“Hoy se inaugura el soberbio estadio del Club Atlético Independiente”, tituló La Libertad en su portada del 4 de marzo de 1928. Ese día el Rojo jugó un amistoso con Peñarol. 2 a 2. Los arcos, a diferencia de cómo los conocemos hoy, estaban ubicados de espaldas a la calle Cordero y a las vías del tren. Se lo conoce como Doble Visera de Cemento. Era el primer gran estadio de fútbol. Ejemplo sudamericano.
Libertadores de América - Ricardo Enrique Bochini
Gran parte de la estructura fue demolida en 2007. Dos años después se inauguró el Libertadores de América, al que se le agregó el nombre de Ricardo Bochini, tardío homenaje al gran ídolo del club. Pero la historia tiene sus grises. Con fotos y textos, el historiador Claudio Keblaitis la cuenta en detalles en su hermoso libro Querida visera. Lo escribió, lo diagramó y lo publicó a pulmón para aprovechar el muchísimo material genuino del club que tiene en su poder. Es su cuarto libro sobre Independiente. Los anteriores son los volúmenes I, II y III conocidos como Alma Roja. Llegan hasta 1940. Ojalá los complete hasta nuestros días.
La historia de la Doble Visera
Ese 4 de marzo, del que se cumplieron 94 años este mes, la cancha con tribuna de cemento se complementaba con tribunas de madera traídas desde Crucecita, la zona de Avellaneda donde se alquilaba el anterior estadio, en avenida Mitre al 1900. Nada se tiraba. Cuando el alquiler se fue al demonio, había que salir a buscar un nuevo terreno con lugar para canchas de fútbol y de otros deportes, pileta, gimnasios y salones. Wilde, Sarandí, Bernal y Quilmes fueron las primeras opciones. Pero la mejor fue la del Cuartel I, en la calle Alsina entre la cancha de Racing y las vías del Ferro Carril Sud. El terreno se compró en 1925 con un empréstito interno del club y en 1926 comenzaron los trabajos. Zona inundable, había que empezar por rellenar y nivelar.
La rivalidad con Racing
“La actividad primordial, y la que llevó la mayor parte del año 1926, fue el rellenado del terreno adquirido, pues su nivel era bajo y anegadizo -cuenta Keblaitis-. Los exagerados decían que en la laguna que se formaba allí cuando llovía, hasta las vacas nadaban. Se comenzó segando el bañado con tierra y parecía que nunca eran suficientes los carros que llegaban, pues cada mañana, al iniciar las obras, el relleno había desaparecido. Como esta zona era despoblada y rodeada de baldíos y terrenos del Ferro Carril Sud y Oeste, una noche se apostó un grupo de socios que descubrieron que de una chata se bajan varios reconocidos hinchas de Racing que cargaban la tierra y se la llevaban”. Dicen que hubo disparos y corridas, que los de Racing no volvieron y que los del Rojo alambraron el predio. La rivalidad entre ambos siempre existió. Dicen, también, que ya en el año 27 el intendente de Avellaneda de entonces, Alberto Barceló, hincha de Racing, ordenó clausurar las obras y demoler lo que se había levantado de la visera. El tema se solucionó sin una medida tan drástica. Aunque los inconvenientes con Barceló continuaron.
El crecimiento de Independiente
El club crecía en todo sentido. Hubo más amistosos. Entre ellos, Barcelona, reciente campeón de España, al que el local le ganó 4 a 1. En 1929 se llamó a licitación para hacer tribunas en los cuatro costados. Pero no todo era brillo. Ese mismo año la situación económica estaba frágil. Aunque se hicieron más obras. Entre ellas, la del cambio de la orientación de la cancha, que se presentó el 13 de abril de 1930 con un 3 a 1 ante Racing, por el torneo local.
Desde entonces las obras no pararon y la popularidad del Rojo creció. Los resultados deportivos eran brillantes. En el 34 se canceló la hipoteca por los terrenos y hasta se empezó a gestionar un nuevo sistema lumínico. Desde 1938 se pudo jugar de noche.
En la década del 40, y a pesar de la interna política que vivía Independiente, la Doble Visera tuvo velódromo y pista de atletismo. Pero también tuvo deudas. Un préstamo del gobierno peronista permitió cancelarlas y empezar de nuevo. Gracias a esa operación se inauguró en 1958 la famosa pileta olímpica ubicada a metros de la cancha.
Si las décadas del 60, 70 y 80 mostraron a un club en constante crecimiento deportivo y social, lo que siguió fue lo contrario. La pintura no tapaba la dejadez de años. “Pocas obras de fondo. Se arreglaba lo que se rompía y lo que se desgastaba se pintaba”, cuenta Keblaitis. Hasta los sanitarios colapsaban. Las deudas volvían a crecer y las sucesivas gestiones desmejoraban el club. Sin dinero y con inversores privados se pensaba en un estadio nuevo; Villa Domínico era una opción. Aparecieron los socios que formaron la Comisión de Defensa de la Doble Visera de Cemento para defender ese pedazo de historia grande. Pero los dirigentes estaban en otra.
Un detalle tal vez sirva para entender hasta qué punto había llegado la decadencia de ese estadio que fue ejemplo internacional en 1928. El 17 de septiembre de 2006, a minutos de un partido con San Lorenzo, cayó un pedazo de mampostería de la base de una de las bandejas. No hubo víctimas, pero quedó claro que la Doble Visera ya no ofrecía garantías estructurales.
Unos 42 mil fueron los espectadores que el 8 de diciembre estuvieron en el último partido oficial, entre Independiente y Gimnasia y Esgrima de Jujuy. Un equipo alejado de la historia grande perdió 2 a 1. La dirigencia del presidente de entonces, Julio Comparada, quiso disfrazar de fiesta la tristeza. Fuegos artificiales, amistoso con estrellas (Bochini, Bertoni, Goyén, Outes, Percudani y muchos más) y músicos. Querían hacer como que estaba todo bien, pero estaba todo mal. “Para muchos de nosotros fue un velorio”, sintetiza Keblaitis.