Durante la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, Alberto Fernández dedicó buena parte de su discurso a la importancia que, para su gobierno, tiene el impulso de la ciencia y la tecnología. Bajo esta premisa, anunció el envío de un proyecto legislativo para que el Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2030 (PNCTI) adquiriera fuerza de ley, con el objetivo de que en el futuro la CyT deje de depender de los humores de las gestiones de turno y pueda convertirse en una política de Estado. De sancionarse en el mediano plazo, podría sumarse a las otras dos normas que fueron impulsadas durante su administración: las leyes de Financiamiento de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación y la que impulsa la Economía del Conocimiento.
“A partir de la Ley de Financiamiento llegarán inversiones muy fuertes. Necesitamos definir las prioridades para conseguir un desarrollo autónomo y soberano, a partir de agregar valor a la producción primaria y transformar la matriz exportadora”, plantea Daniel Filmus, titular del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Para la reactivación del sector, contar con un Plan que oriente las acciones de la próxima década será fundamental. Los lineamientos del PNCTI fueron consensuados en encuentros previos por los actores de la comunidad científica, universitaria y productiva del país. Tiene el objetivo de promover las agendas de investigación, desarrollo e innovación a tono con las políticas nacionales y buscará dar respuesta a las demandas de conocimiento que emerjan a la lo largo y a lo ancho de la nación. Ubica a la biotecnología, la nanotecnología, la energía nuclear, la transición energética, la ciencia de datos y la industria del software como algunos de sus ejes fundamentales, y también aborda temas sociales como educación, seguridad, justicia y pobreza. En definitiva, que el conocimiento científico pueda ayudar a resolver necesidades de primer orden.
Como antecedente, si bien Argentina había tenido planes nacionales de CyT en 2010 y en 2020, no había ocurrido lo mismo con el 2030 porque el macrismo no se había encargado de su confección. Y, para peor, dicho accionar no era descontextualizado; más bien marchaba en consonancia con el modelo de país que proyectaba: para el expresidente, financiar las actividades científicas constituía más un gasto que una inversión.
Otro de los objetivos que se propone el MinCyT de cara a los próximos años es saldar una cuenta pendiente: la federalización del sistema de ciencia y tecnología. “El Plan 2030, por primera vez en la historia, incluye a las agendas provinciales porque la actualidad de la ciencia y la tecnología exige que nosotros invirtamos fundamentalmente en descentralizar y federalizar el sistema”, señala el ministro. En este sentido, el nudo estará en fortalecer las cadenas productivas, crear trabajo y dinamizar las economías regionales. Se establecerá, con este fin, una distribución de los fondos entre las 24 jurisdicciones para reducir las asimetrías entre las diferentes regiones. Para citar un dato a modo ilustrativo: en el presente, el 85 por ciento de los investigadores e investigadoras se concentran en el centro del país.
Mirada de futuro
Durante el gobierno de Alberto Fernández, Argentina sancionó dos leyes fundamentales para el impulso del sector. Por un lado, la Ley de Financiamiento que planifica alcanzar una inversión del 1 por ciento del PBI hacia 2032 (multiplicar por cuatro el presupuesto actual), bajo la premisa de que un área estratégica no solo requiere de inversiones crecientes sino permanentes. Y, por otro, la Ley de Economía del Conocimiento apunta a promover nuevas tecnologías, generar valor agregado, fomentar el empleo de calidad, facilitar el desarrollo de pymes y aumentar las exportaciones de las empresas que se dediquen a servicios basados en el conocimiento. Al respecto, Filmus destaca: “Uno de los fenómenos más interesantes es que los sectores que más rápido se recuperaron de la pandemia son los relacionados con la economía del conocimiento. Me refiero a la industria y a los servicios vinculados a tecnología de punta”.
De la misma manera que sucede con otras áreas sensibles como la educación o la salud, un enfoque que supere el cortoplacismo es decisivo. Se prevé, desde aquí, que el conocimiento opere como un engranaje del sistema productivo y contribuya en un camino que conduzca a la soberanía en diversos órdenes. El satelital parece, una vez más, marcar el rumbo. De manera reciente, el presidente anunció el relanzamiento del plan geoestacionario: a la construcción ya en marcha del Arsat Segunda Generación 1, se sumará, en simultáneo, el Segunda Generación 2. Aventuran que la fabricación y la puesta en órbita de ambos (junto al Arsat 1 y 2 lanzados en 2014 y 2015) constituyan el símbolo de la reactivación de la industria doméstica, también anestesiada durante el mandato macrista.
La ciencia como bandera
Desde un comienzo, Alberto Fernández exhibió su perfil como profesor universitario y compartió el orgullo de haber sido formado en la universidad pública. Desde su asunción, creó un comité de asesores conformado por el filósofo Ricardo Forster, el antropólogo Alejandro Grimson y la socióloga Dora Barrancos. Durante la apertura de las sesiones legislativas de 2020 aseguró: “El nuestro es un gobierno de científicos”, en contraposición al gobierno de CEOs que caracterizaba a su predecesor.
Cuando sobrevino la pandemia se rodeó de expertos y expertas e impulsó un segundo comité, del que participaron Pedro Cahn, Florencia Cahn, Omar Sued y Mirta Roses, con el objetivo de escuchar las perspectivas científicas para orientar el manejo de la pandemia. Con esta impronta, actualmente, Fernández busca retomar la senda de los gobiernos kirchneristas que en los mandatos previos hicieron de la ciencia y la tecnología su bandera. Administraciones que no solo se regocijaron en el discurso, sino también diseñaron y ejecutaron políticas públicas concretas. A la creación del MinCyT en diciembre de 2007, le sucedieron los avances en materia nuclear, satelital, radares y software, la creación de Raíces (repatriación de cerebros) y Pampa Azul (puesta en valor del Mar Argentino) como políticas de Estado. También fomentaron el incremento en las plantillas de investigadores y becarios, la ampliación de infraestructuras; y en el plano comunicacional, la creación de Tecnópolis, de TecTV y el Centro Cultural de la Ciencia.
A partir de 2019, el gobierno de Fernández cumplió con su promesa de recuperar el MinCyT degradado a Secretaría durante el macrismo; se duplicaron los ingresos a la Carrera del Investigador Científico y aumentaron los becarios; se creó el Plan de Fortalecimiento de los Recursos Humanos de los Organismos de CyT (que incorporó mil científicas y científicos a los organismos dependientes del Poder Ejecutivo Nacional); se relanzó el Raíces y el Pampa Azul antes desfinanciados; se sancionó la Ley de financiamiento de la CyT; y se creó la Unidad Covid-19. El horizonte está claro: será cuestión de tiempo advertir qué éxitos y fracasos se cosechan en el camino.