El dióxido de carbono (CO2) es indispensable para la vida. Sin embargo, en palabras de expertos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la propia actividad humana (como la quema de combustibles fósiles) ha hecho que se acumule mucho más de este tipo de gas del que es posible eliminar naturalmente, produciendo lo que se conoce como calentamiento global, con sus devastadores consecuencias para el medio ambiente: olas de calor más intensas, sequías, huracanes más fuertes, glaciares y capas de hielo que se derriten, aumento del nivel del mar y la destrucción de ecosistemas que eso conlleva, por sólo mencionar algunas.

Como respuesta a esta situación, durante la Cumbre sobre la Acción Climática convocada en 2019 por el secretario general de la ONU, António Guterres, 77 países y más de 100 ciudades se comprometieron a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a cero para 2050.

El hidrógeno se presenta a nivel mundial como una alternativa para este desafío, ya que, además de ser el elemento más abundante en el planeta asegurando así su disponibilidad, es una energía que deja tras de sí vapor en lugar de los gases de efecto invernadero que provienen de los combustibles fósiles, y se podría usar como combustible en distintas industrias y medios de transporte. De allí que muchos países, entre ellos Argentina, estén interesados en posicionarse como referentes en la producción de este tipo de energía sostenible.

Los colores clasifican el hidrógeno según su nivel de contaminación. Uno de los “más limpios” –y también costosos– es el hidrógeno verde, que se produce a través de fuentes de energía renovable (como los paneles solares o la energía eólica), a base de electricidad.

Otra alternativa es el hidrógeno azul que, para obtenerlo, se debe extraer de los yacimientos de gas natural o a través de la quema de hidrocarburos, proceso durante el cual resulta clave evitar que se libere CO2 a la atmósfera, precisamente para no contribuir al calentamiento global. “Una solución en este caso es el almacenamiento del CO2 en el subsuelo”, sostiene la directora de la Licenciatura en Geología de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN) e investigadora del CONICET, Maisa Tunik.

Así, la capacidad que tiene un país de almacenar CO2 bajo su territorio es clave para su posicionamiento como productor de hidrógeno azul. “Consiste en comprimir el CO2 a estado supercrítico para inyectar en formaciones subterráneas de forma permanente”, explica la doctora en Ciencias Geológicas y subraya: “Esta tecnología cuenta con proyectos activos desde hace más de 30 años, operando actualmente un significativo número de instalaciones de gran escala alrededor del mundo”.

¿Qué capacidad tiene Argentina para almacenar CO2 en el territorio nacional y, en ese sentido, con qué potencial cuenta para posicionarse como productor de hidrógeno azul, una energía clave para la transición energética? Eso es lo que está estudiando, por primera vez, un equipo de Geología de la UNRN conformado por investigadoras, investigadores, técnicas, técnicos y, en el marco de Prácticas Profesionales Supervisadas (PPS), estudiantes de esa carrera.

Convocados por Y-TEC (YPF Tecnología) –la empresa de investigación y desarrollo para la industria energética más importante de la Argentina–, el equipo de la UNRN liderado por Tunik y formado por Nerina Canale, Cecilia Cabana, Manuela Zalazar, Martín Parada y Juan Ison, participa en el desarrollo del primer mapeo público (Atlas AR-CO2) sobre el potencial de las formaciones geológicas del territorio argentino para el almacenamiento de CO2, en particular en la cuenca neuquina.

“Se trata de la búsqueda y evaluación de diferentes pozos, yacimientos y formaciones, y el análisis de diferentes datos, como el potencial, inyectividad, capacidad de sellado y factores de riesgo”, detalla Tunik.

Los cálculos finales para estimar la calidad y volumen de almacenamiento estarán a cargo de las y los geólogos e ingenieros de Y-TEC, quienes elaboraron una tabla basándose en las propuestas del DOE (Department of Energy, USA) y el NETL (The National Energy Technology Laboratory), y teniendo en cuenta publicaciones científicas que utilizaron el mismo método. Con esta información “se realizará un sistema de información geográfica (GIS, por sus siglas en inglés) como producto final de carácter público”, señala Tunik.

“Las cuencas sobre las que estamos trabajando fueron seleccionadas por su valor económico y estratégico, por el grado de conocimiento del subsuelo y por la importancia de contar con sistemas geológicos de contención probados”, explica.

A partir de este trabajo se podrán realizar nuevas estimaciones del potencial de almacenamiento en otras cuencas para tener un panorama nacional más completo para la toma de decisiones sobre la economía del hidrógeno en el país.

Los estudios de la UNRN se realizan en el marco del proyecto interinstitucional "Estudios estratégicos para el desarrollo de la economía del hidrógeno en la Argentina", que fue recientemente seleccionado por la convocatoria Proyectos Interinstitucionales en Temas Estratégicos (PITES) y del que también participan YTEc, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), el CONICET, la Universidad Nacional del Sur (UNS), el Instituto Tecnológico Buenos Aires (ITBA) y el Centro Nacional de Desarrollo e Innovación Ferroviaria (CENADIF).


Fuente: Dirección de Comunicación Institucional de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN).