Fue en el cielo rosarino donde Yanina Fasano descubrió por primera vez su interés por la ciencia: en las noches de San Lorenzo, con sus padres y abuelos, charlando y mirando las estrellas y los fenómenos celestes desde el patio. Ya en el secundario, encontró en la matemática un lenguaje para describir esos cuerpos y movimientos, y desde esa ventana ingresó al mundo de la física, campo en que fue distinguida con el premio Houssay en enero, por su historial sobresaliente en producción de conocimientos y desarrollo de innovaciones de impacto social y productivo.
Desde Alemania, donde investiga las propiedades de los materiales superconductores, la investigadora egresada y docente del Instituto Balseiro, dialogó con el Suplemento Universidad y resaltó la importancia de las becas y la inversión destinadas a la investigación científica.
A sus dudas a la hora de escoger la carrera Yanina las disipó con el mismo pragmatismo con el que hoy piensa sus proyectos. Para estudiar Astronomía, en ese momento, debía trasladarse a Córdoba o a Buenos Aires – opción económicamente impracticable para ella–, mientras que la Universidad Nacional de Rosario (UNR) ofrecía formación en Física más cerca de su ciudad natal. Se decidió por esta última.
Fueron años difíciles: trabajaba para costear su alquiler mientras estudiaba un poco más de lo debido. Es que a diferencia de muchos compañeros su orientación secundaria no había sido técnica así que tuvo que ponerse al día. A los dos años de carrera escuchó hablar de las becas del Instituto Balseiro, en Bariloche. “Ir al Balseiro, que ofrecía una beca, me daba la posibilidad de dedicarme solamente a estudiar, que era lo que yo quería. Así que rendí el ingreso en 1995 y fui al Instituto a hacer la licenciatura”, explicó.
Allí encontró un territorio fértil para su impulso experimental. “Siempre me gustó hacer cosas en el laboratorio, meter la mano. Fue natural para mí tratar de hacer experimentos. Trabajé en varios temas experimentales. Luego surgió el asunto de la superconductividad que me resulto interesante”, contó la investigadora de 47 años.
Su tesis, siguiendo la recomendación del físico Paco de la Cruz, tuvo como eje las propiedades de esos materiales, capaces de conducir en energía sin disipación y actualmente en la mira de las investigaciones para el desarrollo de la computación cuántica. Luego, estuvo algunos meses en los Bell Laboratories de Estados Unidos y completó su postdoctorado en la Universidad de Ginebra, en Suiza.
De todas estas experiencias resulta su visión de la ciencia como “una actividad social que involucra lazos con los demás y no como un trabajo solitario de una persona en una oficina escribiendo”.
“Los investigadores se forman trabajando más de ocho horas por día. En el campo experimental se tratan procesos que no siempre salen bien. A veces no se duerme en la noche, se sigue de largo y eso no lo podés hacer si no tenés un ingreso que permita dedicarte a la investigación”, subrayó Fasano e insistió en que “es fundamental que el sistema científico tenga becas para que los chicos se dediquen cien por ciento a formarse”.
A la desventaja presupuestaria en relación con otros países, Fasano la resiste a base de pragmatismo. “Hay que buscarle la vuelta y encontrar un tema de nicho en el que con las herramientas que cuentes puedas hacer una contribución de impacto. Uno quisiera que el país le dé más recursos a los investigadores, pero tampoco hay que ser ajenos a la realidad”, planteó.
Como resultado de un reconocimiento por la fundación Alexander Von Humboldt, de Alemania, Fasano y su familia accedieron a una estadía en ese país, en donde actualmente trabaja en el Leibniz IFW Institute, ubicado en Dresden.