Hubo tiempos, en los oscuros y desesperados días antes de Franz Ferdinand, en los que Alex Kapranos se convirtió en Leatherface, el asesino de La masacre de Texas. "Tuve que vestirme en un traje naranja típico de los presos estadounidenses, con un bozal en la cara, sosteniendo una motosierra sin la cadena", dice el cantante, recordando su trabajo más extraño antes de la fama, como un actor interactivo en "un tren fantasma estático" en Glasgow llamado Terror Bajo los Arcos. "Empecé a perseguir glasgovianos aterrados fuera de los arcos. Durante los dos primeros meses o algo así fue el más asombroso trabajo que hubiera tenido: me pagaban para perseguir gente con una motosierra."
Sentado en un dormitorio clínicamente chic en un hotel de Hackney, de algún modo manteniendo su aspecto de afabilidad urbana mientras se baja un desayuno tardío de té y tostadas ("¿Estos son maníes?", pregunta mientras huele un bol de una pasta marrón, preocupado por una alergia que hizo que los médicos de una unidad de urgencia le salvaran la vida en 2019), parece inconcebible que este sofisticado personaje indie, con una carrera de veinte años como erudito del art rock, haya tenido aunque fuera unos gramos de psicópata dentro suyo. Privado de su ansia de sangre, es una compañía encantadora, lleno de anécdotas y fervor contracultural. Su banda es un cuerpo ideal para un pop de guitarras inteligente y articulado, que consiguó un éxito meteórico.
Cuando Franz Ferdinand emergió de la escena alt rock de Glasgow, en 2003, como la elegante, orgullosa a la escocesa de una explosión del indie británico disparada por el arribo de The Strokes, rápidamente embolsó un premio Mercury por su debut epónimo, el disco de 2004 que vendió 3 millones de unidades. Obscenos himnos llenapistas como Take Me Out”, “Do You Want to” y “No You Girls” los dispararon a la fama de los rankings en Europa y América. Mezclando una sexualidad lasciva, referencias rusas avant garde, un punk-funk efervescente y un aire de educada sofisticación, rompieron todo como esos prefectos del rock vestidos con blazer que se colaban en las fiestas de las grandes estrellas. En el pico de su éxito, Kapranos incluso escribió una columna sobre gastronomía en el diario The Guardian.
"Tenías estos momentos bizarros como caminar por la... en realidad era una alfombra verde, en los Grammy, detrás de James Brown y delante de Hulk Hogan", se ríe Kapranos, navegando de manera magistral entre los potenciales abismos del sombrero cowboy de diseño y la compota de mermelada. "Ese es mi rol en la vida, en algún lugar entre James Brown y Hulk Hogan. ¡Puedo luchar como James Brown y cantar como Hulk Hogan!"
En otra oportunidad, en el show de Usher tras los premios MTV en Roma, se encontró caminando junto a un "Tiger King" de la música. "Usher es un tipo bastante pequeño, y la fiesta era literalmente un montón de gente llegando a esta habitación en una elegante mansión en algún lugar, y él estaba parado ahí en un pedestal sosteniendo una cadena con dos cachorros de tigre. Obviamente él había pedido que le consiguieran unas "chicas hot" para estar cerca suya, y a quien le asignaron la tarea consiguió lo que consiguió. Eso fue bastante bizarro."
Y entonces estuvo su vuelo en el jet privado de Karl Lagerfeld. "Él nos fotografió para una revista alemana y nosotros estábamos yendo a un show y nos dijo 'Oh, saben, mi avión privado justo está ahí en el aeropuerto, ¿por qué no lo usan ustedes?' Con lo que volé en el avión privado de Karl Lagerfeld, cuando generalmente lo hago en líneas low cost como Vueling o easyJet."
Ahora, las intransigentes dos décadas de Franz Ferdinand están siendo celebradas con una colección de grandes éxitos, Hits to the Head, algo así como un tributo a los compilados de David Bowie y Motown que abundaban en la colección de discos del padre de Alex. Hubo cierta frustración por el retraso que sufrió el proyecto por la pandemia; a esta altura la banda esperaba estar sacando su sexto disco. "Me gusta mirar hacia adelante", dice el cantante, determinado a no dejar que el compilado deje pegado el nombre de Franz a la historia tan firmemente como su inspirador, el archiduque de Austria. "Pero entiendo la importancia de una retrospectiva. Es como escalar una montaña para mirar hacia atrás y ver dónde estás. Pero prefiero que sea un vistazo rápido hacia atrás, y luego seguir subiendo."
A ese efecto, el album cuenta con la introducción de "Billy Goodbye", una nueva canción, moderna y con aires glam, sobre el agridulce final de una amistad. "Hay muy pocas canciones sobre amistades", dice Alex. "Está esa canción 'Sunny' de Bobby Hebb, la amo con todo mi corazón. Es tan conmovedora, realmente, realmente poderosa... en lo sonoro quería que se sintiera casi como si existieran en épocas paralelas. Que se sintiera como si pudiera ser 1972, el año en que nací, 2002 cuando nos juntamos, y simultáneamente 2022. Elementos del sonido que solo pueden suceder ahora. Es como si todos estuvieran existiendo simultáneamente en mi afiebrada mente, ahora mismo, en este minuto."
El video que acompaña a la canción, filmado en blanco y negro, con unos freaks de la moda devastados de manera poco elegante y agitándose en un galpón durante un show de Franz Ferdinand, con imágenes intercaladas de daliniescas tomas de Alex con un ojo explotado, es un homenaje al Chateau, el dilapidado edificio industrial de cinco plantas que los ascendentes FF y sus amigos artistas convirtieron a comienzos de los 00 en el equivalente de Glasgow de la Factory de Andy Warhol.
"Quizá no es tan anárquico como era el Chateau", se ríe Kapranos. "El Chateau estaba bastante jodido. El primer show que hicimos ahí estaba completamente lleno de gente, y había un viejo sistema de riego en el techo. Había un tipo con pasamontañas colgándose de los caños por todo el salón mientras estábamos tocando. Lo miraba y pensaba 'Esto se va a ir al carajo en cualquier momento, todo el lugar va a estar cubierto de agua', y parte de mí estaba muy entusiasmada conque eso pasara, a ver qué sucedía'. Toda esa experiencia se sentía como si estuviéramos empujando las cosas lo más lejos que pudiéramos, buscar los límites de la anarquía."
La era de Franz Ferdinand en el Chateau no era muy auspiciosa. Como un outsider excéntrico de la escena de Glasgow durante algunos años -y habiendo fracasado en su intento de tener éxito con su banda post Britpop The Karelia ("Fui tan lejos como intentar un bizarro tributo a Noel Coward y Bonzo Dog Band, y el album resultante vendió solo 27 copias")-, Kapranos había abandonado sus sueños de ganarse la vida haciendo música, y así tomó una serie de trabajos para financiar su costado indie. Fue promotor en un club de música del 13th. Note Bar, chef, asistente de maestro, barman, soldador y, en un punto, trabajador en la prensa neumática de una fábrica de circuitos en Clydebank, un trabajo tan tedioso que llegó a meter y sacar un dedo fuera del área de seguridad "solo para tener algún grado de adrenalina."
Cuando el éxito le llegó a Franz Ferdinand, y los pibes que solían tirarle botellas a la cabeza en las calles del este de Glasgow empezaron a pedirle autógrafos, Alex ya estaba llegando a los 30 años y era de algún modo inmune a que la cabeza le empezara a dar vueltas. Durante años mantuvo su viejo auto de 250 libras -la fila de gente fuera de su primer show con entradas agotadas en el Barrowlands de Glasgow debería haberle dado un empujón-, y la idea de manejar una Harley Davidson a través de la recepción de un hotel en Los Angeles perdió su encanto luego de que le leyeran la palma de la mano en Hong Kong. "El tipo miró mi palma un momento y me dijo: 'Hay un gran quiebre en la línea de vida. Antes de los 34 años vas a tener un gran accidente. Probablemente algo que tenga que ver con una motocicleta'. Con lo que doné mi Lambretta al Museo del Transporte de Glasgow, y aún está ahí."
¿Hay alguna historia secreta de rehabilitaciones en la historia de Franz Ferdinand? "Ninguna de la que vaya a hablarte", sonríe Alex. "Todos en la banda la pasamos bien. A veces demasiado bien. Simplemente nunca quise ser un idiota. No quise comportarme como un pelotudo. Han habido algunos clichés en la existencia del rock'n'roll que encuentro bastante tediosos, sobre todo cuando la gente trata de vivir a la altura de eso. Tratando de probar su valor coincidiendo con las expectativas de un estereotipo. Es algo aburrido. No quiero hacerlo. Y cuando escuchás las historias de Keith Moon y Vivian Stanshall haciendo justas con excavadoras en sus casas de campo, pienso '¡Mierda, nunca tuvimos tanto dinero como para eso!'"
¿Y no hubo egos que se inflaran? "Mi Dios, todas las bandas están llenas de egos. Si no tenés grandes egos en un grupo, será una banda de mierda. El ego es lo que te hace bueno, y en última instancia también autodestructivo, y excitante. En primer lugar, tenés que tener un ego bastante saludable para subirte a un escenario, balanceado con cierto grado de autodesprecio y trauma. Y eso es cierto para cualquier artista. Cuando me encuentro con otros músicos y cantantes, siempre trato de descubrir qué eventos ocurrieron en su vida que los hicieron terminar en ese lugar."
De todos modos, Franz Ferdinand no habría sido posible sin sus asuntos públicos. En 2016, el guitarrista Nick McCarthy se retiró para concentrarse en su familia, y la banda se expandió a un ensamble de cinco integrantes, agregando al guitarrista Dino Bardot de The 1990's y Julian Corrie en teclados. Entonces, en mayo del año pasado, el baterista Paul Thomson también dejó la banda de manera inesperada: "Estaba teniendo ataques de pánico", explica Alex. Tras romperse una mano en Marruecos en 2019, en un extraño accidente en el que una pieza de arte en un hotel cayó de una pared "y le pulverizó totalmente" un dedo, Thomson volvió luego de meses de recuperación y descubrió que estaba aterrado de salir al escenario frente a 150 mil personas, en el pico de su gira sudamericana.
El aislamiento causado por la pandemia solo intensificó los problemas de Paul, pero el día en que los ensayos se volvieron demasiado para él, Franz Ferdinand encontró un reemplazo de inmediato. "El día que se fue, los que quedamos en la banda tuvimos una conversación. ¿Todos queremos seguir? ¿Todavía estamos entusiasmados por esto? Y todos fuimos extremadamente positivos, y entonces dije 'OK, ¿quién es el mejor baterista de Glasgow?' A la mañana siguiente Paul había dejado la batería, y a las seis de la tarde Audrey Tait estaba sentado allí."
Alex descubrió que había algo instintivo al tocar con sus nuevos compañeros pero ¿era todavía Franz Ferdinand? "Sí, definitivamente sí. ¿Le harías esa pregunta a Fleetwood Mac? Cuando hicieron Rumours, ¿eran todavía Fleetwood Mac? ¿Eran The Rolling Stones aún The Rolling Stones cuando ya no estuvo Brian Jones? En mi corazón sé que es Franz Ferdinand, y si en tu corazón no lo creés, andá a cagar y escuchá los viejos discos, no me importa."
Mirando las canciones recopiladas en Hits to the Head, que incluyen siete Top Ten del ranking británico, Alex concluye: "Son una bomba... ¿y no soy afortunado de tenerlos?". Aún así, la música alternativa de esa primera década ha tenido algo de mala reputación a través de los años. "En los ochenta, los setenta tuvieron una terrible reputación", argumenta Alex. "Y en los noventa, los ochenta tuvieron una terrible reputación. Es lo que hacen los humanos. Se cagan en lo que estuvo apenas antes. Cualquiera con medio cerebro puede ver lo que va a suceder. Pero también podés ver que no todo va a seguir de la misma manera."
Desde que la primera década del siglo cayó en la consideración de los críticos "no volvimos a tocar en los Grammy nunca más", pero Franz Ferdinand ha mantenido el respeto gracias a una inteligente y artística colaboración con Sparks (como FFS, en 2015), y disco con pensamiento progresista como Always Ascending, de 2018, que presentaba una canción del mismo título con la ilusión auditiva de un tono continuamente ascendente. Ahora, con el mismo ritmo cíclico que suele tener la cultura, algunos elementos de la escena de los 00 están siendo celebrados en plataformas de redes sociales, reformulados como "indie sórdido".
"No me gusta esa definición", dice Alex. Ahora estamos entrados en la década del '20, y por supuesto vamos a estar reanalizando lo que sucedió veinte años atrás y concluir que estuvo bastante bueno. En realidad empezó con el libro de Lizzy Goodman Meet Me in the Bathroom. Creo que en ese momento no se sintió particularmente sórdido. ¡Y qué pasa con "Michael" o "Dark of the Matinee"? "¡Estaba siendo perfectamente natural! Lo que me pone un poquito los pelos de punta es el ambiente post #MeToo, la idea de que algo sea considerado sórdido... ¿es esa la manera correcta de considerar esa era? Me parece un poco desviado."
Le sugiero que la intención es celebrar la parte sexy de todo eso y dejar atrás el rock de varones. Alex se suaviza con la idea. "Quiero decir, a mí me gustaba eso, y sí siento que la última década ha sido particularmente anodina y asexuada y, francamente, aburrida. Ciertamente esa década no se sintió aburrida. Ahora hay grandes cosas que están sucediendo, pero sí se siente como si la última década haya sido de modo creciente una celebración de lo asexuado. Y me pregunto si no va a haber una reacción contra eso."
A medida que nos metemos en las consecuencias de que la música alternativa esté siendo nuevamente empujada al underground por las matemáticas del streaming, Alex se va irritando. "Esta mentalidad Pitchfork y el deseo de agradar a esa mentalidad pitchfork es lo que está jodiendo a la escena alternativa", argumenta. "Tenemos que hacer música que sea tan difícil como para agradar a un periodista de Pitchfork. Eso es lo que ha vaciado completamente todo; es la razón por la que la escena alternativa fue empujada más y más lejos a los oscuros bordes de desaparecer hasta el propio culo de uno mismo. Se siente como si la gente que quiere tener bandas debe alejarse de la idea de la música pop, lo más lejos que puedan. Quieren que hacer música sea lo más difícil posible."
Recuerda al Alex de la actitud Glasgow con la que formó Franz Ferdinand, en primer lugar para devolver los golpes. "Lo odié, aún lo odio, esa cosa de 'Voy a probarte mi inteligencia de acuerdo a cuán difícil es la música'. Váyanse a cagar". Cita a la canción “Kings of the Wild Frontier” de Adam and the Ants como el perfecto ejemplo de hasta qué punto la música transgresora puede también ser divertida. "Son tres minutos y medio de feedback y percusión tribal y cánticos. Es asombroso. ¡Y era una estrella pop! Amo eso, sacar tus ideas a la luz y pegarlas ahí y arrojárselas a la cara. Eso me resulta encantador, mucho mejor que tocar apologéticamente tu música difícil para 30 personas en un bar. Váyanse a cagar."
A medida que se aproxima a los 50 años, Kapranos no ha perdido nada de su radicalismo punk de la juventud. La emprende contra Trump y "toda su mierda de pureza racial que parece estar arrasando en el planeta". Aunque no ha seguido a Neil Young en su retirada de Spotify, solo por respeto a su histórico sello discográfico Domino, cree que la acción común es la única manera en que los músicos puedan hacer caer un sistema de streaming tan bien armado contra ellos. "La única cosa que les puede hacer cambiar su mentalidad y sus maneras de distribución es que todos al mismo tiempo digamos 'Jódanse, no lo van a tener'", señala. "El problema es que la mayoría de los músicos no puede organizar nada. Son inútiles, cretinos desorganizados, y yo me pongo al tope de esa lista."
¿Cómo pretende mantener el estilo entrando en su quinta década? "El secreto es no tener miedo de tus propias excentricidades", sonríe, habiendo aprendido una lección suprema de un maestro, Ron Mael de los Sparks. "A medida que te hacés viejo, es tentador bajar un poco el tono de las cosas. Pero no, no tenés que hacerlo."
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.