El entrenador de Gimnasia y Tiro Mario Aballay fue denunciado por abuso sexual con acceso carnal por un joven que relató haber sido víctima cuando era menor de edad. Si bien el acusado fue detenido, esto generó que un grupo de madres diera a conocer que desde el año pasado hay otro entrenador denunciado por abuso sexual y acoso en perjuicio de al menos 10 víctimas. Se trata de Pablo Arancibia, del playón deportivo del barrio Castañares.

Ante la denuncia contra Aballay intervino la fiscala penal Cecilia Flores Toranzos, quien solicitó la prisión preventiva. El acusado se encuentra alojado en la Alcaidía General.

Aballay se desempeñaba como entrenador de básquet del club en las categorías premini y mini, que abarcan a niños de 9 a 12 años. Flores Toranzos solicitó su detención al Juzgado de Garantías 1, medida que fue otorgada, luego pidió la prisión preventiva mientras continúa la investigación, pero hasta ayer el Ministerio Público Fiscal no tenía información sobre esta última solicitud.

A raíz de esta denuncia, se conoció que hay otro entrenador acusado. En este caso enseñaba voley a niñas y adolescentes en un playón deportivo de la zona norte.

La madre de una de las víctimas informó que en mayo de 2021 denunció a Pablo Arancibia por abuso sexual simple. Relató que este hombre, que además es docente de educación física en instituciones educativas, el año pasado besó a una niña de 14 años en la boca cuando la fue a saludar. “Ella (la nena) le comentó esto a otras chicas más grandes y ahí se destapó todo”, afirmó la denunciante. Indicó que las chicas contaron que también eran acosadas y habían afrontado abusos del acusado y convocaron a padres y madres a una reunión para manifestarles esta situación. De allí surgieron las denuncias. En principio fueron 8 y luego se sumaron 2 más.

Según relató la madre que habló con Salta/12, el entrenador “Les rozaba los pechos (a las chicas), cuando les quería enseñar una pose. Cuando las saludaba se hacía el tonto y les besaba la mitad del labio”. “El padre de la niña de 14 años le reclamó lo que hizo, (y el entrenador) le mandó varios mensajes diciéndole que lo disculpe, que tal vez fue un exceso de cariño”, contó.

“En algunos casos las chicas contaron que entraban a los baños y él pasaba por atrás (...) Les rozaba las pelotas por los pechos. Les decía ‘mira las tetitas cómo te han crecido” y hacía también referencias a otras partes de su cuerpo, relató.

“Mi hija estuvo desde los 9 años hasta los 13 y luego decide dejar de entrenar. Después retomó a los 17”, contó la madre. Dijo que recién después de que otras chicas hablaron su hija le contó que el entrenador también había cometido abusos contra ella. “Cuando era chica, en séptimo grado, el entrenador quería ir a buscarla, llevarla a comer, llevarla al colegio, le ofrecía muchísimas cosas. Ella me hizo ver los mensajes que tenía (en facebook). Un acoso total. Le tocó las partes intímas, el pecho y la cola. Fueron dos o tres veces”, narró la mujer. Tras contar que su hija contó que el acusado les apoyaba sus genitales cuando les enseñaba los ejercicios, colocándose por detrás, dijo que las chicas habían naturalizado la conducta del entrenador.

"Tuve que pelear con la Secretaría de Deportes de la provincia para que le quiten el playón. Estaban apañando esta situación. Les quisieron quitar el espacio a las chicas, fue una lucha terrible", señaló la madre. Dijo que ella dio parte al Polo de las Mujeres, a la Oficina de Violencia Familiar y de Género, a la Secretaría de Niñez y Familia y a la asesoría de incapaces. Señaló que también le indicó a estás instituciones que el acusado enseñaba en escuelas secundarias.

En la causa intervino el fiscal Rodrigo Miralpeix y el juez de garantías Ignacio Murúa. Al entrenador se le impuso una prohibición de acercamiento a las víctimas, entre las cuales hay niñas, adolescentes y jóvenes. La denunciante dijo que Arancibia incumple la medida en el caso de una joven que lo denunció, ya que se presenta en su lugar de trabajo, que es un comercio, a realizar compras y la chica no puede llamar a la policía por temor a que la despidan.