Rosarina, antropóloga y milonguera (en ese orden de aparición), Eugenia Calligaro sabe bien los códigos no escritos de su profesión y de su otra pasión. Sabe que para avanzar con fluidez y sin chocarse, ni con el compañero de baile ni con el objeto de estudio, es preciso mantener constantemente un equilibrio justo entre la fusión y la distancia. De esa atención éticamente aplicada, en un marco teórico que el lector de a pie agradece que se explicite a cada paso, nace El tango en los pies (Humanidades y Artes Ediciones). 

Nacida en Rosario en 1967, Calligaro tomó clases de una figura clave de la danza en esta ciudad: la bailarina y coreógrafa Victoria Colosio (1927-2016), bajo cuya dirección ella participó en espectáculos de tango. Ese vínculo duró años. Licenciada en Antropología por la Universidad Nacional de Rosario y Profesora de Danzas Clásica y Contemporánea, Eugenia Calligaro fue fundadora y coordinadora del área Antropología del Cuerpo en la Escuela de Antropología (UNR); perteneció al Centro de Estudios Antropológicos en Contextos Urbanos y desde 2018 fue y es miembro fundador del Centro de Estudios de Tango y Danza, dependiente de la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR. Dio clases de Danzas (Clásica, Contemporánea, Tango), Antropología del Cuerpo, Historia de la Danza e Historia del Tango en el Instituto Superior de Danza "Isabel Taboga" y en la Escuela Provincial de Danzas "Nigelia Soria" durante 27 años. Ha participado en las compañías Ballet Group y La Troupe, y actualmente dirige Tiemblan las Baldosas.

Hay en el tango una "proxémica del abrazo", como explica Eugenia Calligaro en uno de los capítulos de su libro que más relevancia cobran en este tiempo de ¿post? pandemia. Allí toma de Edward Hall el término "distancia íntima" y hace "la salvedad de que esta intimidad es un gesto que sucede en el espacio público de la milonga, produciéndose una tensión. La 'forma' de los cuerpos 'apoyados para bailar' hace referencia al abrazo en la vida cotidiana... Pero al suscitarse en un espacio público, las manifestaciones de afecto más allá del abrazo tanguero... no se dan en el contexto de la milonga. Habría una regla tácita de no realizar otras manifestaciones de afecto intensas, más allá del abrazo del baile". En la lectura de su libro, alentada por el prólogo de Ariel Gravano, ese código milonguero puede servir como metáfora epistemológica para seguirla en esta singular investigación del tango. Donde pone en juego su propia biografía y sus propias peculiaridades, como el gesto de ingresar al quirófano con una "estampita" del director de orquesta Osvaldo Pugliese, de quien se dice que trae buena suerte: un acto de amor más que de fe, que no contradice la racionalidad de su impecable trabajo científico. 

A veces, un antropologuito da el mal paso y deviene (por citar un viejo chiste de una comedia española de la posdictadura franquista) en la "antropófaga" que un burdo sentido común occidental imagina como su objeto de estudio. Cuando Michael Harner declaró por escrito que "los espíritus existen", estaba experimentando una conversión transcultural; pero al mismo tiempo se desmarcaba del contexto académico en el que su trabajo de investigación había surgido, llevándolo al corazón de la selva amazónica, donde se adentró en el mito para no regresar. El chamanismo ganó un sonoro adepto en Occidente, pero la antropología perdió un jugador. Esto no le pasa a Calligaro, quien hasta ha aprendido a reírse de su propia fidelidad a esa distancia: "Yo voy a las milongas a hacer trabajo de campo, porque estoy escribiendo un libro sobre el tango en Rosario desde un punto de vista antropológico", cuenta que le contó a una milonguera que era profesora de Expresión Corporal. "¡No se me había ocurrido esa excusa!", retrucó esta. En la página siguiente, "En primera persona", Calligaro pasa a las cursivas para dar un testimonio, y su narración es más que una crónica: hace antropología del cuerpo. Después, analiza este relato de un momento en su propia experiencia de la milonga.

El tango en los pies es un libro en tres tiempos. El primero, escrito a mediados de la década del '90, sitúa a los lectores en la ética de su disciplina científica, y desde allí indaga el sentido común del tango en Rosario. En el segundo (2016 a 2020), la autora se para sobre los tacones de su disciplina artística, sin dejar de lado su propia perspectiva de investigadora. Preguntas como: ¿el tango es para "viejos"? ¿Hay un estilo rosarino para bailar tango? ¿Sigue habiendo tango en los barrios tangueros de Rosario? ¿Puedo ir a una milonga sin saber bailar? son respondidas en ambas secciones a la par de: ¿Qué es el sentido común? ¿Qué es un mito? ¿Por qué la hora de la milonga es la noche? 

En un tercer tramo del libro, se investiga y se narra "El tango en la historia de Rosario", desde la "ciudad puerto" de 1895 hasta las peñas de los años '60, ilustrando con mapas que localizan los focos tangueros, y su contexto económico y social, en cuatro períodos bien diferenciados: la ciudad portuaria y ferroviaria de fines del siglo XIX, los lugares de tango entre 1906 y 1930, los grandes bailes en la décadas de 1940 y 1950, las clases de tango en Rosario (1994-1995) y las milongas (2017-2020) del siglo veintiuno. Obra de referencia para la práctica danzante y sobre la historia local del tango, y valiosísimo rescate histórico y cultural teniendo en cuenta que la memoria viva de la época de oro del género se va perdiendo al morir sus memoriosos, El tango en los pies llena un vacío epistemológico al constituir un estudio antropológico pionero sobre el tango en Rosario. Y está enriquecido por una primera persona que es ágil en su relato y por una escritura con calle, invitando a bailar, a aprender y a pensar, en partes iguales.