EL PERDÓN - 5 PUNTOS

Ghasideyeh dio sefid, Irán/Francia, 2020

Dirección: Maryam Moghadam y Behtash Sanaeha

Guion: Mehrdad Kouroshniya, M. Mogahdam y B. Sanaeha

Duración: 105 minutos

Intérpretes: Maryam Moghadam, Alireza Sani Far, Pouria Rahimi Sam, Avin Poor Raoufi

Estreno en la plataforma Mubi.

De los ‘90 para acá el cine iraní pasó de la transparencia de los films de Abbas Kiarostami y Jafar Panahi, que parecían querer representar el mundo con ojos de niño (aunque no tenían nada de ingenuos) a las tramas tortuosas, al servicio de guiones súper escritos y de un tono que oscila entre lo serio y lo grave, de su actual figura consular, Asghar Farhadi, autor de La separación (2011) y la reciente A Hero

En la senda de Farhadi, que construye sus películas a partir de dramas éticos que funcionan como rompecabezas, se inscribe El perdón, de Maryam Mogadham y Bhetash Sanaeh, cuyo título en inglés (Ballad of a White Cow) sería desconcertante, si no fuera porque al principio y al final aparece una res de ese color encerrada en una cárcel. Como todo símbolo, la vaca presa admite un sinfín de interpretaciones posibles. Presentada en Competencia Oficial en la edición 2021 de la Berlinale, la primera película de Mogadham y segunda de Sanaeh ganó el premio Nuevos Directores en el Festival de Valladolid.

Un año después de ejecutada la pena de muerte de un presunto culpable, se presenta ante la Justicia uno de los presuntos testigos del hecho de sangre, quien confiesa ser el verdadero asesino (un caso semejante tuvo lugar en Estados Unidos tiempo atrás). La viuda del hombre ejecutado, Mina (la propia Mogadham) no acepta una retribución económica (a la que se le da el nombre de “dinero de sangre”) y en su lugar decide reclamar un pedido de disculpas por parte del tribunal que dictó la pena. No le será fácil: el régimen no es propenso a aceptar errores de los funcionarios. Mucho menos si la demandante es una mujer. A Bita, su hija sordomuda (magnífica Avin Poor Raoufi), Mina no se anima a decirle la verdad. Pero Bita igual parece haber entendido, ya que empieza a tener problemas en la escuela. Es entonces que uno de los jueces, arrepentido y lleno de culpa, se presentará en casa de Mina, fingiendo ser un viejo amigo de su marido. Él tampoco se anima a decir la verdad, un tema que atraviesa la película.

Construyendo personajes como meros vehículos para demostrar tesis previas, la película de Sanaeh y Mogadham, que cuenta con una fuerte coproducción francesa, parece empeñada en confirmarle al espectador europeo -al que está dirigida- aquello que ya pensaba del régimen iraní antes de entrar en la sala. Así desfilan, como un catálogo de diálogos prolijamente subrayadas, la perversidad de un sistema que contempla la pena de muerte, la sordera de los funcionarios, el carácter policial del régimen (una huelga es reprimida con prisión) y, como sustento de todo eso, el carácter patriarcal de esa cultura, la vigilancia y castigo a la libertad femenina, la discriminación por portación de género, la mitología coránica (“Estaba escrito”, “Es la voluntad de Dios”), así como algunos extremos no tan conocidos, como el hecho de que para el islamismo los perros son animales impuros, de que “la pena de muerte es un derecho humano” y que “la venganza de Dios es la esencia de nuestras vidas”. Afirmación escrita en un sura.

Así, lo más valioso de El perdón es la actualización de la información sobre la sociedad iraní. El problema es que los personajes funcionan, durante largos pasajes, como meros locutores periodísticos.