Sin escuela. Sin clases. Sin caminos. Sin agua potable. Sin servicios médicos. Sin asistencia social. Esas son las faltas que relatan los habitantes de Rivadavia Banda Sur, al cual pertenecen los parajes La Esperanza y San Felipe, aislados desde hace al menos tres días tras una nueva crecida del río Bermejo. Los testimonios son indirectos, porque los pobladores de estos parajes tampoco pueden comunicarse por teléfono o vía digital, ya que no hay señal de telefonía ni conectividad.
El aislamiento implica que no pueden salir de sus comunidades más que en chalanas (lanchas precarias hechas con madera) para ir a comprar mercadería al pueblo. “Se ve que la gente va y viene”, dijo a Salta/12 el secretario de Asuntos Originarios de la Municipalidad de Rivadavia Banda Sur, Bernardino Pizarra.
“Desde hace 15 a 20 días que (el río) crece y después baja. Pero cuando baja queda barro nomás”, lo que también dificulta el tránsito, si no lo imposibilita, contó Pizarra al describir el panorama. Uno de los tramos del camino donde se acumula mayor cantidad de agua (y de barro después) tiene al menos una extensión de 200 metros.
A pesar de esta situación, los pobladores sostienen que hasta el momento no ha llegado la asistencia de la provincia o el municipio. Eso logró comunicar Dalmiro Acosta, uno de los referentes de San Felipe, antes de quedar desconectado por falta de conectividad.
Tanto Pizarra como Diógenes Escobar, comunicador de Rivadavia, confirmaron que las clases no comenzaron en ninguno de los dos parajes. Y es que los caminos siguen intransitables aún cuando bajan las aguas, porque el barro que queda, y los 25 kilómetros que separan al pueblo de ambos parajes pueden significar que los docentes de esas escuelas no puedan volver al lugar de origen por días.
Inclusive si los docentes pudieran llegar, no hay edificio escolar. Ese es el caso del paraje La Esperanza, en donde hace unos años otra crecida del Bermejo dejó al establecimiento cubierto de barro. Hubo promesas de nuevo edificio, pero hasta ahora sigue siendo solo un compromiso.
“Ellos tampoco tienen agua potable”, añadió Escobar al describir la situación en estas comunidades, afirmando que, si alguien necesitara atención médica, salir de ese aislamiento se convierte en una odisea.
Contención para evitar el ingreso de agua
El secretario de Recursos Hídricos de la provincia, Mauricio Leal, ratificó a este medio que el aislamiento continuaba en la zona tras una nueva crecida. Sin embargo, afirmó que el agua no había entrado en La Esperanza gracias al terraplén de contención (anillo como denominan las comunidades) por lo que cumple la función de mantenerla sin inundarse, aunque esté incomunicada por el camino inundado. “La información es que si bien las aguas están bajando, el camino seguía afectado” reconoció el funcionario.
El director de la Fundación para la Gestión e Investigación Regional (FunGIR), Luis María de la Cruz, quien también integra una red de alerta de crecidas de los ríos de esta zona, explicó que la nueva creciente “la provocó el río San Francisco, que recibió toda el agua de los ríos crecidos en Jujuy y Salta”, el Ledesma, San Pedro y Mojotoro, entre otros. Añadió que la crecida del San Francisco fue excepcional y, por lo que se pudo detectar por imágenes, con mayor capacidad de desbordes que todas las crecientes de este año.
“El aislamiento era esperable con los caudales que se veían en Jujuy”, sostuvo De la Cruz al indicar que los mensajes de alerta que se difundieron por distintas redes (a las que están conectados los gobiernos municipal y provincial) se enviaron con dos o tres días de anticipación.
La tierra, el problema eterno
Pizarra, por su parte, entendió que el problema de la falta de un edificio escolar en La Esperanza es por la diferencia que existe entre los integrantes de la comunidad originaria respecto de un posible traslado de la zona en donde están asentados. A entender del funcionario, quien también es integrante del Pueblo Wichí, la comunidad debería trasladarse, dado que en estos 30 años el río pasó de estar de 20 kilómetros de distancia de la población a tan solo 200 metros. “Hay un anillo que contiene el agua. Lo grave es que si se llega a romper, ellos terminan dentro de un pozo”, alertó.
Su opinión es similar cuando se trata de la comunidad de San Felipe que, sostuvo, se encuentra “en una franja de 800 metros entre río y río”.
Allí planteó uno de los tantos problemas estructurales en la zona (quizás el principal), que se remite al de la tierra. Afirmó que en la región se dieron “tierras a los españoles”, “empresarios” o “criollos" relegando de ese derecho a las comunidades originarias. “Por el solo hecho de ser pueblos originarios no tenemos conocimiento ni tampoco juventud preparada” para hacer valer legalmente este derecho a la tierra, lamentó.
Pizarra recordó entonces que “un abogado te pide plata”, que no es poca, pero si lo fuera, tampoco está al alcance de los integrantes de las comunidades. “Siempre el asesoramiento llega a campesinos (criollos), pero a nosotros nunca nos asesoran”, afirmó. Y es que “siempre otros nos gestionan el tema legal y terminamos como perdedores. Por eso para vivienda o para pedir algo, siempre salimos a cortar las rutas” sostuvo.
Por su parte, Acosta difundió imágenes de la inundación con un mensaje: “sin asistencia por parte del Gobierno a las comunidades que vienen pasando por situaciones demasiado graves, aislados, rodeados de agua. Sin visita de ninguna autoridad que venga a ver lo que está pasando. Lamentable realidad. Así están las cosas señores. Mucha oligarquía”.