“El Norte ya tiene otro nombre /que en los arenales leyenda se hará/cuando en las noches del valle/florezca el recuerdo del Payo Solá”, entonó alguna vez Atahualpa Yupanqui en una zamba en honor al artista salteño que un 19 de marzo de 1962, hace ya seis décadas, se mudaba al infinito. La pieza es una de las numerosas canciones que lo celebran.

Don Gustavo Adolfo nació en Cafayate, un 31 de enero de 1908 y falleció 54 años después. Hijo de José Nicolás Solá, director de escuela, y de la maestra Delia Burgos, desde niño mostró gran predisposición para el arte y dedicó más de la mitad de su vida a la música.

Es sus treinta años de actividad, formó la orquesta Re-Fa-Si, el Dúo Romance de dos guitarras, con Ernesto Cabeza -ex integrante de los Chalchaleros-, Los Musiqueros del Tiempo de Ñaupa, y la agrupación de Veinte Guitarras, con la que actuó en el monumento alrededor de los fogones en el homenaje a Martín Miguel de Güemes, entre muchas otras propuestas.

En el marco del aniversario de su partida física, uno de sus hijos y diversos referentes, opinaron sobre la huella indeleble de este autor inolvidable. Así, José Alfonso de Guardia de Ponté, Director nacional del Consejo Federal del Folklore de Argentina y Presidente de la Academia del Folklore de Salta recalcó: “Se puede decir que era un músico múltiple, puesto que por sí solo era una orquesta: tocaba la guitarra, el violín, la batería, el piano, el contrabajo y el bandoneón. Ya con 20 años en el cine Güemes, que funcionaba sobre calle Zuviría, junto al escenario, en la penumbra de las películas mudas, tocaba el violín”.

Recuerdo permanente

Desde un costado más cotidiano, de Guardia de Ponté aseguró que el Payo “era un hombre reconocido por su humildad y fundamentalmente por ser muy generoso. Era muy parco en el hablar y siempre muy abocado a la familia. Un hombre que tomaba la vida en serio hasta en sus más pequeños detalles y si hay algo que amaba eran sus hijos a quién los cuidaba con cariño y esmero”. Enfatizó además que fue un referente importante en las décadas '40 y '50 en lo que respecta a Salta, puesto que representaba para muchos “la presencia de la música en todas sus manifestaciones populares, y su nombre se lo ligaba al folklore local. Sus amigos de siempre fueron el Poncho Marrupe, Eduardo Falú, Cesar Pereyra Rozas, Cesar Perdiguero, Miguel Ángel ‘Miquicho' Ulivarri, Pajarito Velarde, Nicolás Lamadrid, Juan José García, el Curro García, Marcos Tames, Polo Gímenez, Atuto Mercau Soria, Arturo Puy, Carlos Vega Pereda, Fernando Portal, Pepe Guirro, Antonio Batiti, Dino Saluzzi, y otros”.

Asimismo, el especialista señaló que “el más importante festival del Norte Argentino, la Serenata a Cafayate, tiene el escenario con su nombre, y fue bautizado así por su entrañable amigo, el poeta César Fermín Perdiguero”.

De Guardia de Ponté consideró también que Solá fue un guía de los compositores que le siguieron “creando un torrente de zambas, chacareras y canciones vernáculas, que llenaron definitivamente al panorama argentino con la música y el verso de nuestro Norte”, y agregó que “el Payo dejó transcurrir su vida entre melodías y se marchó de la escena en silencio, pero su recuerdo es algo permanente, puesto que su nombre y su figura, surgen por doquier. Atahualpa Yupanqui lo inmortaliza con Pablo del Cerro en ‘La Payo Solá´, zamba editada el 15 de julio de 1970. Luego Oscar Valles, ex integrante de los Quilla Huasi, compone la zamba 'Del mismo palo’, y como un remate en su honor Horacio Aguirre y Hugo Alarcón componen El que toca nunca baila’".

Paralelamente, el catedrático subrayó que el hacedor de “La Marrupeña” o “La Solís Pizarro” tuvo mucho éxito con la música ciudadana “eran tiempos en que el tango gustaba a todo el mundo, y la producción de los compositores porteños era inagotable y permanente. En ese sentido, su bandoneón se hizo famoso y en todos los lugares donde se tocaba y bailaba tango lo requerían con insistencia. A través de gente como él los salteños conocieron los compases y la melodía de la Cumparsita y otras composiciones que ganaron fama y la conservan aún hasta nuestros días”.

Personaje fundamental de nuestra música

Por su parte, Arturo “Pachula“Botelli, autor del libro “La historia de la música y los músicos de Salta”, incluyó a Solá en el capítulo Generación del 900 y remarcó que aparece permanentemente en la publicación, ya que fue “un músico fundamental y fundante de lo que vino después”.

En esa línea comentó: “el legado que dejó fue muy importante, ya que él será el que introduce el bandoneón al folklore, esta es una opinión comprobada por y del musicólogo Rubén Pérez Bugallo. Era violinista y guitarrista. Así se destaca en La tropilla de Huachi Pampa, en donde habrían participado grandes músicos y baluartes de la música nacional, como Buenaventura Luna, Ernesto Cabezas y Nicolás ‘Burro’ La Madrid, entre otros. Intervino, además, en orquestas características, como le decían, con el maestro Mantuano”.

Reflexivo, Botelli reconstruye “En esa época los músicos ‘del folklore’ tocaban de sentados en las famosas carpas del carnaval. Así es que grabó numerosos Long play o larga duración, con su conjunto y varias de sus obras, zambas, cuecas, escondidos. Además, compuso música ‘bailable’ como vales y tangos, ya que también era compositor y arreglador”.

En otro orden de cosas, yendo hacia atrás en el tiempo, “Pachula” rememora “Según mi padre -Juan José ‘Coco’ Botelli- el ‘Payo’ enseñaba música y se decía que tenía oído absoluto y memoria visual prodigiosa además de saber leer y escribir música, cosa que se consideraba muy importante en esos años”.

Según el instrumentista, Solá ganó varios concursos en su arte, entre ellos el certamen provincial de zamba en 1952, tras interpretar la “Zamba del Ausente", de César Perdiguero y Manuel J. Castilla. Al mismo tiempo “daba clases de lo que se les ocurra dentro de la música. Aparentemente parco y apático, tenía una manera muy especial de participar opinar y en sus decires, que siempre eran cautos y acertados, de un humor muy especial. De él es la frase ‘el que toca nunca baila’. Tocó en diversas oportunidades con Artidorio Cresseri, el autor de la zamba ‘La López Pereyra’ fue el gran difusor de esta obra y su autor”

Desde otra óptica, y sobre lo perdurable de su legado, el músico indicó que su vigencia sucede tal vez porque el hacedor de “Cerros” se transformó en un personaje fundamental en nuestra música, sobre todo en el NOA. “Sus grabaciones que marcaron a las generaciones venideras y, en cierta medida, hizo escuela. Cuenta mi padre que siempre estaba atento a lo que hacían los otros. Siempre callado, pero al hacer música daba gusto escucharlo. Y por supuesto, hacía bailar hasta a las piedras. En esos años era muy importante el baile, especialmente en las Carpas. Luego vinieron la radio y el disco, para lo cual muchos se aggiornaron. Con el tiempo se transformó en un mito y ha transcendido más allá de todo”.

El bandoneón de Saluzzi

Finalmente, Juan José “Payito” Solá, quien celebró a su padre al crear “Carpas de Salta” y con su hermana “Terucha” con la zamba "Cafayate hecha Nostalgia" ganadora del concurso de Zambas realizado en Salta en la Carpa de Abán en 1997, describió a uno de los precursores del boom del folklore con una mirada íntima y familiar. De este modo expuso que su antecesor fue un ejemplo de padre: “nos enseñó las buenas costumbres. Fue un compañero en todo, yo lo acompañé muchos años con la guitarra. Siempre nos daba buenos consejos para ser honestos, para ser buena gente aparte del cariño que nos brindaba a los hijos y a su esposa”, dijo.

A la vez, reveló que el hecho de compartir el escenario signó un compromiso “él empezó a cantar y pensó que sería bueno que hiciéramos algo con mis hermanas, y grabó en Philips con el dúo de Terucha y María Cristina”.

Por otro lado, y sobre la mudanza de Solá a Buenos Aires, su hijo recreó la escena: “Llegó la compañía Emi Odeón en busca de un bandoneón. Entonces citaron a todos los músicos de la provincia para que hicieran una prueba. En ese momento, mi padre había vendido el bandoneón y Dino Saluzzi le prestó el suyo para que hicieran la grabación. Luego, le llegó el contrato a mi padre y decide trasladarse para seguir haciendo música”.

“Payito” reconoció que su padre se hacía querer por mucha gente “sobre todo por los artistas, porque siempre que grababa, no registraba solo lo de él sino también los de sus colegas. Entonces lo querían mucho, tenía un don de gente que también nos enseñó a los hijos”.