Hace apenas días que en Rosario culminó el rodaje de la película Un Crimen Argentino, basada en la novela homónima de Reynaldo Sietecase. Con dirección de Lucas Combina, producción de Juan Pablo Buscarini, guión de Sebastián Pivotto, Jorge Bechara y Matías Bertilotti, y protagónicos de Darío Grandinetti, Nicolás Francella, Matías Mayer, Malena Sánchez y Alberto Ajaka; Un Crimen Argentino es una de las varias producciones nacionales que toman a Rosario por locación. Desde luego, hay una razón esencial y remite a la historia que se narra, pero también a la valoración de la ciudad como espacio donde producir contenido audiovisual y contribuir, de este modo, a la consolidación local del sector. En este sentido, la trayectoria del rosarino Juan Pablo Buscarini es de referencia, habida cuenta de la tarea de su productora Pampa Films –aquí en trabajo compartido con Particular Crowd y Mediabyte– y una filmografía que lo sitúa como animador y director de prestigio, responsable de títulos internacionales como El Ratón Pérez (2006) y El inventor de juegos (2014).
En el caso de Un Crimen Argentino –que llegará a los cines el 25 de agosto, y luego estará disponible en HBO Max–, Buscarini asume el rol de productor de una historia que inevitablemente lo toca de cerca. Cómo él mismo señala a Rosario/12: “Hay una cuestión bastante personal. Es algo que lo tenía muy guardado en la memoria. Cuando en 2006 arrancaba Pampa Films en Buenos Aires, y a través de un amigo nos reunimos en una comida con Reynaldo Sietecase, él acababa de publicar la novela. Pero hay que pensar que el caso sucedió en diciembre de 1980, en ese momento se cumplían 26 años del hecho; ahora estamos a 42 años del suceso. En fin, cuando leo la novela Un Crimen Argentino me digo ¡pero éste es el caso Juan Carlos Masciaro! Lo tenía guardado en la memoria, a partir de la cercanía con personas en Rosario. En ese entonces yo estaba terminando el 5º año del colegio y había algunos familiares cercanos al secuestrado y asesinado”. Llevar una historia semejante a la pantalla implica riesgos atractivos; de acuerdo con el productor, “cuando tenés la posibilidad de generar buen cine de género pero basado en un hecho real, y si además ese hecho es cercano, ¡cómo no contarlo! Pero la verdad que no es una película fácil de armar. Hacer buen cine de género es caro, y si tenés que situarlo 40 años atrás, no digo que se multipliquen tanto los costos pero sí los esfuerzos. No podés poner la cámara en cualquier lugar de Rosario y filmar, tiene que ser la Rosario de 1980. Todo ese mito de que con los efectos digitales se resuelve todo no es cierto, aun cuando ayuden a corregir cosas”.
De acuerdo con Buscarini, la cuestión personal ligada al desafío de dar vida a la historia, actualizó la necesidad de recrear un momento histórico que no es cualquiera. En este sentido, “hubo gente que no era cercana a la película y nos decía ‘¿por qué no la trasladás al presente?’, cuando el potencial de la película es esa capa profundísima que es el momento en el que sucede. Se trata de un crimen privado en medio de un gobierno que hizo desaparecer mucha gente, y la película tiene por eso muchísimo potencial. Por un lado, está la intención de que la película logre la atención propia de un thriller, pero el verdadero valor de Un Crimen Argentino es que la audiencia entienda que eso sólo podía pasar en ese momento, donde había un orden invertido, donde la policía y el poder militar se ponían por encima del Poder Judicial. No es una historia posible de traer a estos días, si así fuera se volvería un capítulo de CSI”.
Al mismo tiempo, hay una serie de consideraciones que agregan a este episodio un cariz especial, conforme al momento de la última dictadura en el cual se inscribe, “un momento que tiene toda una capa que a mi juicio se pone más valiosa que el propio relato del crimen en sí”, prosigue Buscarini; “razón por la cual es tan interesante este caso, porque uno lo relaciona en general con la época de la dictadura, pero hubo segmentos. No es lo mismo pensar los años ’76, ’77, donde hay una ejecución del plan de desaparecidos, que el mundial ’78, con los militares que parecen estar tranquilos en el poder, todavía lejos de las complicaciones y de cuando se empieza a caer todo y viene Malvinas. Digamos que este crimen los agarra en su mejor momento y eso los desconcierta: un secuestro extorsivo en Rosario, en un momento donde supuestamente podías estar más tranquilo porque no había atentados”.
-¿Cómo llega a la dirección Lucas Combina?
-Yo creo bastante en las especializaciones. Muchos me preguntaban por qué no la dirigía yo, pero en ese momento estaba con otro proyecto, me fui a hacer a Colombia una serie. Amén de una agenda de trabajo que no me lo permitía, tampoco consideraba que tuviera la trayectoria y experiencia necesarias. Lucas tenía una serie exitosa al aire en Turner, La Chica que Limpia, de la que tenía buenas referencias. Es un realizador relativamente joven, de 43 años, de Córdoba, con un oficio desarrollado. Él fue creador, autor y director, de esa serie. Nuestro audiovisual argentino tiene mucho esta idea del cine de autor, y aunque no lo parezca, no hay tantos realizadores con cierto oficio y con una búsqueda más cinematográfica que televisiva. Cuando el proyecto comenzó a tomar forma, Lucas fue una de las primeras opciones. Cuando leyó el guión le gustó mucho, también porque le gusta ese tipo de géneros. Incluso él había traído un proyecto a la productora que era un thriller político de época, así que me pareció alguien genuinamente interesado en este género.
-¿Y cómo te resultó la experiencia del rodaje?
-Fue un rodaje complejo, muy intenso. Soy rosarino pero es la primera película “grande” y de industria que hago en Rosario. Nuestra productora está basada en Buenos Aires, así que sentía una especie grande de localía, había muchos lugares que yo había recorrido y transpirado. Quizás, de todo el equipo creativo yo era el más cercano a la historia, pero no tenía experiencia de producir en Rosario en cuanto a proveedores y equipo técnico. Me encontré con muy buena gente, muy buen talento. Es obvio que todavía hay áreas en la ciudad que tienen que crecer, porque es lógico que si no hubo tanto cine ni audiovisuales ni series industriales, muchos de los proveedores de los servicios no tengan experiencia pero sí muy buen voluntad. Por otra parte, tuve una ayuda fundamental, tanto de parte de la provincia como de la ciudad, que nos pusieron a disposición el acceso a locaciones y la vía pública, algo que nos hizo muy fácil la tarea. Y también, si bien no es una sorpresa, se trata de una ciudad que tiene una arquitectura bien conservada, y en este sentido puedo parecer severo, pero es mejor que muchas otras ciudades de la Argentina. A la vez, hay otra cuestión, más de lo privado, y es que nuestro estancamiento económico de alguna manera ayudó a hacer esta película, porque hay galerías comerciales, boliches y clubs, que están frenados en el tiempo. Desde luego, hay un trabajo muy riguroso de parte del equipo de arte y de locaciones, es una película muy cuidada, pero en ese sentido me encontré con un camino bastante fácil. Rosario nos resolvió muy bien la película.