Hay un consenso entre la gran mayoría de las mujeres que estuvieron secuestradas en la ESMA durante la última dictadura cívico militar eclesiástica y sobrevivieron: al salir de aquel centro clandestino, casi todas creyeron que lo peor había pasado. Y se equivocaron. Sobre aquellos tiempos de silencios, indiferencia y estigmas, entre otras cosas, navega “Ser mujeres en la ESMA II. Tiempo de encuentros”, la nueva muestra temporaria que el museo instalado en lo que fue el Casino de Oficiales del predio en donde la Armada montó el núcleo de la represión que estuvo a su cargo durante el terrorismo de Estado, estrena este viernes a las 12. Se trata de la segunda muestra en clave feminista que el museo instala desde su su apertura, en 2015, y podrá visitarse junto con el recorrido principal de la institución.
Desde 2019, el guión que acompaña el recorrido por el Museo Sitio de Memoria ESMA está intervenido con tachaduras y reescrituras en violeta: todos los genéricos masculinos se modificaron para evidenciar que allí, encerradas, tabicadas, torturadas, también hubo mujeres. Entonces, a la luz de la “marea verde” y de las masivas marchas que comenzaron reclamando “Ni una menos” y desbordaron hacia varias otras reivindicaciones feministas, el museo no solo se propuso añadir la perspectiva de género a su relato, sino también mostrar allí la violencia sexual y machista qu e sufieron ellas, las detenidas, las que permanecen desaparecidas y también las que sobrevivieron. No se podía llegar a imaginar entonces, pero aquella muestra, que se llamó “Ser mujeres en la ESMA”, fue un puntapié de muchas otras cosas que sucedieron después.
“Para las mujeres sobrevivientes aquella muestra significó un reencuentro, de verse, de reconocer la historia propia en la de las compañeras”, contó a Página/12 María Elena Alanis, curadora del Museo que, junto a su colega María José Guembe, estuvieron al frente de la propuesta que se estrena este viernes. En esos reencuentros, las sobrevivientes realizaron, también, un análisis de aquel planteo museográfico que expuso la clave patriarcal del terrorismo de Estado y que había surgido, principalmente, de una relectura de los testimonios que muchas de ellas habían dado en el marco de la causa que investiga los crímenes de la ESMA así como en los diversos juicios que juzgaron y condenaron a los represores responsables. En ese reencuentro, y en los que vivieron luego, también comenzaron a hablar del después.
Hablar desde el hoy
“En el medio pasó la ola verde, que nos ayudó a las más grandes, a las más viejas, a terminar de tomar conciencia de cómo nuestros cuerpos habían sido territorios de disputa en el terrorismo de Estado, y de cómo aquello estaba naturalizado”, indicó Liliana Pontoriero, que permaneció detenida clandestinamene en la ESMA en julio de 1976. Así, “Ser Mujeres en la ESMA”, pero también las discusiones actuales que por entonces habían empezado a darlo vuelta todo en materia de reivindicaciones feministas en Argentina, “sirvieron para que nos diéramos cuenta de lo que realmente significó aquello que vivimos, para que volvamos a hablar de lo personal, de cómo fue el después (del encierro), del silencio, de lo difícil que nos fue que alguien nos escuchara”, completó.
“El presente iluminó al pasado, los movimientos feministas les dieron luz verde a las sobrevivientes para que repensaran su historia y entendieran lo que les había pasado desde el hoy”, propuso Alanis para definir lo que vino después.
Algunas de esas mujeres decidieron proponer al equipo del Museo la realización de una segunda parte de la muestra con el objetivo de profundizar temas que habían surgido en la primera. Querían ahondar sobre cómo fue su vida después del cautiverio: la reconstrucción de los vínculos, el enfrentamiento de estigmas, el silencio al que tuvieron que hacer frente, la falta de escucha, la participación en los juicios.
El resultado “invita a abrir preguntas sobre el terrorismo de Estado hechas desde el presente. Aquí y ahora somos estas mujeres haciendo y haciéndonos preguntas hoy, entre generaciones, algunas de ellas que no aparecían antes porque no estaban habilitadas o porque era otro el presente”, añadió Marcela Perelman, directora del área de Investigación del Centro de Estudios Legales y Sociales, institución que trabajó palmo a palmo con el Museo y las sobrevivientes en el proyecto de “Ser Mujeres en la ESMA II”. “Tiempo de reencuentro” es la frase que completa su nombre en homenaje a aquella sinergia.
La muestra temporaria atraviesa cuatro salas del museo. Una primera en la que se aborda las violencia de género y sexual sufridas por las detenidas, las estrategias de supervivencia durante la detención, los vínculos de solidaridad y sororidad, la maternidad y el cuidado de les hijes en la ESMA. Otra en la que se habla del después, de lo que vivieron tras ser “liberadas”. Luego hay una instalación artística que busca abordar todo aquello y una cuarta destinada a compartir diversas iniciativas de expresión artística, académica y archivística que proponen otras perspectivas y aristas.
Potencialidad
“La muestra es uno de los puntos de llegada de un proyecto conjunto que es un proyecto de reencuentro, un proyecto de investigación, un proyecto asambleario y finalmente un proyecto museístico y que va a tener también una publicación”, indicó Perelman.
Tras abrazar la propuesta de las sobrevivientes, el equipo de investigación integrado por trabajadoras del museo y del CELS se dio una primera tarea: volver a escuchar y a leer los testimonios judiciales de las sobrevivientes desde una postura no jurídica. “A partir de algunas preguntas con perspectiva de género, buscando en esos testimonios cuestiones que no son a lo que los jueces le están prestando atención cuando toman un testimonio, pero que fueron dichas en ese ámbito y que fueron muy importantes para este proyecto. Como las descripciones de los regímenes de libertad vigilada, de formas de disciplinamiento de género de los militares para con las detenidas-desaparecidas, cuestiones que tenían unas marcas de género hetero-cis-patriarcal muy fuerte”, puntualizó Perelman. También aparecieron allí construcción de vínculos desde la “sororidad entre ellas durante la detención y de humor como modo de resistir”. Fueron 132 testimonios.
A partir de esta relectura, el grupo de investigación produjo un documento que hizo circular entre las sobrevivientes y también socias del proyecto: académicas, funcionarias, artistas vinculadas a la temática de género. Luego, se realizó una primera asamblea en la que participaron todas ellas en donde se recogieron idas y vueltas en torno de esa primera producción. “Fue fundamental, de una potencia tan grande, fue tan impresionante vernos a todas juntas reflexionando sobre lo ocurrido, pensando, creando desde el presente”, sumó Bettina Ehrenhaus, secuestrada en agosto de 1979 junto a su compañero, que permanece desaparecido.
Y se avanzó en la puesta museográfica del proyecto, con una diferencia clave respecto del resto de las propuestas que hasta el momento ofreció el Museo Sitio de Memoria ESMA: “Ser mujeres en la ESMA II. Tiempo de reencuentros” es la primera que no está basada solamente en testimonios judiciales. Es que las sobrevivientes quisieron hablar para profundizar en lo que creían que debía exponerse, así que 16 de ellas volvieron a contar sus historias dentro y fuera de la ESMA exclusivamente para la muestra. “Es muy difícil encontrar una oreja que pueda escuchar lo que vivimos. Y aquí la encontramos. Yo, que soy muy dura, terminé llorando la entrevista porque para mí fue muy importante la escucha. La clave de todo esto es darle lugar a la palabra”, aseguró Pontoriero.
El siguiente paso fue otra asamblea, esta vez con el objetivo de realizar un entrecruzamiento generacional “entre las sobrevivientes y chicas jóvenes referentes de la actualidad para no solo propiciar un intercambio entre generaciones, sino también entre luchas feministas y experiencias”, señaló Alanis. En la muestra, hay un mensaje para esas jóvenes: una de las preguntas que el equipo de investigación realizó a las sobrevivientes en esas entrevistas apuntó a saber cómo querían ellas llegar a las chicas jóvenes a través de sus historias: entre los mensajes hay uno que les pide que no den nada por ganado, que luchen siempre por sus derechos.