En Argentina, el 20 de marzo del 2020 se dispone el ASPO (aislamiento social, preventivo y obligatorio), en el marco del Decreto N°297/20 que tenía la firme intención de extenderse hasta el 31 de marzo de ese año. Este dictamen por parte del Gobierno Nacional ya era una alerta de lo que estaba aconteciendo en el mundo, que implicó la urgencia de la toma de decisiones. Todo comenzó con un período de tiempo acotado, el cual la mayoría de los alcanzados por este decreto, que residían en el país, daba cierta tranquilidad al tener un fin visible en el tiempo. Como ya se sabe, luego de un año y casi diez meses, esto no resultó como lo esperaban y el ASPO duró más de la cuenta.
A dos años de la pandemia, expertos en salud mental aseguran que la incidencia de depresión y de ansiedad entre las personas en cuarentena fue significativamente mayor que la de personas que no estaban bajo cuarentena. Los niveles de estos trastornos mentales, rara vez estuvieron asociados a la enfermedad del coronavirus, en cambio están fuertemente vinculados a las deficiencias en el trabajo y en el funcionamiento social. La angustia financiera, más que la pérdida concreta del trabajo, es correlato clave de una salud mental más deficiente.
El impacto de la cuarentena en el bienestar psicológico presenta algunas diferencias según grupos. De acuerdo a un estudio que analiza la afectación del ASPO en la Salud Mental realizado por la Universidad Nacional de Córdoba y el Conicet , que resalta el aumento significativo de trastornos mentales a causa de la pandemia, los que más lo padecieron fueron las mujeres, los jóvenes y aquellas personas con antecedentes de problemas de salud mental. El estudio se realizó sobre personal de salud, estudiantes universitarios, mujeres y población en general de distintas regiones del país.
Las personas más jóvenes presentan más síntomas compatibles con trastornos mentales que las adultas. En el caso particular de los estudiantes de grado, se encontró que el 35 % tenía niveles indicativos de depresión clínica relevante y casi un 57%, riesgo de suicidio. Bajo condiciones de cuarentena restrictiva, los niveles de depresión y de ansiedad en estudiantes universitarios/as se mantuvieron en niveles constantemente altos; en cuanto se flexibilizó la cuarentena, mostraron una pequeña disminución.
Teniendo como foco a la población general mayor de 18 años, el nivel de depresión rondó a un 30% de la muestra, mientras que el 42, 27% tenía riesgo de suicidio.
Las mujeres presentan mayores niveles de depresión y de ansiedad que los hombres.
En relación al personal de salud, que no solo eran evaluados por los indicadores generales y específicos antes nombrados, sino también en relación a su función laboral y el contagio del Covid-19, se revela un empeoramiento contundente en la salud mental, vinculado a la incertidumbre del contagio por la exposición permanente y un deterioro en su desempeño laboral debido al gran cansancio y estrés que este produce. En este estudio se visibilizó el aumento en los indicadores generales, con un 45,57% (antes 40%) en trastornos mentales comunes y 62,62% (antes 52,46%) en depresión y/o ansiedad.
De manera general, las personas que, previo a la pandemia, alguna vez fueron diagnosticadas con un trastorno mental y las que intentaron suicidarse tienen mayores niveles de depresión, de ansiedad y/o de riesgo suicida que quienes no tienen tales antecedentes.
Las medidas sanitarias de cuarentena tienen impactos negativos en la salud mental de las personas, los cuales parecen agudizarse durante períodos más largos de cuarentenas restrictivas.
La situación de cuarentena restrictiva vivida a nivel mundial, no fue una situación natural, claro está. Un aspecto revelador a tener en cuenta es que, si bien la ansiedad se había incrementado al comienzo de las cuarentenas, luego, al acostumbrarse a las condiciones de encierro la población se “adecúa”. Estudios a nivel internacional indican una pequeña disminución de los síntomas de ansiedad, pero con aumento de los síntomas de depresión.
Esa disminución hallada en los síntomas de ansiedad no implica que el aislamiento pueda hacer que las personas se acostumbren a esa situación, sino que es más probable que se deban a un estado de indefensión aprendida, ya que el primer predominio de síntomas ansiosos va dejando paso a un progresivo predominio de síntomas depresivos a medida que vamos comprendiendo que afuera hay una pandemia, que debíamos seguir en cuarentena y que la situación exterior permanecerá inmutable, ya que por más que nos quejemos no podemos cambiarla.
Vinculado a este aumento en la sintomatología de depresión y ansiedad, se evidencia un aumento en la medicación de la población. Es un dato para estar alerta, ya que el Observatorio de Salud, Medicamentos y Sociedad de la Confederación Farmacéutica Argentina, comprobó que hubo un aumento significativo de la comercialización de fármacos que influyen en el Sistema Nervioso Central, los psicofármacos. Los que presentaron el mayor aumento fueron los antidepresivos y equilibrantes con un 8,69% en el 2021, respecto al mismo período del 2020.
A su vez, los argentinos sintieron más la necesidad de un profesional de la psicología, (pasando de un 38% a un 46,5% de la población que realizó consultas). Es en este aspecto, que se percibió una brecha entre la necesidad de ayuda de profesionales y el poder comenzar el tratamiento, ya que los servicios públicos se encuentran colapsados y además por el manejo de las obras sociales y prepagas, las cuales no todas prestan el servicio de psicología para sus afiliados o no cuentan con una cartilla amplia para la atención.
Es de carácter urgente y de suma importancia, que Argentina pueda conocer el estado general de la salud mental en su población de niños, niñas, adolescentes, adultos y adultos mayores, ya que se torna fundamental para la toma de decisiones de políticas públicas que sean efectivas para cada nivel del gobierno, pero siempre considerando, cuidando y monitoreando la salud mental de los argentinos.
La incidencia de depresión y de ansiedad entre las personas en cuarentena fue significativamente mayor que en la de las personas que no lo estaban. Aumentar el acceso a los servicios de salud mental en la comunidad, deberían ser metas políticas importantes para minimizar los impactos de la pandemia en la salud mental. Como prioridad, estas políticas deberían hacer foco en los grupos más vulnerables, por ejemplo, los jóvenes, las mujeres y personas con antecedentes de trastornos mentales.
Es de suma importancia tener en cuenta, que aún, no se tiene dimensión de los impactos que causó y sigue causando en cada país la pandemia que comenzó en el 2020 porque aún transitamos en ella, por la misma razón es que aún no hay estudios longitudinales publicados en ninguna parte del mundo que hayan comparado el estado de salud mental de las personas durante y después de misma. En cambio, sí existen algunos estudios longitudinales que compararon el estado de salud mental de las personas durante diferentes momentos de la pandemia.