Escuchar el disco Garúa es una fiesta, pero íntima. El ánimo circunspecto es parte del asunto; de hecho, “Melancólico” de Julián Plaza, y “Mi noche triste” de Castriota-Contursi, son los dos primeros tangos. Pero también y por eso mismo, abismarse en ellos es una celebración. Así lo supone el piano intenso de Leonel Lúquez, tan atento, obsesivo y genial. Su ejecución hace de la música elegida una experiencia renovada. Garúa (BlueArt Records) es su primer disco solista, y lo presenta hoy a las 20.30 en el Teatro del Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el río).

Editado en formato físico y digital, es el primer disco del año del sello BlueArt, que anuncia joyas próximas como el registro de una presentación de Gustavo Beytelmann en trío, en Parque de España en 2003. En el caso de Leonel Lúquez, se trata de alguien cuyo nombre y música habita en consonancia con la de muchos, pero nunca –hasta este disco– con una propuesta solista. De acuerdo con lo señalado por el músico durante la presentación para la prensa en la disquería especializada Paraphernalia, “tuve desde siempre la idea de tocar y grabar algo solo; pero como yo me considero un laburante, estoy siempre ocupado tocando con todo el mundo, con muchos grupos y proyectos, y nunca los míos propios. Otro tema era que yo tengo el problema de que me gusta todo, y me dije: ¿qué grabo?, ¿un poco de todo?”.

La indecisión obró de manera afortunada y llevó a Lúquez a reparar, finalmente, en el tango. Como él mismo explica: “En algún momento encontré una serie de arreglos muy interesantes para piano que no conocía; nunca había escuchado al tango en el formato del piano solo sino siempre dentro del cuarteto o de la orquesta. Y me di cuenta de que era eso lo que quería hacer, el tango tradicional”. Fue con Nicolás Ledesma con quien Lúquez compartió un curso y descubrió, según comenta, una nueva forma de acercarse al género: “Ledesma me encantó, por su actitud hacia el género y por haber sido el pianista de Leopoldo Federico. También hay toda una generación de la época de oro, lo que pasa es que es menos frecuente escucharlos solos”. Habida cuenta de su notable capacidad como arreglador, Lúquez agrega que “también quise hacer mis propias versiones, buscar tangos tradicionales y algunos más modernos, y Piazzolla tenía que estar. De él encontré partituras que uno podría considerar clásicas, donde se nota que el tipo estaba del lado del tango, en las cuales en algún momento aparece el ritmo de la milonga. Me quedé con una composición que no es un tango en el sentido que uno diría, ‘Preludio 1953’, entre otro material que estaba en partituras que a lo mejor no habían sido grabadas, cosas mías que he adaptado, incluso una composición de Omar Torres (‘Emocionado’), un poco a modo de homenaje”.

Arte de tapa de Garúa.

De alguna manera, la pandemia accionó en beneficio del disco, en cuanto a la posibilidad que tuvo el pianista de concentrarse en el desafío. Y también, por qué no, habrá influido la condición irrenunciable a la que obliga el tango, al que no se lo puede evitar y al que se llega siempre, más tarde o más temprano. “En cierta manera lo tenía como inconsciente al tango. Me acuerdo cuando era chico y en casa veían el programa de (Silvio) Soldán, Grandes Valores del Tango. De ese programa me quedaron las letras de los tangos clásicos. Mucho tiempo después, acompañando cantantes, yo les soplaba las letras, ¡y a tipos curtidos! Luego, en algún momento, empecé muy de a poco a acompañar y aprender un poco de qué se trataba. Cuando el Estudio de Comedias Musicales tuvo el proyecto de hacer Gotán, con el formato musical, yo armé la orquesta y eso fue un aprendizaje. De repente me puse a escribir arreglos para un grupo que tenía que tocar tango tradicional y moderno, tenía flauta, bandoneón, violín, guitarra, piano y contrabajo. Como 50 o 60 fragmentos de tangos. A partir de ahí empecé con otras formaciones, y grabé un disco de tango con Juanjo Cura. Uno va haciendo su experiencia”, continúa.

Esta experiencia incluye un disco extraordinario, Contrastes (2001, BlueArt), junto al saxo de Mario Olivera y la música mentora de Piazzolla. “Ahí lo dimos un poco vuelta al tango, era un formato extraño para tocarlo”. En este sentido, potencia tanguera guarda consigo más de una semejanza con el jazz- Según Lúquez, “incluso hasta tienen una historia paralela en cuanto a orígenes, como cosa marginal, con grupos chicos, la época de oro con las orquestas, y la vuelta a las formaciones reducidas después de las dificultades económicas y de la aceptación que hoy implicaría una orquesta. Es una historia paralela muy fascinante para bucear e indagar”.

Inquieto y con las ganas puestas en hacer más tango –tiene previsto un segundo disco–, el pianista comenta que “en este momento quizás me siento más cómodo con el tango, porque lo estoy investigando, pero el día de mañana me gustaría hacer un disco de folklore. Siempre hay que volver a las fuentes; en el jazz pasa lo mismo, tenés que volver al blues o cortás la cadena”.