Aunque la telemedicina ya aparecía como una opción en tiempos prepandémicos, la propagación del Sars CoV-2 y las condiciones que este impuso aceleraron la aceptación de la comunidad médica y de toda la sociedad. En el presente, la cantidad de pacientes que prefieren la consulta online crece: computadoras, tablets y celulares se ponen al servicio de personas que recurren a las TICs para aliviar una dolencia y, a cambio, se llevan un diagnóstico a distancia, sin moverse del confort de sus casas. Si en 2020, 4.788 trabajadores de la salud realizaban teleconsultas con sus pacientes a través de la plataforma de la cartera que encabeza Carla Vizzotti, un año más tarde esa cifra se había duplicado. En 2021, según el relevamiento que realiza el Ministerio, se realizaron 1.404.504 en todo el territorio nacional. A nivel mundial, se calcula que el 50 por ciento de las aseguradoras ya ofrece este servicio. Poco a poco, la ciudadanía se acostumbra a una atención mediada por pantallas.
“La telemedicina comenzó hace unos cuatro años, pero la pandemia aceleró todo. Empujó a una mayor aceptación por parte de la población y de los equipos de salud, que lo vieron como un fenómeno de la nueva realidad. Hoy podemos decir que llegó para quedarse”, afirma Tomás Orduna, jefe del Servicio de Medicina Tropical y Medicina del Viajero en Hospital Muñiz de Buenos Aires. La propia dinámica de una enfermedad infecciosa que se transmite por vía respiratoria y que tiene a la distancia como uno de los principales requisitos para resguardarse de contraerla, propició que lo virtual ganara terreno frente a lo presencial mucho más rápido de lo esperado.
La medicina, desde el enfoque de Orduna, sigue el camino hacia la hibridez entre lo presencial y lo virtual de forma similar al que lo hicieron otras profesiones y parte del sector educativo. No obstante, hay acciones que resultan irremplazables: “El apretón de manos, el hecho de ver al paciente, el saludo al ingreso y al egreso, el contacto visual son claves y parecen perderse”. Desde la Organización Mundial de la Salud, en esta línea, advierten que la telemedicina es una herramienta que puede resultar útil en muchos casos, aunque complementa y no reemplaza a la tradicional consulta de cuerpo presente.
A nivel doméstico, en el seno del Ministerio de Salud existe la Coordinación de Telesalud, cuya misión es desarrollar y aplicar políticas relacionadas al área, con el objetivo de democratizar el acceso de todos los habitantes de la nación al sistema sanitario y, así contribuir a descongestionarlo. Informaron a este diario que, a la fecha, existen 1.122 nodos (efectores de salud) y 9.523 trabajadores realizan teleconsultas a través de su plataforma. La cifra de usuarios creció de manera notable durante la pandemia, si se tiene en cuenta que para octubre de 2020 ese número se estacionaba en 4.788. En el presente, se trabaja en el concepto de hospital digital, con el propósito de que la plataforma sea más amigable para médicos y pacientes.
Más accesible y ágil
Una de las principales ventajas que ofrece la telemedicina es que ha mejorado el acceso de personas que, de otra manera, no conectaban con el sistema de salud. “Pienso que acercó a muchas personas a la atención de profesionales que antes, por distancia geográfica, no eran atendidos. En el último tiempo, me ha pasado de atender a gente de otras provincias y eso es una enorme ventaja”, observa Leda Guzzi, médica infectóloga y referente de la Sociedad Argentina de Infectología. Luego continúa con su razonamiento y destaca otros puntos a favor. “Un importante porcentaje de las consultas médicas se podrían resolver por telemedicina. Tal vez un primer contacto con el profesional requiere de la presencialidad pero los siguientes, en los que por lo general el paciente presenta sus estudios, no la requieren. A menudo, hacer la consulta virtualmente alivia y agiliza”, sostiene.
De este modo, al evitar trasladarse a los centros de salud, las personas ahorran dinero y tiempo, y pueden recibir un diagnóstico desde la comodidad de sus hogares. Como relataba Guzzi, en simultáneo, habilita a que ciudadanos que habitan lejos de los centros urbanos en los que suelen estar las instituciones médicas de atención compleja también puedan acceder a un diálogo con profesionales de diversas especialidades. Por otra parte, las bondades de las TICs también se ponen en juego al momento de enviar recordatorios a pacientes para que tomen sus medicinas, a las mujeres embarazadas para que asistan a sus controles, y a los familiares de niños y niñas para que no olviden cumplir con el calendario de inmunización.
Siempre se vuelve a empezar
Según sostiene la especialista Carolina Moreno en una entrevista con el diario El País (España): “Cuando iban a verte a casa, ya estabas mejor antes de que el médico saliese por la puerta, porque te tocaba, te preguntaba cómo te sentías. La gente dice que el médico ya ni mira a los ojos”. Lo que la especialista en comunicación pública de la ciencia refiere con respecto al caso español se potencia aún más con la telemedicina en territorio doméstico. “Entre las principales desventajas de la telemedicina, se ubica la pérdida del contacto cara a cara con el paciente. El poder contener alivia y contribuye muchísimo a comenzar a revertir las enfermedades”, comenta desde su experiencia Guzzi. Al respecto, Georgina Di Genaro, médica que se desempeña en clínicas privadas de Olivos y Lomas de Zamora, apunta: “Pienso que evitar el contacto directo, de hecho, va en contra de la buena práctica médica”.
En este nuevo contexto, para Orduna, el profesional de la salud debe ser muy consciente y saber hasta dónde llegar con las consultas virtuales y cuándo se hace imperioso el paso a lo presencial. “A través de las pantallas solo vemos cabezas, cuellos, algunos gestos y un pedacito del tronco superior, pero todo el resto no”, destaca. La complejidad se torna aún más difícil de sortear cuando se describe la heterogeneidad que caracteriza a la práctica médica a distancia. Por caso, no es lo mismo diagnosticar de manera virtual a un paciente conocido que a uno desconocido. Tampoco es igual un individuo con una enfermedad crónica que solicita una receta, con respecto a uno que posee síntomas como fiebre, vómitos o dolor de garganta desde hace una semana.
Los pacientes, según Di Genaro, siempre realizan consultas con profesionales distintos que nunca llegan a conocerlos del todo, que no saben nada acerca de su historia clínica. De este modo, “cada encuentro con un paciente es un volver a empezar”. Desde aquí, remata: “La división de la medicina en especialidades contribuye a deshumanizar al paciente, a no verlo como un todo. La virtualidad, lejos de mejorar esta situación, la empeora”.
Precarización y ciber(in)seguridad
Hay dos inconvenientes de la telemedicina que merecen un párrafo aparte: la precarización y la vulnerabilidad ante los ataques informáticos. Sobre el primero, Guzzi plantea: “La atención virtual no está regulada y no está muy claro cómo cobrar. Con las consultas que durante la pandemia pasaron de presencial a virtual no hubo tantos problemas, pero luego todo lo que tiene que ver con el WhatsApp y los mensajes con pedidos de cualquier índole constituyen actos médicos que merecen su remuneración”, comenta. La falta de regulación, en última instancia, empuja a la precarización: su celular, según relata, está lleno de teléfonos de pacientes que le escriben a cualquier hora para enviar imágenes de lesiones o solicitar recetas.
Por otra parte, a medida que crece la atención médica virtual, también se confirma la emergencia de más ataques cibernéticos. Realizar videoconsultas confidenciales y seguras se proyecta como uno de los grandes desafíos. La información sanitaria es especialmente susceptible de ser robada: la venta ilegal de historias clínicas ya comienza a estar en carpeta y asoma como uno de los principales obstáculos que enfrentará el rubro.