Este martes se iniciará el juicio en el que Eva Analía De Jesús, Higui, será juzgada por “homicidio simple” por defenderse de un grupo de varones que intentó violarla para “corregirla”: querían “sacarle lo lesbiana”. Fue en 2016. Seis años después, en las puertas del Tribunal Oral en lo Criminal Número 7 de San Martín, a Higui la acompañarán espacios LGBTQ+ y organizaciones feministas que desde hace años tienen como bandera el grito Absolución para Higui. Entre ellos estará la Coordinadora Sin Fronteras de Fútbol Feminista, un colectivo que reúne a hinchas, socias, futbolistas, dirigentas y directoras técnicas que pelean por un fútbol para todes. En la movilización que hicieron el último #8M la frase “yo me defendería como Higui” estuvo entre sus proclamas.
Higui tiene su corazón de futbolista: es arquera, se destacaba en los potreros y clubes de barrio, en las canchitas de las villas donde vivió, en la zona Oeste del Conurbano bonaerense. Cuando tenía 16 años le pusieron su apodo por su parecido con el arquero colombiano René Higuita, que hace unos años se tomó una foto con el cartel que pedía la absolución de Higui.
De su amor por el fútbol habló en el libro ¡Qué Jugadora! Un siglo de fútbol femenino en Argentina, publicado por Editorial Planeta en 2019. “Para mí el fútbol es la familia”, dijo. Por entonces, en un picado que se organizó en la puerta del Congreso de la Nación, peloteó con Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora.
Aquí algunos extractos de su pasión por la pelota y de su propia identidad como jugadora de fútbol, en 11 frases: una por cada puesto en una cancha de fútbol, su lugar en el mundo.
1.- “En el fútbol compartís cumpleaños, buenos y malos momentos, te abrazás, llorás de alegría y a veces de tristeza también. Pero te abrazás. Te juntás, vas a bailar, es muy sano el fútbol, es lo más. Cuando yo era peque, iba a la casa de Mamiana, la que fue mi DT en La Esperanza, mi primer equipo. Por ahí yo me sentía huérfana y en el fútbol el DT es como tu mamá y tus compañeras son como tus hermanas. Entonces yo iba a la casa de Mamiana y se me pasaba todo”.
2.- A mí el fútbol me ordenaba, me sigue ordenando. Me maneja la pelota. ¿Viste cuando escuchás música y bailás, y te sentís que fluís, que sos vos misma? Yo veo la pelota y siento eso, fluyo.
3.- Cuando era chica nos mudábamos mucho. La verdad que no sufría tanto cambiarme de colegio seguido y esas cosas porque en mi vida lo importante era el fútbol. Y el fútbol estaba en todos esos lados. Cuando nos inundábamos, por ejemplo, nos teníamos que ir a las iglesias, los colegios o los clubes. Pasaba bastante seguido porque nosotros estábamos en la vera del río Reconquista, ahí en el límite entre Morón y San Miguel, y si llovía siempre nos terminábamos inundando. ¡Qué loco! Lo pienso ahora y por ahí es algo triste, pero en ese momento era lo más, no nos dábamos cuenta. En los colegios o clubes había canchitas y se llenaban. Éramos un montón jugando al fútbol todo el día. El fútbol nos hacía sentir que estábamos en otro lado, nos olvidábamos que esa no era nuestra casa o que teníamos frío porque dormíamos en el piso o que había que hacer cola para usar los baños.
4.- Yo juego desde que tengo memoria. En casa éramos ocho hermanos y vivíamos con mi mamá, Susana. En La Esperanza nuestra primera DT fue Bety y después Mamiana, que yo la quería como a mi mamá. En ese grupo la mayoría eran chicas a las que les gustaban los varones, así que al equipo le decíamos Las Pijas Locas.
5.- En ese equipo yo era clave, como la figura. Cuando íbamos perdiendo 1 a 0 , Mamiana me sacaba del arco y me ponía en la cancha para que yo fuera a empatar los partidos. Ella me tenía tanta fe… Era increíble. Yo iba, hacía el gol y me volvía a meter en el arco. Esa táctica la usábamos siempre y después ganábamos los partidos por penales.
6.- Por entonces era muy tímida, pero todos me conocían por cómo jugaba y la gente me llamaba para que fuera a otros equipos. Entonces jugué para Belgrano, La Quinta, El Galpón, San Damián, Obligado, todos clubes de barrio. Hasta me iban a buscar en remís, me pagaban el viaje y me llevaban.
7.- Mi mamá una vez nos quiso llevar a probar a River. A mí y a mi hermana la Mariana. Es crack la Mariana. Hacía la que hacía el Diego, ¿viste? Jueguito con el hombrito. En el barrio nadie hacía eso. Y bueno, íbamos a ir a River y nos teníamos que encontrar con otra piba, pero nos desencontramos y todo quedó ahí. No fuimos al final. Igualmente, yo soy hincha de Boca. Hubiera ido a River sólo para que me vieran y después me llamaran de otro club. La verdad, me hubiese gustado jugar en Primera. Una vez también estuve por irme a probar a Vélez, pero ya tenía 17 años, ya estaba alquilando, laburaba, era muy difícil. Yo trabajo desde los 12 años.
8.- Y bueno, el último club en el que jugué fue Amistad de San Miguel, en cancha de 11, a los 31 años. Hasta ahí, el Escorpión, la jugada que había inventado Higuita, lo hice dos veces. En cancha de 11 la usé para salvar un gol, pero jugando como defensora. Y otra vez lo usé en cancha de Papi, cuando estaba en el arco. Lo hice y casi me sale gol en el arco de enfrente. Pero pegó en el travesaño.
9.- La primera cárcel en la que estuve era un calabozo. Era muy pequeño, era horrible. Ahí sos un león enjaulado. Pero me acordé del fútbol. Se me ocurrió pedirle a mi mamá que me trajera naranjas, muchas naranjas. Ella no sabía para qué eran, nunca se imaginó. Yo agarraba y hacía jueguitos con esas naranjas. Y a veces, cuando se reventaban porque les pegaba contra la pared, les pedía a las otras pibas del calabozo a ver si me daban naranjas, si ellas tenían. Y escuchaba sus gritos:
-¡Yo tengo milanesa!
-¡Yo tengo fideos!
-¡No! ¡Esta guacha quiere naranjas para jugar a la pelota!
10.- En el penal de Magdalena, donde me trasladaron después, me acordé de los colegios cuando nos inundábamos porque tenía patio y cancha. Fue la primera vez que después de tanto tiempo pisé el césped y toqué una pelota.
11.- Hoy siento que tengo hinchada sin jugar a la pelota. Porque a mí me ayudaron mucho en todo esto las pibas de los movimientos feministas. Es re loco. A ellas no les importa si hago un gol: hinchan igual por mí. Ellas me ayudaron a defenderme. Es como que me dieron un paso, me devolvieron la pelota al pie cuando yo la había perdido. La recuperé, las pibas me la pasaron. Ahora cuando juego por ahí me cargan, me dicen que estoy vieja. Pero bueno, yo me río y les contesto: “Ya sé que estoy vieja, guachas, pero tampoco tanto”.