El Superclásico del próximo domingo entre River y Boca pasará a la historia. Y por razones que van más allá de lo estrictamente futbolístico. Será el primero de carácter oficial en más de un siglo que Boca afrontará sin su tradicional casaca azul y oro. El propio club solicitó jugar con la misma camiseta amarilla que empleó el domingo en La Plata para ganarle 1 a 0 a Estudiantes. Y la Liga Profesional se lo concedió sin problemas ni demoras.
Como en el fútbol argentino el pensamiento mágico es muy fuerte y parece creerse cada vez más en lo esotérico y cada vez menos en algo tan sencillo como jugar mejor que el circunstancial adversario, el Consejo de Fútbol que encabeza Juan Román Riquelme suscribió la idea inesperada. Algunos se la atribuyen al propio Consejo, otros al cuerpo técnico que lidera Sebastián Battaglia y otros más, a algunos chamanes o manosantas a los que suele consultarse antes de los partidos importantes. Sea como fuere, se concluyó que si algo salió bien no se lo debe cambiar. Y como Boca ganó en La Plata, qué mejor que volver a usar aquella casaca amarilla que se había estrenado con éxito.
Desde que jugaron por primera vez manera oficial, el 24 de agosto de 1913 en la vieja cancha de Racing, Boca nunca enfrentó a River con otra casaca que no fuera la histórica. Solo dos veces en 2010, en sendos amistosos de verano en Mar del Plata y Mendoza disputados con cuatro días de diferencia, modificó el diseño y salió con una camiseta azul, pero con dos franjas amarillas cruzadas, una horizontal y otra vertical, que replicaban la bandera de Suecia, de donde Boca extrajo sus colores en 1905. El cambio impulsado por la marca que por entonces vestía al club para aumentar las ventas resultó muy negativo: River ganó 3 a 1 en Mar del Plata, 3 a 1 por penales en Mendoza y tras la primera derrota, con el propio Riquelme en la cancha, Alfio Basile renunció a la dirección técnica.
Mas allá del triunfo del domingo pasado en La Plata, las camisetas amarillas no están asociadas a los más grandes éxitos xeneizes. Salvo la finalísima de la Copa Libertadores de 1977 que Boca le ganó 5 a 4 por penales a Cruzeiro en el estadio Centenario de Montevideo con una casaca blanca porque con la amarilla había perdido 1 a 0 en Belo Horizonte, todos sus demás títulos nacionales e internacionales los obtuvo con su camiseta de toda la vida. En la antesala de un nuevo Superclásico y en un homenaje a la magia, se decidió cambiar. Habrá que ver lo que le deparará el destino después de semejante desafío a la historia.