Poco más de 20 años separan el día en que Marcela supo que era adoptada del que decidió hacer algo con eso. Veinte años que ella describe como un “embudo”, el sustantivo que le permite “hacer más gráfica” la historia del encuentro con su familia biológica, con la verdad. “Saber la verdad te completa y te libera”, dice esta joven que vive en España desde principios de siglo, pero que no perdió el acento argentino; que aún no soltó la que creyó era su identidad hasta que en 2019 un “positivo” le confirmó que su mamá había sido secuestrada durante la última dictadura cívico militar, que su papá se había tenido que exiliar, que tenía un hermano mayor, que ella había nacido en cautiverio y entregada a una familia que la inscribió como hija propia y que la crió sin contarle nada de todo esto. Marcela es la “nieta 129”, como le gusta presentarse, y por primera vez desde su restitución cuenta su historia.
Nació el 28 de junio de 1977, aunque hace poco que lo sabe. Su documento de identidad fija esa fecha dos días después y no fue rectificado en ese dato ni en su apellido. Desde Valencia, vía teleconferencia, dice que “aún” no puede, pero que halló “comprensión, por suerte”, entre aquellos que la buscaron durante más de cuatro décadas. Desde abril de 2019 sabe que es hija de Norma Síntora, militante del PRT-ERP, secuestrada en el conurbano Bonaerense en mayo de 1977 mientras cursaba las últimas semanas de su embarazo, y Carlos Solsona, militante del mismo espacio que a principios de aquel año había partido al exilio. El plan que tenía la pareja era reencontrarse en España: Carlos esperaría allí a Norma, a el o la bebé recién nacida y al hijo mayor de ambos, Marcos, al que habían dejado al cuidado de su abuela, en Córdoba. Nada de eso ocurrió.
Se cree que Norma y los otros dos compañeros con los que fue secuestrada fueron trasladados a Campo de Mayo y que allí nació Marcela. Su destino, como el de otros cerca de 500 niños y niñas, fue macabramente intervenido por el terrorismo de Estado.
El primer contacto desde la Asociación de Herman@s de Desaparecidos
“Yo tenía 20 años cuando supe que era adoptada. No había ningún sustento fuerte en mi familia que me hiciera sospechar de que podía ser hija de desaparecidos, pero soy del ‘77 y nací en Argentina, no podía mirar para otro lado, sabía que la posibilidad existía”, comenzó a narrar a Página|12, el primer medio de comunicación con el que habla desde que conoció su verdadera identidad.
Habla de “familia de crianza”, llama “viejo” y “vieja” al hombre y a la mujer que la inscribieron como hija propia con una partida de nacimiento apócrifa, firmada por un médico de la Policía Federal Argentina y que falsificaba un parto en domicilio. Que le dieron una “familia estandar”. Algún dato tiene respecto de cómo llegó de bebé recién nacida a ese matrimonio, “nada certero”, aclara, y pide no hablar del tema.
“Digo que mi historia es un embudo porque me es más gráfico explicarla así”, insiste Marcela. Al poco tiempo de establecerse en España recibió el primer contacto de parte de los organismos de derechos humanos argentinos que le contaban la posibilidad de que fuera hija de desaparecidos y la invitaban a hacerse el análisis de ADN. Primero la llamaron desde la Asociación de Herman@s de Desaparecidos por la Verdad y la Justicia debido a unas denuncias anónimas que había recibido. Finalmente, se reunió con algunos de sus integrantes en uno de sus viajes de visita al país. “Yo no tenía intenciones de querer saber nada, de averiguar nada”, recuerda.
–¿Por qué?
–No estaba preparada para dar ese paso. Yo le explicaba lo que para mí y para mi entorno podía significar un resultado positivo. Después supe que el mismo temor tuvieron varias otras personas que pasaron por lo mismo. Así que empecé a esquivar el bulto. Pero fui creciendo, fui madre, ahí cambió todo. El embudo se fue cerrando. Tuve a mi primera hija en 2012, a mi segunda hija en 2015, los contactos de Abuelas de Plaza de Mayo se intensificaron con el tiempo. Se judicializó mi caso. Mis primos de crianza y mis dos mejores amigos, que siempre me acompañaron mucho en todo este proceso, me advertían “mirá que algún día vas a tener que hacer algo con esto”. Un día, mi prima me dijo que podíamos averiguar si queríamos, que en la página de Abuelas había algo de información….
–¿Hasta ese momento no habías ni siquiera gugleado nada?
–No. Pero entonces lo hice. Era enero de 2016. Cuando entré en la página de Abuelas, filtré por fecha y me encontré con la foto de mi mamá que fue verme a mí misma. Fue un shock terrible. El embudo se cerró. Vi los apellidos: Síntora y Solsona. Empecé a buscar por internet. Ví que existe Marcos, mi hermano mayor, que mi padre está vivo. Pero yo seguía en un momento muy complicado. Todavía no podía tomar la decisión, pero no estaba bajo mi control eso, porque el tema ya estaba clavado en mi mente.
–Pasaron tres años más…
–Claro. Yo sabía que la única forma de evitar el análisis de ADN era no viajar a Argentina. Si viajaba, estaba obligada a analizarme porque se había intentado que me tomaran una muestra acá, pero España falló a mi favor y no pudieron hacerlo. Estuve cinco años sin volver por este motivo, pero llegó el momento que tuve que viajar. Mi prima me llamó para tomar algunas decisiones sobre mi mamá. Corté el teléfono, lo miré a mi marido y le dije "ya está, me voy a hacer el análisis". Y viajé y me hice el análisis. Fue en marzo de 2019. Ahí empezó a abrirse el embudo para el otro lado. Un resultado positivo que me cambió todo para bien porque tuve una suerte enorme porque me encontré con una familia increíble.
Carlos Solsona vive en Uruguay con su compañera, Ana. Tuvieron un hijo, Martín, que está por ser papá. Marcos, el hijo mayor de Carlos y Norma, vive en Argentina. La buscaron siempre, desde el momento en que Norma fue secuestrada. Cuando los conoció, Marcela empezó a darse “cuenta de lo que significa la ausencia, de lo que humanamente significa el reencuentro, de cómo sana heridas a pesar del paso del tiempo. Comprendí que mi ausencia ocupó un espacio todos esos años”.
–¿Con qué cosas comprendiste aquello?
–Creo que la primera vez que lo noté fue en la primera charla con mi viejo (Solsona, ahora). Él había ido a Abuelas a que le dieran la noticia. Y cuando hablamos por teléfono, me dijo “al fin después de 40 años sé que estás bien”. Marcos también varias veces hablando me dijo que mi aparición lo ayudó a sanar muchas heridas del pasado. Con él tenemos contacto casi diario, fue algo mágico, como si hubiéramos estado juntos desde siempre. Con mi viejo fue más complicado pero también lo fuimos construyendo. Ya no pesa como lo que fue: 40 años de ausencia.
–¿Y a vos qué te sucedió, cómo definirías esos años?
–Yo no sentí ausencia, pero sí me empezaron a cerrar muchas cosas de mi vida a partir de que supe la verdad. Había algunos puntos en los que sentía una diferencia, me sentía diferente de mis padres de crianza, formas de pensar, de ser. Cuando tuve el resultado positivo sentí que se completó algo en mí. No siento que a mí me haya cambiado la identidad porque me sigo identificando con mi vida previa a ese momento: mi infancia, mi adolescencia, mis amigos, mi colegio, todo lo que viví. Pero sí siento que se ha completado mi historia y ahora ya no puedo vivir sin esto. Esto es ahora mi vida, mi realidad.
La verdad libera
Le costó un tiempo más a Marcela hablar públicamente de su historia. Abuelas de Plaza de Mayo anunció su hallazgo el 10 de abril de 2019 en una conferencia de prensa desarrollada en la sede central del organismo, como suelen ser estos anuncios. Sentados junto a Estela de Carlotto y Buscarita Roa, frente a los micrófonos y la prensa, estuvieron Carlos y Marcos; Marcela estaba en España y solo accedió a hablar con ellos.
Con el tiempo, con los acercamientos a sus orígenes, los viajes a Argentina, fue cambiando de opinión. La última vez que visitó el país viajó a Córdoba con su hermano mayor y visitó a la Abuelas de Plaza de Mayo Sonia Torres. También estuvieron en la ESMA, en la Casa por la Identidad “con otros hermanos y nietos, conocimos a otras abuelas y me dí cuenta de la suerte que tuvimos nosotros de encontrar a nuestra familia, del vacío que atraviesan quienes aún buscan”. Le dieron “ganas de participar, de ayudar”. Cuando regresó a Valencia, se puso en contacto con H.I.J.O.S Barcelona, que integra la Red por la Identidad de Abuelas de Plaza de Mayo en Europa, y se decidió a contar su historia. “Es lo que puedo aportar”, asegura.
–¿Cómo creés que tu historia puede ayudar a la búsqueda de les nietes que faltan?
–Puede animar a quienes tengan dudas, decirles que se animen, que la vida se va pasando. Que yo me encontré con gente que sólo busca unir a familias y con familias que sólo buscan a sus seres queridos.
–¿Y a vos como pensás que puede ayudarte?
–Uno viene de muchas épocas de secretos. Ser adoptado era como algo que no se podía decir; la sospecha de ser hija de desaparecidos tampoco se podía decir. Saber la verdad te completa, te permite tener todas tus cartas sobre la mesa porque todos tenemos derecho a saber cuáles son, sobre todo cuando tenés hijos. En mi caso había una mentira y yo quería criar a mis hijas con la verdad, dejar de arrastrar, sanar. Saber la verdad también te libera. Y poder hablarlo públicamente te reafirma en esa libertad.
Marcela y su colaboración en H.I.J.O.S. Barcelona
Cuando decidió que contar su historia sería el mejor aporte que podría hacer a la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo, pero también a les hermanes y familiares que buscan a les bebés apropiados durante la última dictadura cívico militar eclesiástica argentina, Marcela se puso en contacto y a disposición del trabajo que H.I.J.O.S. Barcelona lleva a cabo dentro de la Red por la Identidad en Europa.
“Es hermoso ver y escuchar cómo nietes restituidos en España, Francia, Italia, Estados Unidos, Canadá y en otras partes del mundo de a poco se van acercando a la lucha de Abuelas, se van sumando, y es muy importante su aporte”, subraya Martín Moze, referente de la agrupación que abrazó sin dudar las ganas de sumarse de Marcela. El jueves, en el marco de las actividades por el nuevo aniversario del golpe de Estado en Argentina, ambos participarán de un conversatorio en Barcelona en el que la “nieta 129” compartirá su experiencia con el público.
H.I.J.O.S Barcelona recibirá y acompañará también a la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, que viajó este fin de semana a Madrid junto a su nieto Ignacio Montoya Carlotto –restituido en 2014– para participar de algunas actividades alusivas al Día de la Memoria.