Las playas y los bares entre los que Moris compuso las primeras canciones de rock en Argentina, el único cortometraje protagonizado y musicalizado por Luis Alberto Spinetta, la cárcel desde la que Alejandro Medina escuchó por primera vez las canciones de Manal en la radio, la gestación de La Máquina de Hacer Pájaros y los insultos de Luca Prodan que disolvieron Sumo antes de sus discos clave, los primeros shows de Soda Stereo en la Costa Atlántica y los treinta consecutivos de Los Piojos, la frase que casi lleva a Charly García a la cárcel y el retorno de Andrés Calamaro a los escenarios argentinos luego de cinco años de reclusión. Las coordenadas de todas estas historias y lugares refieren a un pueblo balneario que adquirió el aura mítica de ser una de las “cunas” del rock argentino: Villa Gesell. Y todos acaban de ser reunidos –junto a muchos otros– por el periodista geselino y especializado en cultura rock, Juan Ignacio Provéndola, en su tercer libro: Villa Gesell Rock & Roll.
“Siempre se dijo que Gesell era una de las cunas, pero estaba la pregunta de si era parte de una mitología o de una realidad comprobable”, adelanta Provéndola sobre los motivos que originaron el libro. “Entonces empecé a llamar a los músicos que conocía y que sabía que habían tocado en Gesell, que básicamente son casi todos. Fui acumulando horas y horas de charlas y anécdotas. Los músicos iban rebobinando y dándole una nueva relevancia a su paso por Gesell. Así fuimos confirmando que Gesell tenía algo que lo distinguía de las otras ciudades, y eso es lo que va desentrañando el libro”.
Un fotomontaje con la cara de Carlos Gesell –fundador de la villa– en el cuerpo de Elvis Presley con traje de preso, bailando debajo de un título que lleva la estética del disco Never Mind The Bollocks de The Sex Pistols, presenta este “anecdotario sobre una de las cunas del rock en Argentina”. El prólogo está a cargo del también geselino Willy Crook, guitarrista y saxofonista que integró la primera formación de Los Redonditos de Ricota, quienes también forman parte de uno de los 30 capítulos que conforman el recorrido de Villa Gesell Rock And Roll, cuando las presentaciones de la banda aún eran una mezcla ecléctica de músicos y artistas de todo tipo, casi cinco años antes de la salida de Gulp.
“Es un libro pensado en formato de disco. Una acumulación de tracks que son historias cortas donde hay artistas, películas, festivales, casas alquiladas entre bandas que llegaban sin un peso, hay mucho de aventura”, dice el autor. “Y a través de las experiencias que se van contando se puede reconstruir ese vínculo entre Gesell y el rock, en un momento donde pareciera que ya no hay nada más para contar del rock”.
El vínculo al que se refiere Provéndola tiene su génesis en la película Los Inconstantes (1963), de Rodolfo Kuhn, en la que se muestra a Gesell como una ciudad de veraneo en donde las mujeres se pasean semidesnudas, los hombres vagabundean con sus guitarras y todos fuman marihuana en blanco y negro. Esa película catapultó a la ciudad la primera oleada de hippies que luego se concentrarían en La Cueva y el bar La Perla, y que en Villa Gesell darían forma a las canciones que son consideradas el inicio del rock en la Argentina: “Rebelde / No finjas más”, editadas en el único simple de Los Beatniks.
“Más que hablar de una hora cero, creo que se trató de personas que comenzaron a ser atravesadas por una sensibilidad similar, y que empezaron a manifestarse en ellos una serie de cosas inéditas”, dice Provéndola. “La década del 60 es donde aparece el rock, la píldora anticonceptiva, el Mayo Francés, el ácido lisérgico, movimientos descolonizadores en Africa. Una década convulsiva. Y Gesell catalizó todo eso.” Para el autor, la conexión entre estos procesos y la villa no puede desligarse del hecho de que se trataba de “un pueblo fundado por un loco creativo que hizo crecer árboles en la arena y que vivía en una casa de cuatro puertas para poder salir dependiendo de dónde soplara el viento. Hay una gran diferencia con Pinamar, que es casi una sociedad anónima, o con Mar del Plata que es un monstruo turístico; en Gesell se mantenía esa épica de pueblo a la intemperie”.
A lo largo de Villa Gesell Rock and Roll, ese pueblo parece funcionar como un espejo del llamado rock nacional –término que Provéndola evita a lo largo de su libro debido a que fue acuñado por la última dictadura militar–. Desde la bohemia iniciática hasta los megafestivales, pasando por la lisergia, el reviente y la persecución: cada capítulo va reconstruyendo en escala reducida los devenires del rock en la Argentina.
“Creo que hoy el rock perdió la capacidad de sorpresa, lo cual es esperable en un fenómeno que tiene medio siglo. Si bien tuvo la capacidad de reinventarse durante muchos años y seguir siendo polémico, me resultaría difícil exigirle al rock que hoy me dé algo nuevo, aunque siga siendo contestatario”, dice Provéndola. “Recordar un poco esas épocas, esa gesta en donde el rock era un espacio para lo imprevisto, puede ser un buen punto de partida para que muchos jóvenes hoy entiendan hacia dónde iba esa sensibilidad que siempre estuvo en el gen de la juventud, eso que te hace buscar la irreverencia, lo que esté por fuera de las normas”.
El racconto de aventuras y situaciones estrambóticas que propone Villa Gesell Rock and roll viene acompañado de cuatro páginas centrales en las que se despliegan algunas imágenes icónicas para entender por qué el rock hizo base en este pueblo balneario. Desde un afiche de Sumo atesorado por el autor hasta la foto que Vox Dei usó en la tapa de uno de sus discos, pasando por los volantes que anuncian a Las Pelotas en una cancha de tenis y a La Renga tocando en el autocine. Al final del libro, un bonus track –a modo de homenaje a esas bandas que esconden canciones al final de sus discos– recupera algunas pequeñas gemas y abre la puerta a un posible segundo volumen de esta historia entre médanos y rock and roll.
“Quedaron afuera muchas bandas, y en ese track oculto pude esbozarlas un poco, anunciarlas para darles mayor profundidad más adelante, ya que hay mucho material para seguir este libro”, explica el autor. “Hoy Gesell a nivel institucional está pasando por un momento muy triste, en donde no hay una política cultural que propicie estas cosas, que recupere la identidad que tuvo Gesell como un lugar de bohemia, de los jóvenes. Y la idea del libro es poder reivindicar ese acervo cultural que tiene la villa. Hay una lucha entre un pasado que todos recuerdan positivamente y un presente que es bastante desagradable. Y los que venimos de Gesell queremos que en un futuro, ese pasado y el presente se reconcilien.”