una niña que saltaba de felicidad al entregarle un dibujo cuando se bajó frente a La Moneda y rompiendo protocolos salió a saludar a la multitud —muchos con la bandera de Magallanes, su zona natal además de la mapuche, la LGBT+ y una solitaria del Partido Comunista, que estaban esperándolo en pleno centro de Santiago. Boric sabe que es el hombre del momento y sabe cómo comportarse, si después de todo desde niño —como escribió en una carta, dada a conocer oportunamente durante las elecciones— quería asumir como presidente. Aunque su madre, que se perfila como una de las nuevas favoritas de los medios lo contradice, a pesar de la evidencia. “Nunca lo pensé (a Boric como presidente), yo creo que él tampoco. Él nunca quiso estar nominado, nunca lo pensó, y todo se fue dando. Como soy mariana, le pedí a la ‘mater’ lo mejor para él y lo mejor para Chile. No necesariamente esto iba junto. Y aquí estamos”.
Entre Allende y Bachelet
Luego, y esto pasó muy desapercibido, sonrió mientras cantaba el himno nacional cuando el público apostado frente a La Moneda rimó uno de sus versos con el chilenísimo “paco culeado”, insulto recurrente en contextos así. Porque si Piñera estaba completamente desconectado de este tipo de expresiones populares, Boric las conoce todas. Pero luego vuelve a ponerse serio, rompe el protocolo y se acerca a la estatua de Salvador Allende, contemplándola por unos segundos.
Aunque quizá comparar su popularidad con la de Allende pueda ser algo impreciso —considerando el contexto y la experiencia de décadas del malogrado presidente chileno— perfectamente puede competir con la de Michelle Bachelet, sobre todo en su primer periodo. Desde niños y adolescentes hasta ancianos, la cantidad de personas saludando, gritando y esperando un gesto o una selfie del magallánico —primero en Valparaíso y ya desde las 18:00 en su llegada a Santiago— resulta llamativa para cualquier observador. El presidente, que decidió asumir sin corbata, generando un curioso debate sobre moda en televisión o medios de derecha como El Mercurio, se dejaba querer. Incluso emergió dentro del vehículo que lo trasladaba, llevándose la mano al pecho mientras ingresaba a la capital. Eso si, se negó hablar con la prensa. Luego se pasó al histórico Ford Galaxy, el mismo que ha trasladado a ex presidentes e incluso a Fidel Castro, con la banda presidencial recorriendo la Alameda, mientras la ministra del interior, la doctora Izkia Siches, permanecía sentada, respetando el protocolo.
Expectativas
Y es que las expectativas ante su gobierno, enfocado en el feminismo, la protección del medio ambiente, la descentralización y reformas al modelo económico, ha generado mucha esperanza en los chilenos que fueron en masa a votar por él el pasado 19 de diciembre, convirtiéndolo en el presidente más votado de la historia con 4.614.469 votos (55,87 por ciento frente al ultraderechista José Antonio Kast con 44,13 por ciento) y de paso el más joven de la historia del país (y del mundo) con apenas 36 años.
Su mamá, María Soledad Font, intentó esbozar un poco el sentimiento que embarga a buena parte de la sociedad chilena (exceptuando a buena parte de la derecha, claro), “Son emociones que las estoy viviendo con humildad. Estoy aceptando los designios y lo que él eligió, y lo que todo Chile eligió también. Todos queremos un Chile mejor, unido, básicamente, más igualitario. Él (su hijo) es un elemento que lo puede potenciar”. Y luego agregó: “Él tiene el poder de convocar, y es un hombre bueno. Entonces creo que esas son bases para lo que queremos: poder conversar, dialogar, y lograr esta unidad para un Chile mejor”, dijo. “(Boric) es un hombre cercano, sencillo, para mí es un hombre admirable. Se ha convertido en un joven y en un hombre admirable, del adolescente, del joven que partió a estudiar, hemos ido viendo cómo ha crecido, gracias a la gente que lo rodea, a su proyecto de vida de dedicarse a estudiar la política, a involucrarse por quienes no tienen voz, en luchas importantes”.
Sin corbata
Una de las postales de la jornada era la del retiro del retrato del ex presidente Piñera de La Moneda —y de todas las reparticiones públicas— remplazadas por la foto de Boric con mar de fondo y sin corbata. Es que su estilo, que comenzó a fraguarse durante la campaña, es de cercanía con la gente y cierta informalidad que ha sorprendido a los chilenos. Por ejemplo, a diferencia de sus antecesores, en cuanto llegó a La Moneda a las 19:15 saludó a carabineros, luego a la guardia de Palacio (que es paritaria, es decir hombre y mujer) y terminó aplaudiéndolos tras recibir el saludo de los uniformados.
Estuvo acompañado en todo momento de su novia, Irina Karamanos, académica y feminista que asumió como primera dama (pero dispuesta a reformar ese rol). La madre de Boric afirmó ante los periodistas: “es una mujer que yo admiro. La adoro en todo sentido. Ella no es sumisa y para mí, que soy una mujer rebelde, eso es importante”.
Estilos y gestos
Toda esta renovación de estilos y gestos, ha cautivado a los miles de chilenos que han estado esperándolo en el centro de Santiago, repitiendo la misma escena registrada desde muy temprano a la mañana en Valparaíso —donde está ubicado el Congreso y ciudad donde pasó la noche — jóvenes y viejos, niños sobre todo y banderas, incluso del mítico movimiento Frente Patriótico Manuel Rodríguez, cuyos miembros erraron el disparo a Pinochet en 1986.
En un momento, a las 19:30, se abrieron las barreras que rodeaban la fachada norte de La Moneda en la llamada Plaza de la Constitución y el público, tal como si estuviera ante The Beatles o cualquier artista top del momento, empezó a correr para ver más de cerca al nuevo presidente. Y si esto conmueve a cualquier espectador, hay que imaginar cómo afecta al nuevo presidente del país recibir tanto cariño espontáneo y auténtico.
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