Rosario le dio ayer el último adiós a Gerardo Rozín en una emotiva, íntima y cálida ceremonia que, además de religiosa, sirvió para recordar y homenajear al periodista y productor rosarino que falleció el viernes pasado a sus 51 años. Si bien los restos del ex cronista de Rosario/12 habían sido velados el sábado en el barrio de Almagro, durante la madrugada de ayer lo trasladaron a su amada Rosario para ser enterrado en el Cementerio Israelita, lugar donde también se encuentran los restos de su mamá.
“Yo soy rosarino, soy judío, soy de Central, soy periodista y productor. Y cuando digo ‘soy rosarino’, digo nací en el lugar que más me gusta de todo el mundo, y viajo inevitablemente a la calle 9 de Julio 1669, séptimo piso, a la casa de mi infancia”, había dicho Rozín el año pasado en una entrevista a Infobae. Como si se tratara de una premonición, todos los elementos nombrados en esa frase estuvieron presentes ayer: fue enterrado en el Cementerio Israelita de Rosario, en un cajón con la bandera canalla y rodeado de su familia rosarina y de sus colegas y amigos periodistas.
Desde las primeras horas de la mañana, familiares, amigos y colegas, entre ellos reconocidas personalidades de la ciudad, se acercaron a la cochería de calle Córdoba al 2900 donde se realizó un nuevo velatorio, después del que se llevó a cabo en la ciudad de Buenos Aires. Pablo Feldman, Horacio Vargas, Juan Carlos Baglietto, Reynaldo Sietecase, Carlos Bermejo, Adrián Abonizio, Jorge Cánepa, son algunas de las personalidades locales que se acercaron para despedir a su amigo.
Pasado el mediodía partió el cortejo fúnebre hacia el Cementerio Israelita de Rosario, lugar elegido por el propio Rozín como su último destino ya que allí se encuentran los restos de su madre. En ese momento se pudo ver en el coche fúnebre que encabezaba la caravana el cajón envuelto en una bandera canalla y con una camiseta de su querido Rosario Central, otra de sus grandes pasiones.
Una vez en el cementerio, todos los presentes hicieron un círculo alrededor del cajón y escucharon palabras íntimas de dos de sus grandes amigos rosarinos, el intendente Pablo Javkin, que se dirigió directamente al cementerio, y Reynaldo Sietecase. Mientras esto sucedía, en el ingreso se fue acercando gente que también quería despedir a la persona que, sin conocer personalmente, aprendieron a querer a través de la televisión.
Luego llegó uno de los momentos más difíciles de la tarde con el entierro. Incluso desde lejos –porque la prensa debía respetar una distancia prudencial para no interferir en una ceremonia tan íntima- se podía notar la emoción de los presentes que se abrazaban y consolaban mutuamente, incrédulos de estar despidiendo a tan corta edad a Gerardo Rozín.
Finalizada la ceremonia, Javkin se acercó a los cronistas presentes y visiblemente emocionado recordó a su viejo amigo: “Fue alguien que defendió esta ciudad como pocas personas. Era un fanático de Rosario. Habitualmente hablábamos los domingos a la noche y siempre me hacía la misma broma, diciéndome ‘viste lo que les metí a los porteños sobre Rosario, les clave media hora de Abonizio en prime time’. Desde ese punto de vista, fue un rosarino que siempre se sintió de acá”.