En el pasillo que lleva a la pequeña oficina de Mariana Herrera, directora del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), está la “nietera”, una cartelera con fotos de los últimos cinco hijos de desaparecidos que recuperaron su identidad. Algunas imágenes están acompañadas por una bolsita con los corchos de las botellas que se vaciaron en los festejos correspondientes. Herrera asumió al frente del Banco en 2015, a través de un concurso público, luego de que se modificara la ley que lo regula. Bióloga especialista en genética forense, Herrera repasa los 30 años de la institución creada durante el gobierno de Raúl Alfonsín a pedido de las Abuelas de Plaza de Mayo para poder comprobar la identidad de los chicos –hoy adultos– que los represores se habían apropiado. Fue un camino que se inició desde cero, porque no había antecedentes en el mundo. Actualmente pasan por mes por el BNDG entre 100 y 120 personas que sospechan que pueden ser hijos de desaparecidos. “La identidad es mucho más que los genes. Nosotros estamos restituyendo historia. Es además prueba de que hubo un delito de lesa humanidad y permite que la sociedad lo sepa. Porque también hay una identidad social que se recupera, no es solamente el nieto restituido, es cómo se acomoda todo en la sociedad”, dice Herrera sobre el proceso que conlleva la “aparición” de cada nieto.
-¿Cuáles son los hitos o etapas del Banco en estos 30 años?
-Hay tres etapas. No tienen que ver sólo con la historia del Banco, sino con las edades de los chicos. En la primera, se judicializaban todos los casos, los chicos eran enviados por la justicia a hacerse los estudios, eran menores de edad. Es la etapa más compleja porque no existían Bancos de Datos Genéticos en el mundo, no existía aplicar la genética forense en causas tan complejas como que falte la generación de los padres. Se hacían estudios de paternidad simples, pero no se contemplaban estas situaciones. Estaba todo por crearse. Durante el franquismo, por ejemplo, más de 40 mil chicos fueron expropiados de sus familias, pero no se establecieron Bancos para su identificación. Recién ahora están discutiendo este tema. Todavía el ADN estaba en una etapa preliminar, se hacían estudios serológicos. La directora original del Banco, Ana María Di Lonardo, junto con la gente de la Asociación Americana por el Avance de las Ciencias, hicieron un gran esfuerzo. También fue una etapa compleja desde lo político, la democracia estaba muy frágil.
–Había un discurso acerca de que era mejor no “molestar” a los niños y dejarlos con las familias que los habían apropiado.
–Había una sociedad que acompañaba ese discurso, gente que decía que era revictimizarlos, cuando en realidad los chicos seguían siendo víctimas todo el tiempo, todos los días, hasta que recuperaban su identidad. Pero si se analiza en el contexto de lo que pasó en Latinoamérica, lo que pasó en la Argentina, cómo se encaró esta situación, fue un acto de coraje.
–El “índice de abuelidad”, que permitía identificar nietos y nietas a partir de abuelos y abuelas no existía en el mundo, además.
–Las Abuelas viajaron por muchísimos países de Europa y Estados Unidos para consultar matemáticos y científicos y la respuesta era que lo tenían que pensar, pero que no le veían solución. Se armó un congreso internacional para debatir este tema y a partir de ahí se empezaron a motorizar las cosas. Fue un disparador para la estadística forense internacional. Las primeras pruebas de ADN se hicieron en 1985 y tenían que ver con estudios de paternidad. No se podía usar para casos de abuelidad. Esa etapa tuvo que ver con desarrollar algo que no existía.
–¿La segunda etapa?
–Es a partir de los años 90/95. Ya hay marcadores genéticos, se empiezan a estandarizar las técnicas, aparecen los primeros kits y se empieza a plantear el tema de la automatización. Para ese momento los chicos ya tienen la mayoría de edad y sus voces empiezan a sentirse. Era una época neoliberal y también había cuestionamientos. Pero, aún así, durante la presidencia de Carlos Menem se creó la Comisión Nacional por el Derecho a la identidad (Conadi). Y en 1998, por decreto, se permite que la Conadi pueda enviar los chicos al BNDG. Eso hizo que no fuera necesario abrir una causa judicial para obligar a una persona a venir al Banco, sino que la Conadi podía pedir una muestra voluntaria. Se empezó a simplificar el vínculo, empezaron a llegar los chicos solos y en las estadísticas se ve que aumentaron muchísimo el número de identificaciones, por las técnicas de ADN y por la cantidad de chicos que empezaron a venir. En esa etapa hubo mejoras, a pesar de que en el imaginario de la sociedad no se identificaba todavía con lo que había ocurrido, no se hacía cargo que era parte de la identidad social lo que se estaba restituyendo.
–¿Eso fue lo que pasó en la tercera etapa?
–A partir de 2003 ya están automatizadas y sistematizadas las metodologías, aparecen los controles de calidad dentro de los laboratorios. Empiezan a discutirse la creación de base de datos de ADN para identificación de personas, crímenes, violaciones, etc. Desde 1995 se empezaron a establecer las primeras bases de Datos para Identificación de Desaparecidos, por ejemplo en Bosnia. Había un trabajo más institucionalizado. La ciencia evidenciaba los delitos que se habían cometido, la identificación de los cuerpos de fosas comunes, el trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense, todo eso colaboraba. A partir de 2003, cuando Néstor Kirchner toma como compromiso la política de derechos humanos, todo eso se consolida. Y los nietos empiezan a tener voz política también. Aparecen distintas leyes que van de la mano con esto que se fue haciendo.
–¿Qué cambios se implementaron luego de su asunción al frente del Banco?
–Los cambios tienen que ver con la ley de 2009. La primera ley de BNDG era muy amplia. Acá no había laboratorios de genética forense que hicieran otros estudios y el objetivo, entonces, era resolver conflictos relativos a la filiación en general y en una parte hablaba de la identificación de los nietos. Pero el Banco en sí, las muestras, era exclusivo de los nietos, de Abuelas. Lo demás eran causas que se tramitaban, empezaban y terminaban, se hacían análisis de paternidad, se hacía el informe, pero no se dejaban muestras en la base de datos. En 2009 la ley precisa el objetivo del Banco relacionado solo con delitos de lesa humanidad.
–Hubo críticas por eso.
–En ese momento la discusión era que el Banco, al dedicarse a otras cosas, tenía tiempos más largos y ya existían otros laboratorios públicos y del Poder Judicial que podían absorber esa otra tarea.
–¿Se acortaron los tiempos de los análisis a partir de ese cambio?
–Sí. Como falta la generación de los padres, nosotros tenemos que analizar el ADN mitrocrondrial, si es un varón, el cromosoma Y para ver si comparte la línea paterna. Tenemos que buscar como mínimo 24 marcadores genéticos para que haya una buena probabilidad en el caso que incluya en un grupo familiar. A veces el grupo familiar está incompleto y hay que completar con el cromosoma X. A veces hay que pedir a la Conadi que busque a un nuevo familiar o hay que exhumar un cuerpo para mejorar la prueba. Entre que un chico viene y se le entrega el resultado tarda, ahora, en general, entre quince días y dos meses.
–¿Cuántas personas vienen a analizarse por mes?
–Por mes estamos analizando entre cien y ciento veinte personas que vienen a compararse contra las 300 familias que hay en el Banco.
–120 por mes es mucho. Hay muchísimas personas con dudas.
–Ahora hay una conciencia de que la sustitución de la identidad es un delito penal. Y es por el trabajo de las Abuelas. Ahora sabemos que es muy importante decir la verdad a los chicos. Pero era una práctica común anotar chicos adoptados como propios. Además, durante la dictadura se profundizó el tráfico de bebés, más allá de casos asociados a lesa humanidad. Había circuitos que los propios militares usaban para las apropiaciones por un lado, pero también para vender bebés. La razón por la que vienen muchos chicos es que son víctimas de todas esas irregularidades de esas épocas.
–¿Qué pasa después con esas personas? Abuelas generó una interpelación sobre la verdad y la identidad en mucha gente, pero no puede dar contención a todos.
–Hay algunos que vinieron al Banco y dieron negativo. Para comparar con el Banco tiene que haber padres o familias que los estén buscando. En la mayoría de los casos en los que fueron dados en adopción hubo una entrega voluntaria, más allá de que a los chicos los anotaran como propios o que pagaran. Esa persona no está buscando a ese chico. Habría que comparar con todo el país e incluso así darían falsos positivos en cantidad porque es una muestra muy grande.
–¿Y cómo se controlan los falsos positivos con los nietos?
–Hay una fantasía en la justicia y en la sociedad de que el ADN resuelve todo.
–Vemos muchas series.
–Exactamente. Eso es la puerta de entrada para que la justicia no investigue bien ningún caso en general, más allá de este tema. Y que deje de lado otras pruebas que hacen que uno incluya o descarte más allá de lo que dice el ADN. Hay investigaciones preliminares que hace la Conadi o la Justicia. Si un chico viene al Banco y tiene fecha de nacimiento en 1976 y da una valoración alta con una persona que secuestraron embarazada en los 80, uno sabe que no puede ser. Por otro lado, acá se analiza en ADN mitocondrial y el cromosoma Y. Y esas son herramientas muy poderosas para descartar un falso positivo.
–¿Cómo define la identidad? ¿Qué es?
–La identidad es una construcción mucho más compleja que lo biológico. Para los biólogos, está el genotipo, que es la genética pura, la secuencia de ADN. El fenotipo es lo que sos deambulando por la vida. Para la mí, la identidad es lo que sos caminando por la vida y en eso hay un impacto genético, que tiene que ver con el origen biológico, pero también, el 70 o el 80 por ciento es la construcción cultural, hablo de un individuo creciendo en un lugar social, yendo a una escuela, alimentándose de una determinada manera, habiéndose criado en una determinada familia.
–¿Qué significa entonces la restitución de la identidad?
–Los nietos recuperan su identidad biológica, pero en el momento que recuperan su identidad biológica ya hay un cambio en la identidad de esa persona, un cambio cultural, en su historia. Empiezan a sumar la historia que transitaron desde que tenían conocimiento y la historia recuperada de sus padres, amigos, compañeros de militancia, abuelos, lo que leen. Además de los nuevos vínculos. Ese impacto que debería haber entrado en el momento de su nacimiento para construir una identidad que hubiera sido distinta a la actual, entra a la edad en la que se restituye su identidad biológica. Eso es una parte de ese rompecabezas. La identidad es mucho más que los genes. Nosotros estamos restituyendo historia, le ponemos la valoración objetiva, una prueba científica que restituye la historia, la verdad. Es además la prueba de que hubo un delito de lesa humanidad y permite que la sociedad lo sepa. Porque también hay una identidad social que se recupera, no es solamente el nieto restituido, es como se acomoda todo en la sociedad. La sociedad es muy negadora y esto la enfrenta, esto sucedió. La prueba científica abe puerta a un montón de restituciones, no solo la biológica.
–¿Cómo se preserva la independencia del Banco, sobre todo en este contexto político?
–El Banco es autónomo y autárquico. Presenta su propio presupuesto. Obviamente pasa por el Congreso y lo pueden recortar. Hasta ahora nos hemos manejado perfectamente bien. (El ministro de Ciencia) Lino Barañao tiene un compromiso enorme con el Banco, soñó este laboratorio y dónde poner el Banco de cara a la sociedad. Hizo una inversión enorme y nos dio apoyo incondicional.