Seleccionada y premiada en festivales internacionales, La Leyenda del Rey Cangrejo (Re Granchio, 2021) –coproducción entre Argentina, Italia y Francia– se estrena en El Cairo Cine Público (Santa Fe 1120) (la función de hoy es a las 22.30) y ofrece la posibilidad de viajar tanto a la Italia de fines del 1800, como de visitar en ese mismo momento al fin del mundo que era y es Tierra del Fuego. El periplo lo lleva adelante Luciano, el borracho del pueblo, díscolo y enamoradizo, capaz de tumbar a patadas el portal que el príncipe cierra al paso pueblerino. Algo más sucederá, y allí el detonante para su viaje al sur argentino. Más un dato que vale descifrar en la película y relaciona el secreto de un tesoro escondido y las huellas de un cangrejo.

La Leyenda del Rey Cangrejo reúne, desde su título y semblanza argumental, varias consideraciones, como si de una historia de Hugo Pratt se tratara. De igual modo lo supone el raid metafísico de su protagonista, interpretado por el pintor Gabriele Silli, cuyas facciones casi esculpidas dieron respuesta al rostro que los directores ítaloamericanos Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis necesitaban. La filmografía de los cineastas se había vinculado, hasta el momento, con el documental, pero aquí fue la ficción la respuesta necesaria. “Luciano” es el protagonista verídico de varias historias populares, tan verdaderas como la tradición oral lo permite, entre relatos que acumulan palabras y silencios, recopiladas al calor del vino en una posada del pueblo de Vejano, cerca de Roma. Hacia aquellos espacios en blanco y sin respuestas se dirigió la dupla, a partir de historias narradas desde el interior de una pequeña casona. ¿Quién fue Luciano?

“Habíamos realizado dos documentales, y todos se ambientan en esta pequeña casita, donde funciona una especie de locanda (posada), como si fuera de un western; por eso nos recordó siempre este aire, el de ese tipo de películas. Ahí los cazadores de la región se reúnen, comen, beben y cuentan historias. Con los años desarrollamos una relación de amistad muy fuerte, que nos llevó a querer hacer esta película. Por supuesto, se parte de la idea del relato oral, y de cómo de boca en boca la historia se modifica. Esta transformación hizo que la historia se situara en el lugar más lejano posible, en este caso Tierra del Fuego. Fue la relación de amistad con estos hombres la que nos dio ganas de vestirlos para hacerlos interpretar un papel frente a cámara hacia fines de 1800, con sus rostros y sus voces”, explica Alessio Rigo de Righi a Rosario/12.

-De alguna manera, las canciones populares cumplen también esa misma función a lo largo de la película.

-Las canciones populares están presentes y acompañan las historias. Con el músico Vittorio Giampietro, con quien ya habíamos trabajado en los documentales, buscamos cantos tradicionales italianos y nos dimos cuenta que muchas veces se repetían las melodías de región en región, pero el texto de las historias cambiaba. Todas las canciones elegidas, salvo una, son originales y fueron registradas de nuevo por Vittorio y algunos cantantes, hombres y mujeres del pueblo; se incluyeron para que agregaran una capa más, una voz más.

-Podría decirse que el guion surge de esa necesidad de dar respuesta a lo que no se sabe sobre Luciano.

-La historia de este hombre, Luciano, los hacía entrar en contradicción. Es una historia muy antigua, y a partir de sus elementos empezamos a escribir el guion. Tratamos de volcar inquietudes y cuestiones más personales. Por eso armamos al personaje con esa característica de no poder encajar con el lugar donde se encuentra, al tratar de resolver la cuestión del paso a través de la puerta cerrada por el príncipe, con una posición ideológica fuerte pero a la vez demasiado violenta. Después aparece la contradicción de la segunda parte, donde él está buscando fortuna, solo, en lo que parece un camino más individualista, que luego se resuelve en la búsqueda de redención del amor perdido. La aventura surgió porque con Matteo (Zoppis) sabíamos que Luciano había ido a Argentina. Cuando presentamos aquí un documental, fuimos a Tierra del Fuego y el lugar nos impactó. Y averiguamos que hacia fines de 1800, Tierra del Fuego era un lugar donde hubo una especie de fiebre del oro, donde la gente iba en busca de fortuna, con muchos extranjeros que fueron allí a buscar una solución a su vida o a cambiar de rumbo. Ahí entremezclamos las historias y salió el guion de la película.

-Ustedes vienen del documental, ¿qué les aportó la ficción?

-No hubo tanta diferencia, inclusive en los documentales que hicimos, con entrevistas y gente que cuenta una historia a cámara, trabajamos de una manera cercana a la ficción, ya que en un punto los testimonios eran construidos con ellos, porque nos juntábamos para que se contaran las historias y luego los agarrábamos a solas, con otros elementos que sabíamos iban a funcionar dramáticamente. Al filmar el capítulo uno (el de la parte italiana), nos fuimos metiendo cada vez más y eso hizo que la puesta en escena se transformara, algo que se nota con el segundo capítulo (el de Tierra del Fuego). Quizás hay un cambio de género en la película, y allí se hace evidente. Pero hay una parte íntima que pienso se mantuvo, y a la vez un crecimiento, que es lo que buscamos en todas nuestras películas, para desafiarnos un poco más y llevar las historias a otro lugar.

-Sobresale la captura “documental” y actual de las locaciones, sin embargo ambientadas de manera histórica; es extraordinario.

-Lo que quisimos fue tratar de construir un mundo que nos remitiera a esa época, con ciertos elementos históricos, como el derecho de paso por la puerta y toda esa cuestión post feudal, pero a la vez queríamos evocar un momento que fuera más fabulesco y no necesariamente fiel, como sucede con el vestuario, y pudiera contener y mezclar elementos de modernidad, para no olvidarnos que se trata de una historia que nos están contando estos hombres, que la recuerdan, y que por eso posee elementos contradictorios.