La peste negra suele ser recuperada como la gran epidemia de Europa. Seguramente recordemos que diezmó a una enorme proporción de la población y dejó una cifra increíble de fallecidos. Pero, al mismo tiempo, la visibilidad que logró al convertirse en un evento catastrófico modeló una forma de recordarla que escondió otras cuestiones. Por ejemplo, solo los estudios más dedicados mencionan que existieron muchos ciclos epidémicos posteriores de peste bubónica en Europa entre los siglos XV y XVIII. En otras palabras, la peste del siglo XIV generó incontables dispositivos de memoria que reforzaron ese evento y marcaron una forma de recordar esa epidemia. En esta operación se seleccionan algunos eventos, se comprimen otros y se olvidan muchos más.
¿Puede ocurrir algo similar con la pandemia de COVID-19? Sabemos que la memoria es un proceso activo, complejo y social. Un territorio en disputa. Es por eso que les propongo a lxs lectorxs, un breve ejercicio, ¿qué recuerdan del 2020? ¿Y del 2021? ¿Podrían ponerle un título que resuma cada uno de esos años? A modo de ejemplo, mencionaré solo algunas instantáneas personales que creo atravesaron la vida de todxs y que vienen a mi memoria al momento de comenzar este juego. Allá vamos.
Al 2020 lo llamaría “el año de la cuarentena” o “el año del aislamiento”. En esos primeros meses del 2020 cambiamos el sentido de palabras como “cuarentena” o “pandemia”. Las volvimos cotidianas, las usamos hasta el cansancio. También aprendimos otras: “contacto estrecho”, “asintomático” y tantas más. Como un torrente, surgen momentos que sin dudas fueron compartidos por muchos: las charlas vía Zoom, los aplausos a las 21, las colas en supermercados, los animales salvajes que apareciendo en distintos puntos de las grandes ciudades, la llegada de las primeras “curvas” de contagios, el cálculo de camas y respiradores, Italia y sus camiones con cadáveres, las fosas comunes en una isla de Nueva York, la crisis de Brasil...
¿Y qué podemos decir del 2021? Creo que podemos coincidir en que fue el año de las vacunas: la “china”, la “rusa”, la “yanqui”, la “británica”... una dosis, dos dosis, tres dosis; la creación de una red de vacunatorios; las charlas y los temores sobre la eficacia; las cifras, datos y estadísticas de vacunados en todos los portales de noticias, día tras día; las expresiones de algunos sectores antivacunas...
Este inicio de 2022, casi sin dudarlo, lo llamaría “el verano de la ómicron”. Una curva perfecta en su expansión de contagios que rompió el récord de contagios. Nuestra vida cotidiana consistió en mensajes de familiares y amigos avisando que estaban contagiados, las colas para hacerse testeos. Hasta ahora, el final de la ómicron coincide en nuestro país casi sincronizadamente con el inicio del conflicto en Ucrania. Un dato muy interesante hoy es revisar dónde está la información del COVID-19 en portales de noticias y medios de comunicación. Prácticamente casi desapareció.
Este recorrido (arbitrario, incompleto, casi caprichoso) es solo una muestra, un ejercicio minúsculo de memoria individual. No menciona el aspecto más doloroso (los fallecidos y enfermos, la crisis económica, las disputas políticas) y tantas otras cuestiones que resulta imposible resumir aquí. ¿Ya tiene usted su listado de eventos, su memoria individual? Si responde afirmativamente, le dejo un último ejercicio: revise sus redes sociales y compare sus recuerdos con lo posteado y compartido en redes. Se darán cuenta que, sin proponérselo, ambos registros entretejen una forma de recordar estos ya dos años del coronavirus en el mundo. Insumos inestimables que pueden permitirnos a los historiadores acceder a una forma novedosa de reconstruir la pandemia del COVID-19.
*Profesor de Historia Moderna y Contemporánea en la Universidad Nacional de General Sarmiento y de Problemas de Historia Argentina en la Universidad Nacional Arturo Jauretche.