Con La boheme, la ópera de Giacomo Puccini sobre un libreto de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, se inauguró el martes la temporada lírica del Teatro Colón. El impacto visual logrado por el regisseur italiano Stefano Trespidi y las escenografías de Enrique Bordolini fueron, otra vez, lo más destacado de una noche en la que la casa hizo gala del aforo pleno. Se trató de la reposición escénica de la versión de la temporada 2018 del gran clásico pucciniano, por lo que la expectativa estuvo puesta en el dato novedoso: el elenco de cantantes. En un cuarteto de protagonistas desparejo se destacó Verónica Cangemi, que con más oficio que voz resolvió una Mimí aceptable.
Pasaron 125 años, más o menos, del estreno de esta obra maestra del sentimentalismo urbano, que todavía conmueve con sus prototipos benévolos de personajes de la bohemia, sus formas de desolación oportunamente redimidas con fogonazos de alegría y una muerte anunciada. Hay en La boheme una delicada combinación operística de aplomo e ingenuidad, que se sostiene a partir de una música de una belleza extraordinaria. Sobre un libreto cuya trama no es más que una sobreexposición de sentimientos, Puccini organiza la partitura a partir de una interpretación italiana del ineludible influjo de Richard Wagner en su época: sin llegar al uso del leimotiv, la música se nutre con evocaciones de sí misma, memorias caprichosas que apenas se las percibe ya se transformaron en otra cosa.
Si en el primer acto, en el cuchitril de los bohemios, la dirección de escena le puso demasiado movimiento al arrebato juvenil de los cuatro grandulones y logró la intimidad necesaria para el encuentro entre Rodolfo y Mimí, el segundo acto, en la plaza del Café Momus, logró gran impacto visual. Al punto que apenas se levantó el telón, el asombro del público se tradujo en un espontaneo aplauso. Era un poster del Barrio Latino, desbordante, con la muchedumbre -cantantes, Coro de Niños, Coro Estable, una banda, figurantes- en movimiento y poco espacio para el desarrollo de las individualidades.
El tercer acto, que concentra el sentido dramático que prepara el desenlace, logró con menos vértigo ser otro buen momento de la puesta, fiel al realismo romántico que representa la novela de Henri Murger sobre la que se basa el libreto. El regreso al cotorro, en el final, refleja la idea de retorno y cierra el círculo que la tos de Mimí abrió en el primer acto.
Entre los cantantes se destacó también Luis Gaeta. En el rol del caricaturesco Benoit, el barítono dio una breve lección de comportamiento operístico. Menos convincentes resultaron la soprano Giuliana Gianfaldoni, que compuso una Musetta de voz pequeña y escasa gracia escénica, y el barítono uruguayo Alfonso Mujica, también de poco caudal sonoro aunque con mejor presencia dramática. De Saimir Pirgu, que cantó en el Colón en 2012 y 2017, se esperaba bastante más. Con buen timbre y poca escena, el tenor albanés mostró cierta tendencia a sacrificar la plasticidad del fraseo cincelando cada frase con golpes de diafragma, además de abusar del recurso de emparejar la lengua del Dante en un horizonte de vocales abiertas, ante lo cual al oyente no le queda más que depositar sus esperanzas en los subtítulos para entender algo. Poco ayudó a los cantantes el director musical Alain Guingal, que al frente de una orquesta que por momentos sonó desproporcionada respecto a las voces, no siempre logró una buena relación entre el foso y la escena.
En el final, los protagonistas recibieron el habitualmente mesurado aplauso del público de la función de Gran Abono, además de suntuosos ramos de flores por parte de los anacrónicos valetes vestidos con ropas y peluca a la manera del siglo XVIII.
Con nuevo director
La apertura de la temporada lírica fue además la presentación en sociedad del nuevo director general del Teatro, Jorge Telerman, que compartió el palco con su predecesora María Victoria Alcaraz -que en los programas de sala todavía figuraba como “directora general”- y el ministro de Cultura de la Ciudad Enrique Avogadro.
Hasta ahora, el siempre listo funcionario no ha dado señales concretas hacia los cambios necesarios para encauzar lo que en un comunicado que hicieron circular algunos empleados de la casa se nombra como “las estructuras paralelas con las que la directora saliente manejó el Teatro Colón”. A una semana de la asunción de Telerman, nada se sabe de nuevos nombramientos, en un contexto en el que, atornillados a sus poltronas, ningún director de área observa aquella tan republicana costumbre de poner la renuncia a disposición de las nuevas autoridades ante un cambio de gestión.
Cierto es que a esta altura de la Civilización Occidental nadie espera la irrupción de un Robespierre en palacio de la calle Libertad. Pero tampoco sería oportuno un simple Gattopardo.
LA BOHEME - 6 Puntos
Escenas líricas en cuatro cuadros de Giacomo Puccini. Libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa sobre la novela de Henri Murger.
Intérpretes principales: Verónica Cangemi (Mimí), Saimir Pirgu (Rodolfo), Alfonso Mujica (Marcello), Giuliana Gianfaldonii (Musetta), Fernando Radó (Colline), Juan Font (Schaunard) y Luis Gaeta (Benoit). Orquesta estable, Coro Estable y Coro de Niños del Teatro Colón.
Director musical: Alain Guingal
Puesta en escena: Stefano Trespidi.
Escenografía e iluminación: Enrique Boldolini
Vestuario: Imme Möller
Lugar: Teatro Colón, martes 15 de marzo. Repite con el mismo elenco miércoles 23, sábado 26 (a las 20), y domingo 20 (a las 17). Con el segundo elenco las funciones serán el miércoles 16, sábado 19 y martes 22 (a las 20) y domingo 27 (a las 17).