Acompañado de un biógrafo, un actor debe cumplir con la tarea de narrar su vida en sólo un día. Pero el objetivo varía. Más aún cuando el talante soberbio del artista palidezca ante la vida más interesante del escritor. Un quién es quién, con el humor como compañía, a través de las caracterizaciones que Mex Urtizberea y Marcelo Chirinos ofrecen en Mi amigo Mex, de visita en Rosario el sábado próximo, a las 21, en Teatro La Comedia (Mitre 958).
“Con (Marcelo) Chirinos hace muchos años que trabajamos, como con Gerardo Delelisi, que también escribe la obra. Habíamos hecho otras obras pero siempre desde un carácter más televisivo, más stand up y no teatral. Entonces lo convocamos a Ignacio Sánchez Mestre, que es amigo de mi hija Violeta y ya había visto mis obras. Él es dramaturgo, es del teatro, y comenzamos a seguirlo. Para armar la obra estuvimos todo un año, reuniéndonos los miércoles en casa, cenábamos e íbamos armando distintos cuadros y momentos. También partició Pedro Saborido, hay una escena que es suya. Surgió así, juntándonos, y la verdad que salió algo divino, buenísimo”, explica Mex Urtizberea a Rosario/12.
-Y vos sos el actor famoso y pedante.
-Sí. Uno de estos actores de teatro soberbios, que se creen que son lo máximo. Pero el tipo es una porquería. Hasta que un día viene este biógrafo, sin ganas ni nada, para hacer su biografía, pero resulta que la vida del biógrafo pasa a ser más interesante que la suya, y así se crea una relación de amistad.
-Imagino que en aquellas reuniones para escribir la obra, la forma del texto debió aparecer de maneras imprevistas.
-En un principio era sobre mi vida: había ido al médico, me decía que me quedaban 39 años de vida, y tenía que comenzar a hacer todo lo que no había hecho. Ahí contaba historias verdaderas, pero de aquello quedó una sola escena, una anécdota de cuando era chico. Más o menos a los dos meses había aparecido esto de que yo era una figura importante y venía el biógrafo. A partir de ahí todo comenzó a girar sobre eso. Son formas de trabajar. A mí me divierte así, me gusta el grupo, me gusta la construcción colectiva, y además estaba aprendiendo con Sánchez Mestre a hacer algo teatral.
-¿Las presentaciones tienen momentos de improvisación?
-Sí, los tienen. Yo juego mucho y hay cosas que siempre cambio. Nos conocemos desde hace mucho, de memoria, y dejamos lugares donde podamos jugar y sorprendernos. La obra está escrita de punta a punta, pero con momentos y cosas que siempre digo de maneras diferentes. Sé adónde voy y cuál es el pie para lo que sigue, pero en el medio puede pasar cualquier cosa.
-¿Qué te aportó aprender teatro?
-Aprendí su lenguaje. En general el teatro me cuesta bastante y me distraigo con facilidad. Me gustan muy pocas cosas, aquellas que me tienen todo el tiempo atento. Por eso mismo la obra va a los tiros, con estos dos tipos a los que les pasa una cosa tras otra, y eso me gusta. Me entretiene transcurrir por distintos espacios y situaciones, pero con los tiempos teatrales, con el lenguaje teatral, que es totalmente diferente al de la tele, es otra cosa, y aprender eso es divino.
-Por otro parte, interpretar a un actor engreído no deja de ser un acto de justicia poética, divertido pero no menos sardónico.
-Es como decirte “Mirtha Legrand”, vos necesitás verla con perlas, collares, mucamos; la gente espera ver eso en alguien cercano a la monarquía en televisión; hay un público que lo desea, que la ve y dice: “¡mirá cómo está la señora!”. Hay muchos actores que son así, que hablan de ellos mismos y dicen que son geniales, porque el público realmente se los imagina así, porque representan algo que admiran, que les gustaría ser. Pero no son eso, sino grandes actores que justamente te lo hacen creer. Bruno Gelber tiene que vivir así como se lo ve, todo de terciopelo y con muchas rosas rococó a su paso. Esos personajes existen siempre, son personajes que uno admira y precisa. ¿Cuántos amigos dicen “¡tenés que conocer a este tipo!”? Lo conocés y no te parece ninguna genialidad, pero tu amigo en su cabeza considera que es lo mejor. Y está el otro, el crítico, que es oscuro y tiene toda una cosa críptica, que la empezás a ver en la obra y por eso su vida es más interesante que la del actor. Los dos van a terminar siendo otra cosa, lo que de verdad son.
Mi amigo Mex cuenta con dirección de Ignacio Sánchez Mestre, producción de Juliana Orcaizaguirre, y un texto escrito de manera colectiva entre Mex Urtizberea, Marcelo Chirinos, Gerardo Delelisi e Ignacio Sánchez Mestre, más la colaboración de Pedro Saborido.